El Mérida es una montaña rusa

Y es que el Mérida de El Collao se pareció mucho al que se explaya cada quince días en el Romano. Ganó… pero aunque hubiera empatado o incluso perdido, el equipo fue fiel a lo que quiere ser: fabricó un fútbol excelso en varios tramos del partidos, coleccionó infinidad de ocasiones de gol, regaló en área propia lo que no está en los escritos, dejó que el rival se levantara cuando estaba noqueado y creyó siempre, incluso en el momento que peor lo pasó. Así sí se puede ir lejos de casa. Nada de lo que pueda pasar en los próximos dos meses es seguro, pero lo que sea no será soporífero.

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Los guiones del Mérida no responden a una línea recta. Los momentos suben y bajan hasta dibujar la cordillera más inusual del planeta. Por ejemplo: si cualquiera se pusiera el inicio del partido y le dijeran que los emeritenses se irían dos goles arriba al descanso, sufriría una especie de microrrotura de neuronas. Pero el equipo de Sergi Guilló se repuso con una solvencia de alabar a las dos claras ocasiones del Alcoyano en los primeros siete minutos y completó una magnífica primera parte.

Antes de asentarse, tuvo que sufrir un despeje de Falcón sobre la misma línea de gol en el 4, después de un centro chut de Losada que tocó larguero y base del poste, y un gol bien anulado por fuera de juego del propio Losada en el 7, tras adelantar la puntera y desviar un centro de Dani Molina que despistó a Palomares. El paso de los minutos asentó a sus tres defensas en campo propio y calentó las conexiones de sus cinco centrocampistas. Y a partir del minuto diez, comenzó a girar el partido.

Primero Liberto envió al lateral de la red un córner ensayado que acabó con un disparo tan escorado como cercano al marco. Después Eslava falló un clamoroso mano a mano de 50 metros, saliendo desde su campo y dejándose atrapar por Primi, que interceptó el disparo tras el recorte del delantero romano. Y a la tercera llegaría la jugada del 0-1. La jugada no, la 'delicatessen'. Porque este Mérida va de golazo en golazo. Si ya el del Yeclano de la semana pasada fue de galería de arte, este fue de museo.

Nil buscó en profundidad a Carvalho, Carvalho dejó casi de espuela para Eslava, Eslava taconeó para Liberto, Liberto filtró para Felipe Alfonso, Felipe Alfonso se la devolvió con otro taconazo y Liberto empaló desde la frontal a la escuadra. Sin duda, el mejor gol asociativo del equipo en toda la temporada… y ya lleva unos cuantos.

Disfrutaba tanto el equipo de Guilló que, tras otras dos ocasiones sustanciales, amplió distancias con una internada de Nil Jiménez, que aprovechó un gran pase de Carvalho para cruzarse a su defensor en el área y disparar sin oposición a la red a la media hora de partido. El equipo se estaba pareciendo a su versión de Santo Domingo de hace casi una vuelta, cuando se fue al descanso ganando 0-2 al Alcorcón.

Tan parecido que, a la vuelta de vestuarios, con Vicente Mir realizando un triple cambio y modificando el dibujo, se encontró con un gol en contra en el primer ataque tras el descanso. Dani Molina, sólo en el balcón del área, se sacó un zapatazo ajustado ante el que nada pudo hacer Palomares. Aún no había digerido el Mérida las entradas de Ismael Athuman y Mizzian por Saúl del Cerro y Eslava cuando empezaba un nuevo partido para él.

Los cambios de Guilló no provocaron ningún cambio de esquema: seguía cerrando con tres, con Felipe Alfonso y Nil Jiménez más cerca de los delanteros que de los defensas, y con Miki, Carvalho, Doncel y Liberto buscándose por dentro. Y el partido se convirtió en un carrusel de ocasiones. Para uno y para otro. Pudo llegar el 1-3 pero lo que llegó fue el empate a dos, tras otro córner mal defendido en el 69.

A partir de ahí, con balones colgados tras faltas regaladas y rematando el Alcoyano absolutamente todo, al Mérida no le importaba firmar el empate. La salida de Miki, tras una fuerte caída en el 58, hizo que los emeritenses perdieran el control y la clarividencia en el medio. Pero entonces, a poquísimo del final, Felipe Alfonso agarró el cuero a 30 metros y, con la ayuda otra vez de las manos blandas de Jaume Valens, colocó con su osadía al equipo en puestos de playoff.

Dicen que al principio de todo fue el Verbo. No. Antes, mucho antes, fue la emoción.