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Francisco López, superviviente del equipo cerrista cuando se creó hace cuatro años. :: j. v. arnelas
El fútbol como salvavidas

El fútbol como salvavidas

El Cerro de Reyes FS se profesionaliza sin perder de vista la labor social en favor de la conflictiva barriada

Marco A. Rodríguez

Viernes, 24 de febrero 2017, 07:47

badajoz. Fran, único superviviente del primer equipo del Cerro de Reyes de fútbol sala cuando se creó la sección hace cuatro años, ha tenido la suerte de vivir en una familia no desestructurada. Su padre trabaja en la ONCE y siempre se ha ganado la vida como ha podido. El futbolista pacense no ha sufrido como otros que crecieron en la calle de una barriada históricamente conflictiva como la cerrista. El escenario ha cambiado y hoy el verdadero enemigo es el paro, un adversario que puede retrotraer al problemático pasado por su incidencia en los jóvenes. Un pasado que conoce a la perfección su entrenador, David Serrano, vecino del barrio que vivió una infancia muy dura cuando la droga hacía estragos a toda una generación. Dos generaciones distintas que convergen en el proyecto del GV Cerro de Reyes FS, actual líder de grupo en una categoría nacional como la Segunda B y cuya conquista deportiva y profesionalización no merma del todo su vertiente social.

Fran López, de 21 años y el mayor de tres hermanos, ha cumplido su sueño de ser futbolista. Ahora lo ha traspasado a su hermano pequeño, que lleva su mismo número y pertenece a las categorías inferiores. Su trayectoria deportiva no es un verso libre sino muy común, por lo que pasó de jugar en el Cerro hasta los juveniles -de fútbol once- a centrarse en un fútbol sala donde se le abrían otras perspectivas. De niño golpeaba la pelota en el campo de tierra del barrio soñando en convertirse en jugador de fútbol. Sueño cumplido. Cada dos sábados le ven jugar en el Pabellón Antonio Domínguez unas 600 personas y viaja por media Andalucía disputando una liga nacional, por lo que asegura que no puede pedir más. Además, la afición ve a uno de los suyos.

De aquella época, hace una década, recuerda que existían problemas con las drogas y la delincuencia, pero reconoce que las cosas han cambiado mucho y no tienen nada que ver con lo que relata su entrenador. «Había más problemas que ahora pero no tenía nada que ver con lo de antes. Yo vine a vivir al barrio con cuatro años, cuando era peor, pero menos que cuando David creció. Yo he tenido esa suerte, gracias a Dios. Mi padre trabaja y siempre se ha ganado la vida aunque fuera vendiendo calendarios de casa en casa. Hay gente que lo ha pasado peor. A mi con el fútbol me ha ido bien y he cumplido mi sueño», rememora Fran.

«Mártires de la droga»

Infancia más dura sufrió el técnico blanquiazul, también procedente de la barriada. Con aplastante sinceridad lamenta que le fue muy duro ver caer en la droga a su padre, al que define como una buena persona que se preocupaba por su familia pero que se precipitó hacia una adición que lo fue consumiendo. «Mi madre pasaba todo el día trabajando y yo estaba muy solo. Me iba solo al colegio y me he criado en la calle. Mi padre era un buenazo, no nos pegaba y llevaba dinero a casa, pero se enganchó a la droga y nadie se ocupaba de mí. Era muy duro. Con 19 años, en la mili, fui padre y después con 29 años me puse a sacarme la ESO porque me hacía falta para ser entrenador nacional. Nunca caí en la droga porque aquello me marcó mucho. Mi mente estaba en que no quería hacer sufrir a mis hijos lo que yo había sufrido con mi padre. Era un buenazo, pero tenía ese fallo y veías que se estaba matando por dentro y por fuera».

