Al Mérida le hacen la cruz

Al margen del espejismo del primer tiempo ante el Linares en la primera jornada, el Mérida se marcó la mejor media hora desde que arrancó el campeonato. Con Felipe Alfonso volviendo a su lateral, Ismael ganándole la partida a Acosta y Llácer a Raúl Prada y Beneit haciendo de enganche. Los emeritenses leyeron a la perfección el partido que tenían que hacer, maniatando al Málaga en ataque y generándole grietas en defensa. Desde el primer segundo (Sandoval se sacó un disparo muy peligroso a los 27'') y hasta el gol de David Larrubia en el 31'. Con fuerza e intensidad en cada acción, alejó al Málaga de su área; jugando rápido y a los espacios, generó las suficientes ocasiones claras de gol como para adelantarse en el marcador. Pero las falló casi todas.

Y entonces, al cuarto de hora, Bonaque le regaló a Dioni lo que el delantero malacitano estaba buscando y lo único que podía sacar de una jugada que ya expiraba: un penaltito, tan laxo como innecesario. Y Roberto lo metió, en lo que fue el primer disparo tanto dentro como fuera del Málaga en lo que llevábamos de partido. Pero el Mérida no se achicó, ni en fútbol ni en ánimos, y a los cuatro minutos empató el duelo tras dibujar un triángulo perfecto: Ben Hamed metió en profundidad a Sandoval, Sandoval centró a Chuma y Chuma empujó a placer el empate a uno desde área pequeña.

El 2-1 estaba muchísimo más cerca que el 1-2… pero el Málaga se inventó su primera gran jugada del partido a la media hora de juego: Larrubia despistó a Llácer y el ex emeritense, desmarcándose hacia el punto de penalti, batió con clase a Palomares, que volvió a hacer la estatua. Y ese gol, mientras el propio Larrubia pedía perdón, apagó al Mérida, que ya no volvió a ser el mismo. El Málaga, con Dani Lorenzo en el mediocentro, le quitó el dominio y el balón y a punto estuvo de cerrar el partido en el 35': tras otra jugada mal defendida, Llácer sacó bajo palo el disparo desde la frontal de Genaro, con Palomares ya batido.

Aún así, el Mérida seguía en el partido. Y a un minuto del descanso, la segunda moneda del árbitro le volvió a salir cruz al equipo de Ruano. Un centro desde la derecha de Felipe Alfonso acabó siendo rematado por Sandoval a placer para subir el empate al electrónico, pero el línea lo anuló por fuera de juego. Un fuera de juego que podría ser… o que no. Lo que es claro es que el línea, desde su posición (mal colocado), jamás podrá saber si Sandoval estaba un milímetro por delante o un milímetro por detrás. Y esa decisión acabó por desquiciar a la grada del Romano y a los futbolistas del Mérida, que se salieron por completo del partido.

En la segunda parte no pasó casi nada. El balón y el dominio fue por completo del Mérida, pero no le dio ni para disparar a puerta. Y el Málaga se dedicó a defender, a dejar pasar el tiempo y a que no pasara absolutamente nada, y envuelto en ese cloroformo apenas sufrió, a pesar de la juventud que tenía sobre el terreno de juego. Agitó Ruano a su equipo con las entradas de Raúl Prada, Acosta y Elejalde primero y de Escardó y Akito después, pero entre los resbalones primero y la impotencia de después, el Mérida se fue desdibujando con el pasar de los minutos.

Le faltó fuerza para un último empujón y le faltó paciencia para no acabar ahogado en su propia impotencia. Lo intentó de todas las maneras, pero el Málaga defendió como nunca y el Mérida evidenció que le falta un punto de calidad arriba para desnivelar este tipo de partidos ante este tipo de rivales. Encontró, como el día del Murcia, un nuevo punto de partida para crecer y creer… pero sigue en graves problemas clasificatorios.