Esta vez salió cruz
ANÁLISIS ·
El Badajoz quedó eliminado en el desempate desde el punto fatídico pero su principal victoria está en haber ilusionado a una ciudad que vuelve a vibrar con su clubANÁLISIS ·
El Badajoz quedó eliminado en el desempate desde el punto fatídico pero su principal victoria está en haber ilusionado a una ciudad que vuelve a vibrar con su clubLa suerte le fue esquiva esta vez al Badajoz. Los penaltis no tuvieron el mismo desenlace que en la ronda anterior ante el filial del Athletic y es el joven cuadro catalán el que conquista la final por el ascenso a Segunda. Dicen que no es una lotería la tanda de penaltis, pero lo dudo mucho. Es evidente que lanzarlos es un gesto técnico del fútbol, una suerte más, pero en esos momentos de máxima tensión, con el corazón a mil –solo hay que comprobar el de los seguidores para hacerse una idea de lo que debe pasar el futbolista– la suerte es piedra angular del final feliz. No la tuvo el Badajoz, que pagó caro el único fallo, el de un César Morgado que puede estar tranquilo por las dos magníficas actuaciones en ambas citas. Será recordado por ese lanzamiento, por desgracia, pero su dominio del juego aéreo y su capacidad defensiva le han convertido en el mariscal del eje de la zaga que el equipo necesita para otro intento de alcanzar el fútbol profesional. Que lo habrá.
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El Badajoz llora su marcha, la ciudad despierta de un sueño que se ha mantenido en esta temporada tan ilusionante y que deja grandes momentos, como las eliminatorias de la Copa del Rey ante adversarios de élite o este ocaso de curso con la fase de ascenso. La tristeza ahora anida en la mente de cada hincha albinegro, pero hay que estar orgullosos de este club, de este vestuario que ha sudado sangre, que se ha agarrado como nunca al terreno de juego del Nuevo Mirador, el sábado y ayer. El Barcelona es un equipazo. Saben a lo que juegan y tienen calidad, desparpajo y físico a raudales, pese a que le faltaban piezas muy afamadas, pero creo que sintieron alivio cuando el colegiado pitó el final. Diez minutos más, me dije. Diez minutos más. Lástima ese fallo en la defensa por la colocación de Araújo como delantero que permitió empatar el gol pacense de la cabalgada de Maestre y Guzmán.
Ahora lloramos, pero hay que estar contentos. Les voy a contar una historia. El domingo, un día después del choque ante los cachorros, acudí a una estación de servicio –la de Joaquín Parra– para comprar la mascarilla del CD Badajoz y regalársela a mi sobrino Javier, un crack al que le he 'gorroneado' para poder verlo y contarlo. Javier, un crack por cierto, siempre fue muy de baloncesto, pero se ha hecho un incondicional del Badajoz casi en un suspiro. De la noche a la mañana. Esa es la gran victoria. Una que no es efímera y tiene visos de futuro. El gran triunfo del desembarco y la bendición del nuevo propietario. Y encima, la mascarilla estaba agotada. El gigante ha vuelto.
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