Marta Frías, la árbitra 'extremaña' de Primera
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CARAS DEL DEPORTE ·
Adscrita al comité aragonés pero nacida en Villamesías, es una pionera en la élite y ha pitado el primer clásico femenino Real Madrid-BarçaPasan unos minutos de las once de la mañana del pasado jueves y al otro lado del teléfono responde con café en mano y un marcado acento maño Marta Frías Acedo (29-10-1980), que vuelve a casa. Esa mañana iniciaba un largo trayecto ... por carretera desde Aragón, su tierra de adopción, con destino a Badajoz para arbitrar el Santa Teresa-Betis de Primera Iberdrola en El Vivero. «Me has pillado bajando», espeta con afabilidad y cierto entusiasmo indisimulado. La pandemia ha reducido sus escapadas a una región extremeña que abandonó con 18 años para forjarse un futuro laboral.
Por eso, tras el choque entre pacenses e hispalenses su itinerario tenía fijado un destino ineludible, Villamesías, pequeña localidad cacereña en la que residen sus padres. «He tenido que renunciar a venir más porque es imposible compaginar el trabajo y el arbitraje». Marta Frías es project manager en una empresa de iluminación de alta escala (estadios, túneles, carreteras...), pero su gran pasión es calzarse las botas y colgarse su silbato para una labor que define como «un hobby de mucho sacrificio», porque aún es una actividad de la que no se puede vivir por la falta de una profesionalización que, sin embargo, parece cada vez más cercana. «Queda mucho por hacer, pero en cuatro años el avance ha sido bestial. Antes transitábamos por una carretera de doble sentido llena de piedras y ahora es una autopista recién hecha», narra.
Su idilio con el arbitraje pasó de coqueteo casual a un amor pasional que se fraguó por casualidad hace más de dos décadas. Amante del deporte, y del fútbol en particular, la 'extremaña', como la conocen allí, cada lunes revisaba con Alfonso, un compañero de empresa, los resultados del fin de semana anterior. «Como él era árbitro, me animó a hacer el cursillo, me llevó al comité y me apuntó. Fue prácticamente una carambola». Ahí germinó una brillante carrera que le ha valido, entre otros galardones, el Vicente Acebedo en 2020, un premio que otorga el Comité Técnico de Árbitros para distinguir a la mejor colegiada de la temporada. «Es el que más valoramos, porque es nuestro trofeo».
Recuerda que su decisión de encauzarse por esa atípica vía no generó un gran impacto en su familia, «porque era un mundo desconocido, no sabían a lo que me enfrentaba». Cuenta con dos incondicionales seguidores que la acompañan por la geografía española: «Mi hermana y mi cuñado van a todos lados siempre. Mis padres me han visto menos porque son mayores».
Desde 2017, las mujeres asumen, de manera exclusiva, impartir justicia en las citas de la máxima categoría del balompié femenino. Y Marta Frías fue una de las elegidas para encabezar ese grupo de pioneras al que todavía hoy sigue perteneciendo. «Estoy muy orgullosa, porque parecía algo inimaginable». Con la escarapela FIFA en su solapa que le acredita para participar en compromisos internacionales desde 2012, reconoce que se siente realizada por lo conseguido, pero que aspira a todo. «Nunca me cierro puertas, seguiré trabajando para poder ir a una Eurocopa, un Mundial o unos Juegos Olímpicos. El día que no sueñe con eso será el momento de retirarme».
Este año fue designada para la final de la Supercopa de España entre el Levante y el Atlético de Madrid. «Es el tipo de partido en el que todos queremos estar, algo único, enorme». Marta Frías pasará a la historia como la colegiada del primer clásico Real Madrid-Barcelona, un privilegio que asume como una recompensa a su dedicación.
Aunque su recuerdo indeleble lo vivió en 2016 en la final de la Copa de la Reina en Madrid. «Estaban mi familia y amigos, y en las bandas tenía a dos personas muy importantes, Rocío Puente y Carmela Capistros. Fue muy especial, por todo lo que rodeaba, el estadio lleno», narra emocionada.
Asegura que, aunque los colegiados suelen ser el foco de las iras de los aficionados desde la grada, la presencia de público es parte de su esencia ineludible y espera que pronto pueda vivirse de nuevo esa atmósfera tan genuina. «Esa presión ambiental de fuera te mete más en los partidos».
En el fútbol masculino cuenta con una dilatada trayectoria que finaliza esta campaña, ya que por edad (40 años) los estatutos le impiden continuar su labor en la Tercera aragonesa. Se siente valorada por jugadores y el resto del colectivo, pero admite que sus primeros pasos no fueron un camino de rosas. «Era difícil abrirse esa puerta. Siempre escuchabas 'ha venido una chica a pitarnos'. Había gente que te decía que debía estar en casa, que eso no era para mí». Constante, comprometida, dialogante y humilde, ha logrado sentirse respetada. «Soy una romántica del arbitraje. Enamorarse de algo que te gusta es vital para poder triunfar». Como anécdota representativa del choque que supuso en la mentalidad colectiva de su ámbito la irrupción de la mujer, cuenta entre risas que, en su etapa en categoría regional, un futbolista, al finalizar el encuentro, «en vez de saludarme estrechándome la mano, me dio dos besos. Fue algo raro, pero ahora nos reímos cuando lo recordamos».
No quiere oír hablar de la retirada, «tengo cuerda para rato hasta los 45. A lo mejor cuando llegue ahí incluso amplían la edad», comenta con buen ánimo. Al menos, si le respetan las lesiones, que a punto estuvieron de cortar su proyección por unos problemas graves de espalda que la mantuvieron en el dique seco durante siete meses. «Se me pasó por la cabeza el dejarlo, pero cuando empecé a correr otra vez, el pensamiento desapareció en un silbido».
En cuanto a sus modelos a seguir, barre para casa señalando a su paisana Paloma Quintero Siles, «que ha luchado convirtiéndose en un referente dentro y fuera del campo. También ha sido importante la asistente Yolanda Parra». Profesa una gran admiración como homóloga y como amiga de Guadalupe Porras, con la que ha coincidido en algunos partidos, uno de ellos el Escocia-Gales del pasado mes de octubre. «Siempre deja el pabellón alto en los campos. Lo ha dado todo y lleva muchos años. Esta ahí porque se lo merece».
Ajena a las redes sociales, es impermeable a las críticas que puedan verter sobre ella en el ecosistema digital, aunque confiesa que cuando es consciente de un error, «pierdo muchas horas de sueño». Por eso, se manifiesta como firme defensora de la tecnología del VAR: «Todo lo que sea evitar desvirtuar un marcador siempre ayuda. Además, te da tranquilidad porque sabes que si fallas te van a corregir. Nosotros siempre queremos justicia».
Hace cuatro años coordinó un programa específico para las mujeres en el mundo del arbitraje y asegura que le encantaría continuar ligada al sector para «devolverle todo lo que le ha brindado». Aunque a la árbitra 'extremaña' de Primera Iberdrola aún le quedan muchos kilómetros por recorrer en el verde.
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