Secciones
Servicios
Destacamos
Joaquín Parra deja de ser un mal sueño. El Badajoz cierra una etapa que acabó en pesadilla, pero que empezó como una fantasía que deslumbró a propios y extraños. Ahora inicia una nueva era de la mano de Lanuspe SL, recibido con una sensación contraria ... de desesperanza en medio de un clima de desconfianza y rechazo. El club pacense entierra a Joaquín Parra y se agarra a la vida con Luis Oliver, resignado al futuro incierto que le ofrece el empresario navarro.
La llegada de Joaquín Parra fue un auténtico revulsivo y desde el primer momento se hizo notar. Se llegó a decir que la primera vez que entró en el vestuario blanquinegro para conocer a la plantilla lo hizo tirando billetes. Solo es un ejemplo, algo exagerado quizás, de la carta de pesentación de un personaje que empezaba ya a llamar la atención en la ciudad, pero que reflejaba su perfil populista y lo que vendría después. Porque con Joaquín Parra todo era a lo grande. Al menos en su primer año. Hasta que de ese surtidor que parecía inagotable dejó de salir gasolina. Entonces apareció como salvador para poner al día a la plantilla de sus atrasos en un momento que el club se planteaba acogerse a un preconcurso de acreedores como así desveló la directiva de Pablo Blázquez en una asamblea celebrada en abril de 2019 en la residencia Hernán Cortés. Una situación que se había convertido en crítica por los continuos incumplimientos de Premium Sport, sociedad a la que estaba cedida la gestión del Badajoz. El club rompió unilateralmente con la sociedad de Matías Navarro, cuyo drástico final de la relación sigue en los juzgados por un cruce de denuncias entre ambas partes. Solo un mes después se confió el destino de la entidad a Joaquín Parra y desde ese primer minuto se subió al escenario para ilusionar con sus intenciones. Como puente a la transformación en SAD -que ya había iniciado anteriormente Premium- nombró a una junta gestora formada por cuatro miembros de la anterior directiva: Álvaro Trigo, José María Martínez 'Joselito', Miguel Barrado y Pepe Reynolds y su hombre de confianza Carlos Navarro. Se quitó del medio a Pablo Blázquez y siempre que tenía la oportunidad aprovechaba para ningunear su gestión. Se había presentado como un empresario hecho a sí mismo y esa sería su seña de identidad extrapolándola a un club presidencialista. A su imagen y semejanza.
Noticia Relacionada
Entre tanto, Joaquín Parra empezó a motivar a los jugadores con primas y el equipo se metió en el playoff. Todavía no formaba parte del club y ya se había ganado a todos. El propio empresario sevillano reconocía en su primera entrevista en junio de 2019 que tuvo que cerrar el grifo porque el club no estaba preparado para ascender. Y se puso manos a la obra. El Nuevo Vivero era un ejemplo de desidia y abandono. Daba pena. Ese verano cambió las butacas del estadio, tapó los fosos y lavó la cara al exterior dándole una identidad propia. No concebía que no hubiera ninguna referencia al club y el nombre del CD Badajoz relucía en la fachada. Los colores corporativos en blanco y negro predominaban por todos los espacios. Igualmente colgó un escudo gigante de la Tribuna. Un año después acometió la reforma integral con el cambio de césped, vestuarios con taquillas personalizadas, jacuzzis, cocina, gimnasio, sala recreativa... Todo a la última y sin mirar presupuestos. No escatimaba. Los operarios trabajaban día y noche. Sin descanso. Y lo transformó en un estadio '5 estrellas', a la altura de cualquier club de Primera. Su lema se basaba en los hechos y no promesas. Presumía de ello. Así se dio un baño de gloria al abrir el estadio a los aficionados para darles a conocer su gran obra. Se los metió en el bolsillo. La concesión del estadio ha sido su gran caballo de batalla. Acostumbrado a implicar a las instituciones y llevarse a la gente de calle, con Fragoso al frente del Ayuntamiento de Badajoz pinchó en hueso. El acuerdo nunca se cerraba y eso que llegó a anunciarse con toda la pompa de los actos públicos hasta en dos ocasiones. El convenio se había redactado por 75 años. Aunque se llevó a un pleno extraordinario y de urgencia, saltándose algunas indicaciones contrarias de la interventora municipal, nunca se llegó a firmar.
Su figura se popularizó tanto que hasta una murga se caracterizó de su personaje y fue Gaspar en la cabalgata de Reyes repartiendo bolas con regalos sorpresa. Un dispendio y todo un derroche que a nadie parecía importar. En la ciudad se decía que el tipo estaba 'forrao' y todo el mundo daba por hecho que le sobraba el dinero. Era el 'rey midas'. Pero resultó ser todo un truco de ilusionismo porque dejó el Nuevo Vivero lleno de deudas.
Había contagiado una ilusión que empezó a brotar ya con el ascenso en Calahorra en 2017 con Pablo Blázquez como maestro de ceremonias. Joaquín Parra le dio ese empujón que faltaba con su personalidad arrolladora. El 23 de mayo de 2019 había firmado el acuerdo de gestión y el 4 de junio los socios fundadores lo aprobaron en la asamblea. Ya tenía las riendas del Badajoz. Se llevó al equipo a Marbella para hacer la pretemporada. Como los grandes. Se propuso llegar a los 8.000 abonados y aunque parecía una fantasmada de cara a la galería llegó a superar los 9.700. No le hacía falta tirar tan alto porque el récord estaba en 5.600 de la época de Tinelli en Segunda. Pero la ambición de Joaquín Parra no tenía límites. Incluso llegó a decir que no iba a parar hasta llevar al Badajoz a la Champions, lo que le llevó algún tirón de orejas de Fernández Vara, como el mismo dueño del Badajoz llegó a revelar en alguna ocasión. Presumía de tener hilo directo con el presidente de la Junta y le llamaba para pedirle consejos. Tenía esa habilidad de embaucar a todos con lo que tuviera en mente. Nunca paraba. Siempre había alguna idea que llevar a cabo.
