El fútbol empieza a convertirse en una referencia anexa al apartado de sucesos en el boletín de noticias del Badajoz. No hay semana en ... la que la actualidad blanquinegra no se vea sacudida por algún capítulo extradeportivo para desazón de su afición que, tras la derrota frente al Jaraíz, focalizaba su justificada ira hacia la propiedad y el banquillo por el deficiente rendimiento del equipo y que horas después asistía perpleja (aunque por desgracia ya no tanto) a otra bomba que estallaba fuera de los confines del rectángulo de juego. La sanción disciplinaria a Ander Montori y la apertura de un expediente a varios integrantes del plantel pacense ponen en solfa las dificultades de coagulación de una herida que supura incesantemente y que se extiende a todos los estamentos de la institución.
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Desde el club, sistemáticamente se ha restado trascendencia normalizando toda suerte de circunstancias rocambolescas, como los cortes de luz que sufrieron en septiembre durante una semana en el Nuevo Vivero, al suspender la compañía eléctrica el suministro por retrasos en el abono de unas facturas. El técnico e hijo del dueño, Luis Oliver Sierra, banalizó aquel episodio y contraatacó acusando a cierto sector del entorno de intoxicar el ambiente. «Han cortado la luz y más cosas que harán. A nosotros nos da igual. Fomentáis unas actitudes de un montón de gente que odia al club. A nosotros no nos afecta», sostenía apuntando a los medios de comunicación.
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Ese mismo mes también se minimizó la gravedad de la solicitud por parte de la Seguridad Social de Badajoz al Juzgado de lo Mercantil del inicio del proceso de liquidación de la entidad por una deuda insatisfecha de unos 300.000 euros, orden que no se levantó hasta más de un mes después, el 15 de octubre. De nuevo, el técnico aragonés mencionaba intenciones aviesas detrás de ese revés: «Interesa que el Badajoz esté en la picota. Nos han enterrado siete veces en los últimos seis meses y aquí seguimos».
Un terremoto que contó con una réplica en febrero, cuando la Tesorería General reclamaba el cumplimiento del calendario de pagos tras rechazar los avales presentados al no considerarlos válidos. «No hay ningún riesgo de que el club entre en liquidación», sostenía Oliver Sierra. Sin olvidar que en los primeros compases del curso Lanuspe no afrontó el pago correspondiente a la compra de las acciones a Joaquín Parra, cuyo plazo vencía el 30 de septiembre, y optó por solicitar un aplazamiento al Juzgado de Málaga.
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De manera más reciente, unas cantidades no abonadas al exjugador Javi Ros se interpusieron en el camino de los blanquinegros en el tramo final del mercado invernal, obstaculizando la inscripción de la última incorporación, Borja Domingo, que se perdió el choque clave ante el Llerenense por tener el Badajoz temporalmente los derechos federativos suspendidos. Y Oliver Sierra volvía a revolverse y a dirigir el discurso hacia el exterior: «Entiendo que hay clientes de cualquier mierda que se diga del club y a la gente le encanta colapsar y sobreactuar con todo lo que pasa alrededor del Badajoz, pero es el día a día de un club que debe tres millones de euros».
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