Jugó al fútbol 'grande' en el Cerro de Reyes hasta los 16. Lo dejó, se echó novia y después volvió con el fútbol sala en un equipo de amigos que fue el germen de lo que vino después. Cuando se dio cuenta estaba en Segunda. Vio que tenía condiciones para convertirse en entrenador y apostó seriamente por ello, estudió y se sacó el título entre Sevilla y Granada. Como técnico, le aflige haber visto a jugadores que tuvieron que dejarlo porque antes estaba el pan de su casa, o bien otros que se echaron a perder. «He visto a tíos que valían mucho entrar en la cárcel y salir de allí a los diez años con una mano delante y otra detrás. Antes era gente trabajadora pero con la droga se fueron pudriendo y acabando en la miseria. Yo era algo menor, pero los de la generación del 65, que me llevaban diez años, eran mártires de la droga. Pagaron el pato. Se pensaron que aquello era como los petardos cuando el caballo y la heroína eran más serios. Antes no había la información que hay ahora. Si yo tenía diez años veía a los de 18 con la plata y fumando en las esquinas sin saber su gravedad».

Serrano avisa de que hoy los enemigos son el paro y la escasez. Le da pena ver a chicos que no tienen para comprarse unas zapatillas y avisa de que estas necesidades o pobreza conllevan más violencia y exclusión. «Con 20 años podías trabajar de cualquier cosa. Si hacía falta, te ibas a coger espárragos o patatas y se contrataba más a la gente. A cualquiera que le dieras pena te daba trabajo. Ahora da pena cómo está la gente. A nosotros nos hizo mucho daño la droga pero a estos chicos la crisis les está destrozando. Llegan a los 18 años y no tienen ninguna salida. Da miedo que parezca que hayan dado marcha atrás en el tiempo y que la crisis conduzca a las cosas de antes».

David Serrano añora que las instituciones no les miren más. Para eso, recuerda que él hizo con catorce años cursos de soldador o de carpintería y que le hubiese encantado enrolarse en un proyecto como en el que se halla inmerso. «En lo deportivo el Ayuntamiento no nos ayuda y en lo social la Junta debería mirarnos más porque lo que hacemos es muy importante. Cuando empezamos todo esto lo que queríamos era dar una especie de cursillo y así enseñar los valores del deporte, porque son los valores de la vida. El respeto a las personas, la honestidad, la disciplina, llevar una vida ordenada, etc.». «Estar aquí me motiva mucho a vivir mejor, me ayuda a dar el cien por cien para seguir. Le debo mucho al fútbol y al Cerro», subraya su pupilo Fran.

Un líder también en la cancha

El Cerro de Reyes atraviesa un momento muy dulce en lo deportivo. Sus fichajes profesionales han elevado el nivel tanto que se piensa en la Copa del Rey y el ascenso como objetivos. Eso tiene un precio que pagar: la exigencia hace que no todos los chavales sirvan para ese cometido. Eso no significa que el club abandone del todo su filosofía ya que permanecen los equipos de cantera, como el filial juvenil o el cadete. Incluso tiene prebenjamines. «Vamos muy bien esta temporada. Tenemos el mejor quinteto, porque tenemos cinco profesionales y el resto son de la tierra, aunque hay plantillas mejores. Esa necesidad de ganar, de ser competitivos y estar arriba hace que nos comamos minutos de otros chicos que querríamos que jugaran más porque este proyecto empezó por ellos. Todos tienen mucho mérito porque se dejan la piel», comenta el técnico.

«El Cerro de Reyes está reconocido como uno de los barrios marginales de Badajoz. Vimos que el fútbol sala era una buena opción para ayudar a los chavales, también de otros barrios, y creamos la sección porque ningún club de fútbol la tenía. Tenemos tres de Los Colorines que van muy bien. El triunfo de estos cuatro años es ver que quedan chicos jugando por aquí. Ahora ilusiona mucho lo deportivo porque estamos muy arriba, pero la filosofía siempre fue social», apostilla Bernardo Escobar, vicepresidente 'multitarea' y uno de los artífices de un éxito que va mucho más allá del mero deporte.

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