Paseo por la mañana de la plantilla del Santa Amalia por las calles de Almendralejo. E. DOMEQUE

Almendralejo se contagió de la ilusión verde

El sueño de todo un pueblo. Ningún vecino de Santa Amalia quiso perderse la cita histórica y arropó al equipo como auténticas estrellas en su noche mágica ante un Villarreal que llegó con el tiempo justo por problemas con el vuelo

ESTRELLA DOMEQUE

Domingo, 13 de noviembre 2022, 11:01

Como suele ser ya una tónica habitual, a Extremadura se llega con retraso. Pero esta vez no fue por culpa del tren, sino por el temporal que azotó la zona del levante español y obligó a la expedición del Villlarreal a tener que viajar en autobús hasta Madrid y de Barajas coger un vuelo con destino Badajoz. El avión que tenía previsto trasladarle hasta tierras extremeñas tuvo que aterrizar en Ibiza al no poder hacerlo en Manises. Así, el equipo de Quique Setién llegó con el tiempo justo para ir directamente al estadio y calentar para el partido.

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Para su partida, Almendralejo ya hacía bastantes horas que había sido tomado por toda Santa Amalia entera, una pequeña población de apenas 4.000 habitantes que tiñeron de verde sus calles. También por numerosos simpatizantes llegados de casi todos los rincones de la región. Y es que el Santa Amalia representaba la ilusión y el sueño de toda una comunidad autónoma en esta noche mágica de Copa.

Los jugadores verdes vivieron su día soñado como las grandes estrellas. Pasadas las doce del mediodía partían hacia Almendralejo arropados por todo un pueblo que siguió al autobús en caravana. La plantilla se instaló en el hotel Veronia como cuartel general y antes de la comida dieron el típico paseo para estirar piernas y activarse por las calles de Almendralejo.

Poco a poco los aficionados del Santa Amalia se dejaban ver por los aledaños del Francisco de la Hera y bares de la localidad. «¡Hoy tenemos una cita con la historia!», coreaba la marea verde del Santa Amalia tres horas del inicio del partido. El Villarreal todavía no había llegado.

Minutos antes de las ocho se desató la locura con el recibimiento a los jugadores a su llegada al estadio. Una gran hilera esperaba al autobús entre cánticos, tambores y bufandas al aire como si fuera una final de Champions o un ascenso de nuestro fútbol más modesto. No relucirá en sus vitrinas, pero esa era su Copa. Dentro del estadio ya fue otra historia.

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