El Mérida necesita una transfusión

Muy pocas cosas positivas ofrece a día de hoy este Mérida para poder agarrarse a una resurrección. Porque la peor de las sensaciones es que no compite. Que con un soplido muy leve es capaz de caer a la lona y no levantarse de ella en todo el partido. Que cualquier rival, con muy poquito, con una imagen muy discreta, es capaz de superarlo fácil: Castilla, Antequera, este Córdoba… Toda la confianza con la que terminó el curso pasado, la confianza que agarró tras la primera jornada ante el Linares, son ya lágrimas en la lluvia.

Y eso que el partido le sonrió muy pronto: a los tres minutos, Kike Márquez cazó por detrás a Raúl Prada y el colegiado decidió expulsarlo justamente con roja directa. Los dos siguientes puntos en el manual de instrucciones de este juego dicen, literalmente: «Uno: la ley de la compensación del árbitro para igualar las fuerzas del local. Y dos: evitar errores propios e infantiles que puedan girar de nuevo el partido». Pues el Mérida cayó en los dos, cual equipo benjamín.

Busi vio una cartulina amarilla en la jugada siguiente tras una falta innecesaria en el área del Córdoba, Elo dudó en un pase largo que requería un despeje contundente y Busi levantó mucho el pie en una acción sin necesidad en el círculo central. Amarilla, gol en contra, doble amarilla… y el Mérida, a la lona. Con todo el favor, el propio Mérida se encargó de poner de nuevo todo en contra. Y lo logró con nota. A los tres minutos jugaba con uno más y a los 33' perdía y ya estaba en igualdad numérica.

Porque, aunque no se lo creía, el equipo de David Rocha empezó a crecer en el partido con uno más, a ganar en confianza, a creerse que podía rascar algo positivo de El Arcángel. Akito enganchó una bola en área propia y la condujo pegada al pie y tras deshacerse de un rival hasta la contraria (le faltó atinar en el pase final) y minutos después Beneit disparó flojo y centrado un pase de la muerte de Padilla. Pero tras una pérdida tonta de balón en campo contrario, el Córdoba lanzó al espacio, con toda la ventaja del mundo para Elo, y entre dudar si cederla al portero o despejar, Carracedo le comió la tostada y cedió con la punterita para que Antonio Casas batiera en el mano a mano a Palomares.

A partir de ahí, no existió el Mérida. Ni en defensa, muy flojo y dubitativo siempre, ni en ataque, donde generó entre muy poco y nada. De hecho, jugaba tan frustrado que no se fue al descanso con el partido sentenciado gracias al culo de Simo, que le sacó un gol cantado a su compañero Antonio Casas en el 44'. Y así se fue al descanso el Mérida, con la necesidad de resetear y fortalecer la cabeza y las piernas.

Y sin embargo, la segunda parte fue mucho peor. Jugó el Córdoba con pocas ganas de atacar y, aun así, Palomares tuvo que intervenir unas cinco veces para evitar el 2-0. Hasta que en otra jugada muy mal defendida, Adilson hizo el segundo a diez minutos del final. Solo llegó el Mérida una vez, con un disparo de Chuma por encima del larguero tras beneficiarse de un despiste de la defensa del Córdoba a su espalda. Porque el 2-1 llegó en la penúltima jugada del partido y porque Gudelj se metió para adentro un centro de Felipe Alfonso.

Y aun así, no tuvo el Mérida la sangre suficiente para robarle al Córdoba un balón en el minuto y medio que quedaba para colgarlo, por si acaso, una última vez. Necesita una transfusión urgente.