El CD Badajoz como terapia

Despejar la mente del dolor. Enrique Díaz trabaja en la UCI de Toledo y agradece a sus colores blanquinegros el poder apartar la mirada del sufrimiento humano, aunque sea un instante

Domingo, 20 de diciembre 2020, 08:11

La pandemia lleva meses poniendo a prueba la capacidad del ser humano de soportar el dolor, ya sea propio o ajeno. Bien lo sabe Enrique Díaz, un joven pacense de 25 años, enfermero, a quien casi sin esperarlo lo situaron en prímera línea de esta cruenta guerra sin apenas experiencia, en la primera oleada en la UCI del Hospital Universitario de Badajoz y en la segunda en Toledo. Sus oídos han escuchado y sus ojos visto, desde un palco vip, cómo la muerte golpea el alma de familias enteras. Desde la impotencia más absoluta, la de intentar luchar contra un enemigo desconocido, quizá por suerte cada vez menos. Así, no es de extrañar que cualquier atisbo de apartar la mente de ese oscuro trance sea bienvenido y para ello cuenta con un aliado eficaz, su gran pasión desde muy pequeño por el CD Badajoz.

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Solo cuando se habla con alguien que está allí, en el frente, se tiene conciencia de lo que estos profesionales están soportando. Enrique cuenta que se le partía el corazón al ver cómo dos hijos se despedían de su padre a escasos segundos de dejar este mundo, en el seno de una familia que ya estaba rota días atrás por el fallecimiento de la madre. «Es muy duro. En esta segunda ola sí se ha permitido que algunos familiares, con restricciones, entraran a decir adiós a los enfermos. Los hijos estaban destrozados, y mientras nosotros les ayudábamos a ponerse el EPI y debían despedirse del padre con ese traje y unos guantes. Es muy duro. Cuando vives algo así no entiendes que la gente se preocupe ahora por salvar la Navidad y esas cosas. Hemos llegado a un punto en que las cifras de muertos ya no nos escandalizan como antes, parece que se han normalizado y debemos concienciarnos todos de que detrás de esas cifras hay personas», relata el sanitario, que anima a los líderes políticos a pasar un par de días en una UCI para tener una visión más cercana de la realidad.

Enrique, natural de Badajoz, pertenece a esa legión de sanitarios que sin tener preparación en UCI fue destinado a estas unidades para después 'darles las gracias' y dejar su futuro en standbye. Le sucedió en la primera ola en el hospital pacense, donde hizo un máster comprimido en el estresante servicio para después recalar en el Hospital Virgen de la Salud de Toledo, inmerso en una peor situación y donde han derivado los pacientes covid al Hospital Nacional de Parapléjicos, al que él pertenece.

En Badajoz coincidió con compañeros forofos del Badajoz con los que compartía afición y en los descansos, entre turno y turno, aprovechaban para charlar del buen momento blanquinegro. «Nunca olvidaré el penalti de Kike Royo ante el UCAM Murcia en el minuto 97. Estaba en Neonatología y una compañera me vio tan nervioso siguiéndolo por internet que me dijo que me esperara antes de hacer la ronda».

Reconoce que cada minuto que dedica a pensar en el Badajoz le sirve para evadirse de los daños colaterales de su profesión. «Es horrible, horrible. Al menos ese ratillo que estoy pendiente del equipo me olvido de todo este dolor y de nuestras condiciones de trabajo, porque seguimos con demasiadas horas y un mismo EPI puesto. El otro día tuve dos ingresos y estuve más de cuatro horas con el mismo traje en lo que llamamos la 'zona sucia'».

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Enrique advierte de que se trata de pacientes muy críticos, cuyo estado puede cambiar en cuestión de horas, ya sea para bien o para mal. Se han llevado muchos chascos al pensar que sobrevivirían algunos cuya evolución parecía favorable y que empeoraba por un simple cambio de postura, por ejemplo. Ahora se sabe bastante más de lo que se conocía en marzo, pero este enemigo sigue siendo indescifrable. «Recuerdo haber hecho una videollamada con la familia de un enfermo que estaba muy mejorado y a los dos días falleció. Poco a poco vamos aprendiendo cosas, pero queda mucho por saber de este virus. De hecho, muchos fármacos que se administraban en la primera ola ahora están contraindicados por la OMS. Los primeros pacientes de marzo prácticamente fueron cobayas para salvarles la vida».

Nadie en su entorno es sanitario, por lo que su vocación por la salud es personal. Pensó estudiar Medicina pero se decantó por Enfermería y asegura estar muy contento pese a que afirma que jamás se imaginó que viviría una crisis como la actual, aunque sí valora que esta tragedia le está sirviendo para formarse casi a diario.

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Sí le vino por vía sanguínea su vínculo con el CD Badajoz. Según narra, su tío era abonado y le llevaba desde muy niño a ver algunos partidos inoculándole un virus que hoy ejerce como tabla de salvación. Suele ir siempre que puede al Nuevo Vivero –ahora es más complicado– y ha viajado con la afición porque es de esos hinchas de verdad. Asevera que con Joaquín Parra «se ha despertado un sentimiento en la ciudad que era necesario. Te aseguro que me viene muy bien despejarme y pensar en el derbi contra el Mérida, en si podré ir o no, el ambientillo... Ojalá pase todo esto pronto y la vacuna funcione». Ojalá.

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