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El Badajoz ha despejado por fin una de las principales incógnitas que inquietaban a la afición. Pese a que estos días había sonado con fuerza el nombre de Paco Herrera, finalmente será Óscar Cano (Granada, 11 de noviembre de 1972) quien se siente en el banquillo del conjunto blanquinegro en la campaña 2021/22.
El técnico andaluz ha entrenado al Castellón las últimas dos temporadas, hasta que fue destituido el pasado mes de enero. La derrota ante el Espanyol dejaba a los albinegros en la penúltima posición, cayendo a un descenso que se ha terminado consumando en mayo. Cano llegó al conjunto castellonense en la 2018/19 poniendo fin a un periodo alejado de los banquillos tras asumir la dirección deportiva de la Cultural y Deportiva Leonesa en Segunda. Asumió el cargo cuando el equipo naufragaba camino de Tercera y tras enderezar el rumbo certificó la permanencia en la categoría de bronce. De pelear por eludir el infierno a saborear el fútbol profesional. Al año siguiente quedaba campeón de grupo y vencía 1-0 a la UE Cornellà en la eliminatoria de ascenso para acceder a Segunda, justo lo que a ahora se le exige en su nuevo destino.
Comenzó su trayectoria en los banquillos de varios equipos de la provincia nazarí, pero sería en el CD Baza donde grabó la primera gran muesca de su currículum, certificando la mejor posición del club en su historia en Segunda B. Merced a ello, el Granada se fijó en él y echó sus redes para incorporarlo. Con los rojiblancos finalizó quinto y se quedó a las puertas de pelear por subir a Segunda, un privilegio que le arrebató el Mérida, que acabó cuarto. Sí lo lograría en el Polideportivo Ejido, aunque cayó ante el Barcelona B en el primer cruce.
En 2010 firmó por el Salamanca, con el que cuajó un gran inicio de curso, pero diez derrotas consecutivas fueron una losa demasiado pesada y fue despedido. También figuran en su carrera un paso breve por el Alcoyano, el Melilla y la selección sub-19 de Catar, además de su experiencia con el Betis en la tercera categoría. Los verdiblancos bajarían a sus órdenes. Óscar Cano decidió continuar y regresaron un año después.
Tendrá la ardua tarea de hacer olvidar a un Fernando Estévez que caló muy hondo entre la afición del Badajoz. Su salida se anunciaba unas horas antes, un desenlace más que esperado. Las probabilidades de que repitiera la próxima campaña fueron pasando de improbables a muy remotas, aunque la situación ha dado muchos giros desde aquel fatídico duelo ante el Amorebieta en el Nuevo Vivero.
Primero porque el presidente de la entidad, Joaquín Parra, no tuvo dudas a la hora de afirmar que el técnico granadino sería ratificado en el puesto: «Tiene contrato y no me planteo otra opción». Esas fueron las palabras del máximo mandatario sevillano en la rueda de prensa en la que comunicó que se daba otra oportunidad para llevar al conjunto pacense al fútbol profesional.
A partir de ahí volvió a reinar el silencio, un síntoma de que las posturas de los implicados se alejaban. La marcha de David Vizcaíno dejó el asunto en el aire y Dupi, que asumió la batuta de la dirección deportiva, fue parco en palabras al respecto y no se pronunció con rotundidad. «He hablado con el míster de cara a ese proyecto que yo me imagino para la 21-22 y a día de hoy es el entrenador. Estamos hablando de ello, pero está todo abierto», comentó. Unas conversaciones que no prosperaron.
Parra volvió a salir a la palestra, y no precisamente para elogiar la labor del técnico, ya que en una entrevista concedida a Onda Cero reprochaba a Estévez la falta de alternativas tácticas para afrontar los partidos ante rivales correosos y férreos, tal y como ocurriera en la derrota frente al Mérida en la primera vuelta y ante el Amorebieta.
Esas declaraciones ponían en evidencia que la intención del club no pasaba por mantenerlo en el puesto. A partir de ahí, el carrusel de nombres empezó a sucederse y en las quinielas fue desapareciendo el preparador andaluz, hasta que este viernes el Badajoz informó a través de sus redes sociales que separaban sus caminos «por voluntad de ambas partes».
Se cierra así una etapa corta pero muy próspera en la que imprimió carácter e intensidad para exprimir todo el talento que atesoraba una plantilla joven y con muchos quilates. Su método y su filosofía enraizaron a la perfección en el vestuario, convirtiéndose en una máquina de ganar engrasada y fiable. Repartir minutos y méritos era una labor compleja e ingrata ante la constelación de estrellas que tenía bajo su mando, pero todos se sintieron partícipes. Es evidente que había mimbres, pero su legado ha sido gestionar con mano izquierda y pulso firme a un grupo de jugadores que podrían ser titulares en cualquier otro equipo de la categoría.
Estévez recaló en la escuadra pacense en el mes de octubre tras una pretemporada convulsa con la herencia de la eliminación en las semifinales del playoff ante el Barcelona B. Las dudas se intensificaron en la parcela deportiva después de un verano en el que los resultados no acompañaron y el juego no convencía. Fruto de ello, Pedro Munitis abandonaba el barco antes de que la espada de Damocles cayera sobre él. Cogió el testigo el preparador granadino, que debutaría en la segunda jornada ante el Don Benito con una victoria (2-0). Era la primera piedra de un periplo de récord que llevó al Badajoz a lograr el título de campeón de Segunda 30 años después del último, con gran superioridad y números estratosféricos.
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