![Cuando acudir a un playoff costaba 1.500 pesetas](https://s1.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2024/05/15/Actual-RPWZoSSPiZdJjDy1D2LCTsJ-1200x840@Hoy.jpg)
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La última vez que la Sociedad Polideportiva Villafranca pisó una fase de ascenso en categoría nacional se estilaba el añejo formato de la liguilla ya extinto. Por entonces, el precio de una entrada rondada las 1.500 pesetas y se promocionaban descuentos (costaba 1.000) ... para las mujeres. Ese relato huele a naftalina y las pinceladas de la memoria tiñen de sepia su trazado nostálgico. Ha transcurrido un cuarto de siglo. Fue en la campaña 1997-98 cuando el conjunto amarillo desafiaba a su propia historia porfiando por escalar hacia un nivel inexplorado, Segunda B, un territorio vedado hasta la fecha.
En el campeonato regular quedó tercero por detrás del Jerez y del Mérida Promesas con 77 puntos. Pero el sorteo fue cruel y le enmarcó en el grupo de la muerte, en el D2, compartiendo travesía con el todopoderoso Ceuta, el Guadalajara y el Polideportivo Ejido.
«¡Madre mía!», se lamentaba el presidente de la entidad, Alfonso Cuéllar, que se echaba las manos a la cabeza al conocer los designios del bombo. «Esto es horroroso. No nos podía haber ido peor». Y no se equivocaba el dirigente, ya que su equipo solo pudo sumar dos puntos y acabó último, con los norteafricanos, que multiplicaban por diez el presupuesto de los extremeños, subiendo.
Fue la época más dorada, porque la proeza tuvo una secuela el siguiente curso. En la 1998-99, el Villafranca finalizó segundo por detrás del Grabasa Burgillos, del que se quedó a un punto firmando 84, por delante del Don Benito y el Mérida Promesas. El discurso de Cuéllar fue menos derrotista al conocer sus rivales: «no tenemos miedo a nadie. Ahora mismo lo vemos con optimismo. Más que seis finales son cinco, porque si ganamos los cinco primeros seguro que ascendemos».
Lo tuvieron algo más cerca y compitieron mejor, pero tampoco gozaron de opciones reales, porque a falta de un duelo se esfumaron sus aspiraciones de manera matemática. Les tocó batirse el cobre con el Maracena, el Hellín y el Linense, que sería quien finalmente lograra el ansiado premio sumando 11 puntos, por 7 de los extremeños.
Aquel fútbol modesto y puramente vocacional, no tan distinto al actual, dejaba como estampa costumbrista un banquillo huérfano de su entrenador principal por motivos laborales. La ausencia de Isi Lavado la alivió Feli, que dirigió al Villafranca en su primer compromiso del playoff, un anglicismo que por entonces se asociaba a cierto esnobismo y se desterraba de la narración. Pedro, Pipe, Nico, Susi, Cano, Mínguez, Macías, Manchón, Queru, Víctor Cruz, Juan Carlos... Son algunos de los nombres propios de un Villafranca para el recuerdo. Ahí quedó varado el sueño.
Le siguieron nueve años más en Tercera División, rondando la parte media-baja de la tabla, hasta que en 2008 consumó su descenso a Preferente. Regresó al siguiente curso, pero fue un periplo de intermitencia que a partir de 2012 les abocó a casi una década de travesía por el desierto.
En la 2020-21 dejaron atrás la bautizada como Primera Extremeña y, tras ser décimos y octavos, esta temporada se han colado en la cuarta plaza para adjudicarse el derecho a litigiar con el Azuaga, con primer envite en casa, este domingo, a las 18.30, por un billete para la final regional, paso previo para el último escollo de la batalla a nivel nacional.
Allí acudirán Isi Lavado y Alfonso Cuéllar, «siguen yendo a apoyar, pero sufriendo desde la barrera», cuenta el actual presidente, Cipriano Santos. La fotografía es muy diferente, del carrete a los 'tropecientos' megapíxeles de teléfonos inteligentes, pero la ilusión es atemporal, «antes daba vueltas por el pueblo un coche con un altavoz repitiendo '¡ascenso a Segunda B!'». De información instantánea con un clic a «acudir a los bares para consultar en un cartel enorme plagado de publicidad cuándo y dónde jugaba».
El Villafranca refrendó el pasado domingo en el Municipal su condición de equipo de playoff a Segunda RFEF venciendo al Trujillo (2-0) para remasterizar un hito desconocido para toda una generación. Meta completada, porque el dirigente confiesa que era ambicioso en verano, «suelo tirar por lo alto y eso me trae algún inconveniente con la junta directiva, se me caldea la boca y tiro para arriba». Aunque no se conforma: «digo que hemos cumplido, pero con la boca pequeña, una vez que estás ahí...».
No es ninguna bravuconada, la seriedad del proyecto es incuestionable, con el técnico José Antonio Ruiz a la cabeza, que cogió las riendas el curso pasado y al que responsabiliza de un alto porcentaje del éxito: «Sabe sacarle el rendimiento máximo a los jugadores, es un entrenador de primer nivel».
Cuenta, además, con escuderos como Javi Pérez, máximo exponente del vestuario junto a Ricardo Durán e Ímola, que tutelan una joven constelación de promesas como Ritoré, Matheus, Baaqi, Piro, Pavón... Todos ellos rondan la veintena y Artiz, un chaval de 17 años, custodia la meta.
'Cipri' admite que están recogiendo frutos de un abnegado trabajo de profesionalización cuyo mayor exponente lo exhibe la cantera, «estamos muy contentos con las escuelas deportivas y esperamos que en poco tiempo tengamos a 7-8 niños jugando con nosotros en Tercera... o en Segunda RFEF», fantasea.
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