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Marisa Martínez, contra el crono y los elementos
LAS CARAS DEL DEPORTE ·
La primera atleta extremeña en unos Juegos Olímpicos rememora una vida deportiva que ella califica como «una carrera de obstáculos»Secciones
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La primera atleta extremeña en unos Juegos Olímpicos rememora una vida deportiva que ella califica como «una carrera de obstáculos»«Una carrera de obstáculos». Así es como define su historia de 'amor' Marisa Martínez Martín (28 /12/1972) con el atletismo. La vida deportiva de esta atleta natural de Montijo y residente en Valdelacalzada, ambas en las Vegas Bajas del Guadiana, está plagada de éxitos y de lucha contra el crono y los elementos.
Desde niña empezó a correr y a destacar, junto a su prima Rocío Martínez. Las dos son un referente y pioneras en el atletismo femenino de Extremadura. «Empezamos a ganar campeonatos, yo en una categoría superior por ser mayor. Pero creo que las dos hicimos mucho por el atletismo en la región en aquella época», ensalza Marisa Martínez.
La atleta montijana empezó a tener grandes resultados muy pronto, proclamándose campeona de Extremadura y de España en las categorías inferiores. Fruto de estos éxitos, con tan solo 17 años, la redacción de este diario la elige Extremeña de HOY en 1990 tras proclamarse campeona de España junior de cross y tener en posesión el récord nacional junior de 10.000 metros. Es, junto a la nadadora Fátima Gallardo que lo recibió en 2017, la premiada más precoz.
El 26 de julio de 1996 es una fecha que no olvidará. Fue el día que participó en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96. No fue la primera deportista extremeña que participaba en la fiesta deportiva por antonomasia, pero sí lo hizo como la primera atleta olímpica de la región. El honor de ser la primera recae en la pacense María Teresa Romero, que participó en tiro con arco en Múnich 1972.
La cita americana era, hasta los juegos de Rio de Janeiro 2016, el evento que más participantes regionales había tenido, con seis extremeños: Marisa Martínez, Juancho Pérez, Juan Carlos Holgado, Nuria Cabanillas, Francisco Borrega y Juan de Dios Román, como seleccionador nacional de balonmano.
La atleta extremeña recuerda con especial melancolía el día del desfile y la competición. «Estaba acostumbrada a la soledad del corredor de fondo y pasar a competir delante de 80.000 personas...», rememora aún abrumada. «Fue un poco caótico, todos querían estar delante», confiesa con una gran sonrisa.
Pero llegar hasta allí no fue fácil. Todo lo contrario. «Falta de infraestructuras, de ayudas, problemas de peso ocasionados por una bulimia nerviosa, ser madre...», enumera Martínez. «Yo tuve muchos problemas, pero aferrarme a un sueño como ser olímpica, a algo muy grande, hacía que entrenara todos los días».
El problema de la bulimia nerviosa comenzó por el comentario de su descubridor y entrenador, Pedro Tarifa -«con el que ahora me llevo muy bien», que le espetó que hasta que no bajara de peso no le volvería a entrenar. Unas palabras que hicieron más mal que bien a la deportista. «A mí se me exigía estar muy delgada. Es más normal de lo que parece, pero en los deportistas de alto nivel en los que priorizas el peso se suele dar. Llevas al cuerpo al límite. Unos lo decimos y otros no, pero bueno, lo importante es superarlo», sonríe la montijana.
«No es fácil compaginar todos estos elementos y encima ser madre siendo una deportista de élite, cuando participé en los Juegos Olímpicos mi hijo tenía dos años».
Recuerda con un poco de rabia que dos noticias alegres como son el nacimiento de dos de los tres hijos que tiene acarreara que la Junta de Extremadura le redujera la beca, de 600.000 a 100.000 pesetas.
«Era algo incompresible. En vez de ayudarte por la maternidad, que era cuando más falta me hacía, te retiraban la ayuda ya que para seguir recibiéndola contaban los resultados de las dos últimas temporadas. Pedí varias veces que el embarazo se considerara como una lesión deportiva para no quedarme sin esa ayuda». En el tema de las becas hace una mención especial a Serafín Catalán Abréu, director general de deportes de la Junta de Extremadura. «Me consiguió una ayuda para desplazamientos en uno de los momentos que más lo necesitaba para seguir compitiendo», destaca.
Pero para Marisa hay un hombre al que estará eternamente agradecida: Antonio Pardo.
Tras los primeros años en los que consiguió grandes logros, en 1991 la mencionada bulimia nerviosa y el alejamiento con su entrenador, la mantuvieron alejada del atletismo dos años. Tras competir por un breve tiempo bajo la supervisión del entrenador Manuel Ordiales en Valencia de Alcántara- vivió en su casa con la mujer Ordiales y su hijo-, se puso en manos del entrenador nacional Antonio Pardo Capilla en Badajoz, que logró recuperarla para el atletismo.
En 1993 regresa a la competición desde el Club Atletismo Fregenal y en poco tiempo ve premiado su esfuerzo, ya que en febrero de ese año consigue el subcampeonato de España de 3.000 metros promesa en pista cubierta. Ese mismo año se ve obligada a un nuevo parón, aunque esta vez el motivo fue la maternidad de su primer hijo que la mantuvo alejada de la competición hasta 1995. Este va a ser el año de su proyección internacional, participando en el Campeonato Ibérico de 10.000 metros disputado en Cáceres y consiguiendo la cuarta mejor marca nacional de 5.000 metros, hecho que aconsejan su dedicación casi en exclusiva a esta distancia y que le llevó a los Juegos Olímpicos. De esa cita, tiene la espinita clavada de que no estuviera junto a ella Antonio Pardo. «En aquellos años solo llevaban a su entrenador a la cita olímpica las grandes estrellas», sostiene.
Marisa Martínez se encuentra ahora mismo muy alejada del mundo del deporte. Tras tener a su tercer hijo decidió que tocaba dedicar más tiempo a su familia. «Tomé la decisión cuando nació mi hija. Me di cuenta de que con los dos primeros no tenía tiempo de llevarlos ni al parque. Quería tener otro tipo de vida. Me alejé por completo del atletismo», incide la montijana.
«La alta competición y tener que desplazarme para poder entrenar hasta Badajoz, especialmente, y a Montijo, hacía que no tuviera tiempo para nada. En aquellos tiempos, mi madre me ayudó mucho para cuidar a mis dos primeros hijos y que yo pudiera entrenar».
Estuvo sopesando entrenar a jóvenes atletas pero, además de carecer de títulos, cree que a los jóvenes les falta compromiso. «La carrera del atleta es muy sacrificada y no veo a los jóvenes de hoy día que se quieran sacrificar mucho. Los móviles, los ordenadores... están haciendo mucho mal. No valgo para ello, no sirvo para estar detrás de la gente. Valgo para que me manden», resalta muy segura.
¿Qué deporte hace hoy en día una exolímpica? Ahora mismo hace mucho senderismo y trota un poco pero, después de lo que ha corrido, «a eso no lo llamo correr», sonríe Martínez. «Intenté un par de veces volver, pero me lesiono fácilmente. Empiezas a correr, vas cogiendo el ritmo, te lesionas y cuesta volver a coger el ritmo de nuevo», lamenta.
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