El Mérida recupera la sonrisa

Sin sus tres laterales, ni Selfa, ni Dani García, el equipo se mostró igual de sólido que en el último mes. Pero con un dibujo diferente. Optó el técnico emeritense por retrasar a Mario Robles y jugar con tres centrales, cerró por fuera con el recién llegado Rubén Valverde y Barbosa, encomendó el control del partido a Rocha y Carbó y delegó los ataques en Garci, Gaspar y Fraile. Y se le puso de cara el partido al primer suspiro.

Porque lo primero serio que pasó fue el gol de Fraile a los cinco minutos. Tan brillante fue el pase desde su casa de David Rocha como garrafal el error de Ángel Moreno, que se pensaba que Fraile era un holograma. Y no. Pinchó con maestría un cuero que había viajado por el aire unos 50 metros y resolvió con soltura ante la salida de Zárraga. Y al Mérida, con lo que le chifla jugar con ventaja en el marcador, se le abrió la vida.

Pero entonces Mario Robles se solidarizó con Ángel Moreno y le devolvió el regalo al Villarrobledo diez minutos después: no llegaba Lemiechevski a un centro muy pasado, el central del Mérida alargó la mano para medio estorbarlo… y 'penaltito'. El tanto de Ndi devolvía el partido al punto que no le gustaba al Mérida, y se le notó. Juego lento, nervios en jugadas puntuales, prisas por activar a Fraile a través de pelotazos en lugar de por mediación de Gaspar y Migue Garci…

Pero la primera parte terminó tal y como comenzó, con un chute de euforia emeritense, esta vez gracias al tanto de Álvaro Barbosa. La barrera rechazó una lanzamiento de falta de Gaspar al balcón del área y por allí apareció el ahora lateral izquierdo para empalarla y convertirla en imparable. Y precisamente por ir de nuevo mandando en el marcador, el Mérida se marcó la segunda parte que se marcó.

Al poco de reanudarse el choque entró Tovar por Fraile (que prefirió no arriesgar cuando notó que se le sobrecargó el isquio) y le vino muy bien al equipo, porque el mallorquín volvió a aguantar todas y a darle tiempo y salida a sus compañeros, que al principio prefirieron resguardarse para salir a la contra y al final mandaron y controlaron el partido a través de la posesión.

El único peligro que les creó el Villarrobledo en toda la segunda parte nació de centros laterales. Por eso el técnico manchego metió a su delantero más grande, Buitrago, para intentar enganchar alguno de ellos. Pero salvo uno que dio en Erik y forzó a Montoya a evitar el gol en propia puerta, el Mérida apenas sufrió. Conforme se sucedían los minutos, al Villarrobledo, que venía de jugar el domingo, empezó a ofuscarle el cansancio. Y cuando el Mérida se percató de las muchas imprecisiones de su rival en pases no forzados, decidió que el partido era suyo. De ahí que estuviera siempre más cerca el 1-3 que el 2-2. Y por eso, entre el resultado y las sensaciones con las que terminó el partido, el aire que entró en esos pulmones fue una mezcla de alivio y arrebato.