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Hace casi un cuarto de siglo, Alejandro Mancuso desafió los parámetros cartesianos cincelando con virtuosismo un salvoconducto en la línea temporal que conectó lo efímero ... con la eternidad. Su paso por el Badajoz fue tan corto como intenso, depositando en la memoria colectiva un legado que ha sido el antídoto más potente contra la amnesia del paso del tiempo en un imaginario colectivo futbolístico que vaporiza los recuerdos. Apenas cinco meses bastaron para encandilar a un Vivero que vivía sus últimas tardes de balompié antes de entregar el testigo al nuevo feudo. En ese escenario que visita ahora henchido de fascinación por su progreso apenas dejó su impronta. Disputó un partido, una liturgia de bendición y despedida al mismo tiempo.
Más bien fue un hasta luego, porque unos 25 años después regresa para vibrar con el Badajoz, aunque en este caso pasará del púlpito en el que impartía cátedra desde la medular, a la cávea en la que seguirá la evolución de su heredero como aspirante a conquistar el fervor del público pacense. «Fue algo extraño y a su vez bonito, porque es de los lugares en los que mejor he estado y me trae muy buenos recuerdos». No solo futbolísticos, también a nivel familiar». Gianluca Mancuso, fichaje de este verano para Isaac Jové, nació el 3 de febrero de ese 1998 en el que su padre recaló en Badajoz. «Cuando llegué él era muy pequeño, aprendió a caminar aquí», narra Alejandro, que ha querido acompañar a su hijo en el proceso de adaptación.
Su vástago reconoce que no le alcanza la memoria a esa época en territorio extremeño, «pero hay muchas fotos en mi casa y desde pequeño me han hablado de la ciudad y del club, es un placer poder jugar aquí». Ni mucho menos pasó desapercibido el periplo de su progenitor por Badajoz y no han faltado las batallitas: «Siempre me hablaba que eran muchos argentinos, que disfrutaban dentro del club y que siempre estaban juntos fuera».
Por aquel entonces, Alejandro fue recibido en loor de multitudes. Cotizaba al alza y varios equipos brasileños suspiraban por él tras su exitoso paso por Flamengo y Palmeiras. A punto de firmar por el Atlético Mineiro, apareció Marcelo Tinelli para romper todos sus esquemas. «Me contó el proyecto, me gustó y me sumé. La idea era montar un gran equipo para pelear por el ascenso». Aunque la historia podría haber sido muy diferente, ya que el máximo rival estuvo al acecho y pujó fuerte por su incorporación. «Cuando llegué al aeropuerto de Madrid estaba el presidente del Mérida y quería hablar conmigo para ofrecerme el doble de lo que me pagaba el Badajoz. Pero les dije que ya me había comprometido con Tinelli. Por suerte elegí bien y fui muy feliz».
Resalta la pasión y entrega de la hinchada blanquinegra, que le cautivó por completo, y de su fugaz periplo, se queda con el triunfo en una eliminatoria de Copa del Rey ante el Oviedo en la que vencieron 3-1, «fue una fiesta, nos salió todo lo que pretendíamos, el fútbol, los goles... Fue una noche memorable». Mantiene amistad y contacto con muchos de sus compañeros de aquella época, como con David Bisconti o los hermanos D'Amico. No en vano, Fernando ha ejercido de cicerone durante su estancia.
Torciendo un poco el gesto y con cierta nostalgia, admite que le quedó una espina clavada de aquella época: «Me tenía que haber quedado mucho más tiempo sosteniendo el proyecto». Pero los cantos de sirena desde Brasil terminaron decantando la balanza. «Ese fútbol me había encajado mucho en mi funcionamiento y siempre tenía ofertas de allí. Me dieron la posibilidad de volver y decidí con mi familia regresar». En realidad, le quedó otra gran cuenta pendiente. Y para desvelarla, mira con complicidad a Gianluca y le espeta: «Tienes la gran oportunidad de coronar ese sueño que yo no pude conseguir, que es el ascenso». Y su hijo recoge el guante: «Sería una locura, algo muy bonito que el apellido siga creciendo en este club».
Alejandro compara la experiencia de su hijo y la suya y sostiene que Gianluca posee una ventaja de la que él carecía cuando aterrizó: «Cuenta con un nombre en el fútbol español y lo conoce, yo venía de otro lugar y carecía de referencias». En el verde, hay diferencias notorias en cuanto al perfil e inevitables similitudes entre ambos. «Él es un jugador mucho más moderno, vertical en las transiciones, dinámico y agresivo en las marcas. En mi época nosotros teníamos mucha más posesión porque había muy buen pie. A los dos nos gusta tenerla, pero ahora se inculcan otros movimientos y ahí encaja perfectamente». Gianluca asiente, corrobora y añade: «Era muy bueno, otro estilo, con recuperación, un mixto. Es zurdo y yo soy diestro», analiza admitiendo que cualquier noción acerca de las virtudes de su padre proviene de Internet, a través de vídeos recopilatorios.
Le guió, pero luego voló solo. «De chico me inculcó cosas, me hacía pegar a la pelota con las dos piernas y tirarme al suelo a recuperar». Aunque el espejo en el que mirarse ha sido Mascherano. Con serenidad explica que no le pesa el apellido Mancuso, ni aquí, por la evocación tan mágica que suscita respecto a tiempos pretéritos, ni en Vélez, cantera en la que los dos se formaron. «No me ha generado presión. Su época ya pasó, ahora lo que haga lo hará Gianluca, no Mancuso».
Alejandro es actualmente analista del fútbol brasileño para ESPN. Esa faceta es la que determinará su calendario de visitas a España. «Cuando pueda juntar diez días me vendré, es un bonita excusa para desconectar un poco de Buenos Aires, llegar aquí, tranquilo y ver algún partido de él en casa».
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