La Copa del Rey fue su momento culmen. Las Palmas, Eibar y Granada en una eliminatoria memorable y épica forzando la prórroga en el descuento. El primer lleno histórico del Nuevo Vivero en un partido del Badajoz. Nunca antes el club había colgado el cartel de no hay billetes. Ni siquiera el día de su inaguración el 2 de diciembre de 1998. Seguía rompiendo techos. Otro muro que derribó fue el de movilizar a la afición blanquinegra hasta completar 22 autobuses para viajar a Mérida en aquel maldito marzo de 2020. Pero el coronavirus frenó su ópera prima. Y con la liga partida desde marzo, el Badajoz disputó su segunda fase de ascenso en Algeciras ante la soledad de las gradas. Tampoco pudo ser.
Otra vez había que empezar de nuevo y a pesar de no tener la certeza de permitirse público en las gradas, más de 7.000 almas se alistaron para una nueva batalla. Parecía la definitiva, aunque Joaquín Parra se había marcado desde un principio tres años de plazo para subir a Segunda. Dobló su apuesta. En diciembre asumía plenos poderes en el club al publicarse oficialmente en el BORME la conversión en SAD. Pero en enero de 2021 se acabó la fiesta. Por entonces ya se le estaba investigando por el presunto fraude del IVA de las gasolineras y el dinero no fluía. Con impagos desde febrero se llegó a la fase de ascenso con una clasificación impecable. Se lo jugaba todo a esa carta. Lo tenía todo a favor. Era el momento. Tenía que serlo. El empresario sevillano se empeñó en traer el playoff a Extremadura y convenció a todas las administraciones a participar del proyecto. Lo pensó como regalo para la afición blanquinegra y que pudiera disfrutar del ascenso en casa. El mejor escenario posible. El equipo había arrasado y nada hacía presagiar el trágico desenlace del Amorebieta. El castillo de naipes se desmoronó. El equipo había llegado a la orilla con chalecos salvavidas y la barca volcó. El cuento de hadas se convirtió en pesadilla. Abatido y desolado, Joaquín Parra amagó con irse. Su familia se lo pedía. Vara le visitó la mañana siguiente en el hotel y le animó, según reveló el propio Parra. Se dio una última oportunidad. Su promesa era por tres años y no podía fallarle a la afición. Eso decía. Y desde ese mismo instante pidió el apoyo de toda la ciudad. Adelantó la campaña de abonos alentando a los seguidores con el gancho de construir un proyecto parecido. Pero esas prisas tenían otro trasfondo. Las urgencias pasaban por tapar los agujeros de la campaña anterior y levantar las denuncias ante la AFE antes del 30 de junio para poder competir. Una estratagema que la afición no le perdonaría cuando el secreto a voces se hizo público. El nuevo proyecto partía así hipotecado por las deudas de la temporada pasada. Con ese desfase era imposible llegar a junio. Se amplió el capital social a 4,6 millones por un canje de deuda, que ahora se está comprobando con facturas que pasó al club sin pagar, y dejó reducido el consejo de administración a su círculo más íntimo: el propio Parra, su mujer Carmen y su hijo Iván.
Dos meses después todo saltó por los aires con el registro del Nuevo Vivero y su posterior ingreso en prisión. Ni sus supuestos problemas con la justicia hicieron quitar la venda a su legión de adeptos. La afición seguía profesando una fe inquebrantable en su mesías. Las cuentas fueron intervenidas y el Badajoz funcionaba a la deriva, pero gracias a los esfuerzos y gestiones del personal del club se consiguieron desbloquear para pagar algunas mensualidades. Los patrocinadores se volcaron y la situación se pudo estirar hasta noviembre. Los recursos ya no daban para más. Y el club terminó de explotar. Los proveedores dejaron de prestar sus servicios. Aficionados, jugadores, técnicos y personal del club ya no podían más y exigían soluciones. El Badajoz se encaminaba al colpaso. Dupi admitía que el club estaba en quiebra. Tuvo a toda la ciudad en su mano y ahora se quedaba solo. Le empujaban a vender. No tenía otra salida. El rechazo era absoluto. Empezó con las primas y acabó sin pagar, embarrado de deudas. Acorralado, no le quedó otra escapatoria que ceder ante la nueva esperanza de Daniel Tafur. Su salida más digna para el ilusionista de los récords que pasó al ostracismo. Pero fue otra argucia propia de pestidigitador. Le metió un farol al profesional del póquer.
En un nuevo giro inesperado metió en el club a Luis Oliver. El desconcierto era total. Entre unos y otros tenían secuestrado al Badajoz. El club funcionaba como una bicefalia, pero sin dueño a efectos operativos. Con Lanuspe en la gestión del club, el vestuario y la afición recelosos, se consiguió acabar la temporada y a las puertas del playoff. El pulso entre la plantilla y la gestora se acrecentó. Máxima tensión.
Ahora empieza una nueva era. El Badajoz ha conseguido salir del juzgado, pero las dudas no desaparecen por la oscura sombra de Oliver. Borrón y cuenta nueva.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.