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¿Qué ha pasado hoy, 7 de febrero, en Extremadura?
Los casi 700 desplazados desde Mérida, en un extremo de la tribuna del Nuevo Ganzábal, animando al Mérida en un momento del partido. :: Pardo
La tarde más triste del año

La tarde más triste del año

El Mérida pierde en Langreo y tendrá que esperar para lograr el anhelado ascenso a 2ªB

FERNANDO GALLEGO

Domingo, 22 de junio 2014, 22:32

Tras completar todas las etapas de la temporada en un permanente estado de fiesta, al Mérida le tocó llorar en la última parada de todas. Se cayó el equipo de Bernardo Plaza a un milímetro de la meta, ahí donde más duele, cuando ya no hay más oportunidades. A los emeritenses, de menos a más ayer en Langreo, se les escapó de las manos el anhelado ascenso a Segunda B en el minuto 76 de partido. Ni uno más, ni uno menos. La crueldad del fútbol le cayó toda encima.

Cuando se hizo con el control del partido, cuando mejor estaba físicamente, cuando más peligro creaba y menos quebraderos sufría... Mansilla sacó una mano a pasear dentro del área y penalti. Gol de Pablo Acebal y adiós. Adiós porque no se volvió a jugar más. El Langreo actuó como actuaría cualquier hijo de vecino, el árbitro se lo permitió y el Mérida cayó cual pardillo en la trampa.

Primero fue la celebración del gol. Un minuto. Luego fue una invasión de campo para provocar a los aficionados del Mérida, arrinconados en un extremo de la tribuna. Dos minutos. Más tarde fueron los jugadores del Langreo que se encararon con los del Mérida, que protestaban por la situación. Dos minutos más. Y cuando se reanudó el juego, cualquier roce era significativo de una batalla campal, de un no me toques allí que te toco allá, de calambres y tirones, de cambios eternos... El Mérida, a quien le interesaba jugar los máximos minutos posibles, se encaró y se desesperó, y por tanto perdió también en el otro partido.

Desde el gol hasta el final del encuentro transcurrieron 20 minutos, de los que apenas se jugaron cinco. Y en esos cinco, el Mérida también falló. Ya con Alfonso de la Cruz expulsado y Mansilla de delantero centro, sin sus dos pivotes defensivos y con Borja y Sunny en el campo, se dedicó a colgar balones. Y no hay nada que al Langreo le guste más que eso. Vivió plácidamente el bloque asturiano el tramo final saboreando un ascenso que sabía que no se le escaparía. Siempre estuvo más cerca el 2-0 que el empate.

Le faltó al Mérida reaccionar bien y rearmarse mejor. Sólo tenía que jugar cómo lo estaba haciendo antes del gol, pero se desesperó y se puso nervioso. Y ahí perdió el ascenso. Porque antes, aún con 0-0 en el marcador, estaba más cerca de él que el propio Langreo, que, al contrario que el Mérida, fue de más a menos.

Un calco de la ida

A Pablo Lago no le importó repetir sistema, aún jugando en casa y necesitando un gol para ascender. Es decir, cinco defensas. Se lo esperaba, sin duda, Bernardo Plaza, un técnico que sí cambió: cuando más gol necesitaba, sacó del 'once' a sus dos delanteros centros (Sunny y Toni) para dar cabida a Santi Amaro (trivote) y Boro. Pretendía, con la movilidad de los tres arriba, engañar y coger en un renuncio a una zaga, la asturiana, que en el Romano se mostró inmaculada.

Pero el choque arrancó calcado al de hace ocho días: los locales tenían el balón, jugaban con más intensidad, merodeaban el área contraria y su guardameta apenas entraba en juego. El problema para el Mérida es que ayer no era el local. Pero nunca pasó apuros de verdad. Controlaba el ritmo el Langreo, pero los de Bernardo Plaza no sufrían un ápice en defensa. Sólo les faltaba tener más presencia en ataque, ver más de cerca el rostro de Guillermo. Y con el paso de los minutos se fue entonando.

Y justo cuando Cristo, Troiteiro y Boro comenzaron a entenderse (ya habían jugado juntos los tres en alguna que otra ocasión, pero con delantero de referencia arriba), llegó la mejor ocasión del partido. Hilvanó en el medio como nunca antes lo había hecho el conjunto emeritense: tocó tres veces en una baldosa, Troiteiro abrió a la izquierda para la internada de Jonhy, éste la puso al corazón del área, Boro metió el pie, Guillermo rechazó como pudo, y Santi Amaro, que llegaba desde atrás, empujó con oposición al palo. Esos detallitos que deciden una eliminatoria...

Y aunque llegó el descanso, pareció que no. Porque el Mérida comenzó como había acabado la primera mitad. Es decir, dando un pasito adelante y sumando llegadas al área mientras Manu seguía de espectador. Es cierto que las ocasiones de gol (a excepción de la del palo) brillaban por ausencia en ambos equipos, pero el juego ya no se desarrollaba en el balcón del área del Mérida sino en campo del Langreo. Además, cada vez que robaban, los emeritenses salían con más gente en ataque. Y todo parecía que iba a cambiar con la entrada de Jorge Caballero, desestabilizador nato. Pero entonces, en una contra, Chus centró sin aparente peligro desde de un lateral y el balón se estrelló en el brazo de Mansilla. Justo ahí pudo acabar el partido porque no volvió a pasar nada más.

Bueno sí, pasó todo lo que afeó el tramo final y el ascenso del Langreo: bronca, pelea entre aficiones, provocaciones, pasividad policial, impotencia... A la temporada del Mérida, de sobresaliente, sólo le faltó el broche final para que le subieran a matrícula. Pero que no se le olvide que ha conseguido algo más grande e importante que el propio ascenso: recuperar el amor de una ciudad. Este es el principio del comienzo.

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