Más de veinte puntos y más de veinte rebotes en algunos encuentros, unas cifras de escándalo –al estilo Wilt Chamberlain– con las que se ... ha presentado este curso la nigeriana Princess Aghayere, que ha pasado de maravillar al Miralvalle Plasencia a asombrar a toda la Liga Femenina 2, donde el cuadro placentino ha irrumpido de manera impropia para ser un 'rookie' en la categoría. Pero eso son solo números cosechados en el parqué, la famosa estadística que tanto impera en el baloncesto. La extranjera del Miralvalle es toda una 'MVP' dentro de la cancha, pero también fuera. Nacida en Nigeria pero desde muy pequeña en los Estados Unidos, muy pronto manifestó su preocupación por África y sus oscuras limitaciones que ella no ha padecido en el país más rico del mundo, donde, desde la Universidad de Pensilvania, fundó junto a dos compañeras la ONG 'Rebound Liberia'. Una manera de retribuir al continente de procedencia el haber escapado de tal miseria.
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Cuentan desde el seno del equipo que, pese a su carácter tímido e introvertido, no para un instante, que en muchas ocasiones sale corriendo del entrenamiento porque tiene que atender llamadas o reuniones virtuales. Poco antes de terminar la carrera en la Escuela de Artes y Ciencias, especialidad en Salud y Sociedades de 'Penn' –así se abrevia su universidad–, Princess se marchó a Liberia para trabajar en el proyecto, justo cuando ya podía vislumbrar un futuro en el baloncesto profesional dada su contrastada calidad. Ahí radica uno de los motivos por los que finalmente recaló en una entidad modesta de Extremadura. «No fue una decisión difícil porque la oportunidad de crear una ONG fue una decisión que tuve que tomar durante mi primer año fuera de la universidad. Tuve que hacerlo de acuerdo con los requisitos del premio. Liberia es muy similar a Nigeria en muchos aspectos, pero al principio fue difícil manejarme, adaptarme y convertirlo en mi hogar». Se refiere al premio 'President's Engagement Prize' que otorga la universidad privada de Philadelfia a tres proyectos sociales. Ganó el de tres chicas que siendo niñas emigraron desde África, tres amigas que hasta compartieron habitación. Killie dejó Liberia cuando tenía 6 años, huyendo de la guerra civil de su país. Alomaja, también de Nigeria, estudió Bioingeniería en Penn mientras Aghayere se introdujo vía baloncesto después de que su familia se asentara en Virginia cuando ella tenía 8 años. Tres historias paralelas que se cruzarían con una gran idea como epicentro.
Rebound Liberia tiene como meta empoderar a las niñas y jóvenes, usando el baloncesto como herramienta de integración que haga más atractiva la alfabetización. En esto son pioneras en aquella nación del continente africano. Una sociedad excesivamente patriarcal, superviviente de varios conflictos armados y víctima de unos estigmas difíciles de superar. Esa es una de las batallas a ganar, la de crear un clima que cambie eso de una vez, según cuenta la pívot del Miralvalle, además de mejorar las tasas de niñas que logran finalizar la escolarización y que eso sirva para que crezca su debilitada economía. «Liberia es un país pequeño con la misma intimidad de un lugar pequeño como Plasencia, pero es un país que lucha por superar las sombras de su pasado y redefinir su futuro. Les recomiendo leer sobre la historia de Liberia para comprender mejor lo que estoy diciendo. Es más que baloncesto, se trata de utilizar el baloncesto como una herramienta para impulsar la educación y el liderazgo, lo que a su vez impulsará el cambio. Se nos ocurrió la idea basándonos en las habilidades de cada uno. Pongo la experiencia de la universidad y la experiencia del baloncesto».
Según explica, había una enorme competencia para lograr aquel premio, por lo que fue una gran alegría. Su misión, además de cofundadora, es la de directora de recaudación de fondos, que no debe ser nada fácil, aunque seguro que allí nada lo sea. Princess se muestra muy orgullosa de este esfuerzo coral porque ve sus frutos. «Sí, me siento muy afortunada. Quiero ayudar a la gente de África porque ahí es donde está mi corazón. África es mi hogar». Así, se trabajó en la construcción de una cancha en Monrovia, la capital, además de diferentes clínics de baloncesto y educativos para unas 60 niñas de entre 8 y 18 años. Hasta las llevaron de visita al Senado o la fábrica de Coca-Cola, dos enclaves poco frecuentados por mujeres. «Fue un buen trabajo de campo para mostrar las brechas que tienen las niñas dentro de nuestra sociedad y para hacerles pensar en cómo podrían llenar esas brechas y asumir esos roles de liderazgo a medida que crecen», recuerda sobre aquella experiencia.
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Aunque su mente no olvida sus orígenes, en Plasencia ha encontrado un segundo hogar. «Mi llegada ha sido buena, en el Miralvalle me han acogido muy bien y me estoy acostumbrando a la ciudad rápidamente. Me gusta como es la ciudad, bonita y pintoresca».
El equipo va como la seda. Tras un dubitativo inicio con una victoria en tres partidos, el Miralvalle mira ya a los ojos a todos con sus nueve triunfos seguidos. Buena cuota de responsabilidad para sus más de 16 puntos y 12 rebotes por partido. «Estamos aprendiendo a jugar bien juntas, a depender unas de otras, y estamos entrenando mucho porque todas tenemos el objetivo de ganar. El secreto es el aire y el agua de Plasencia jaja», bromea la 'MVP'. En la pista, sí. Y también fuera.
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