Ahora que está acabando el celo, la temporada de perdiz con reclamo llega a su fin y el cuerpo del reclamista se recupera del estado febril en el que quedó sumido durante más un mes, es hora de reflexionar, sacar conclusiones y acabar con todos los prejuicios y estereotipos que se ciernen sobre esta modalidad cinegética de una vez por todas.
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Por todos los aficionados a esta ancestral modalidad es bien sabido que este tipo de caza se presenta en la actualidad como una modalidad venatoria injustamente estigmatizada y denostada. Sin duda, a esta visión peyorativa han contribuido infinitud de infamias e injurias como las que, de manera insolidaria y poco colegiada, han vertido una facción importante del colectivo de cazadores y que han contribuido a situar esta modalidad como chivo expiatorio en la causa de la reducción de las poblaciones de perdiz roja en la península. Y esto es lo verdaderamente sorprenderte, que la mayor parte de las ofensas no vienen desde otros colectivos como el animalista, no; vienen del colectivo de cazadores, de muchos de nuestros mismos compañeros. Hasta tal punto ha llegado la situación de que no son pocos los que abogan abiertamente por la prohibición de esta modalidad, haciendo buena la máxima; «como no me gusta a mí, mejor prohibirlo». En definitiva, una manifestación más de que el hombre es bueno, tolerante y solidario por naturaleza.
Pero, lo ideal sería profundizar en el porqué de ese pensamiento. ¿Por qué han llegado a la conclusión de la caza del perdigón es tan perjudicial? Pero si se matan perdices igual que se matan en mano o en ojeo. ¿Por qué entonces una tan perjudicial y las otras no?
Desde mi punto de vista, esta concepción radica no solo en una falta de empatía sino también en el profundo desconocimiento que tienen sus detractores de los cánones que marcan el modus operandi de esta particular forma de cazar la perdiz y de todo el componente cultural inherente a ella. Porque la caza de la perdiz con reclamo es mucho más que una modalidad cinegética, es una filosofía que condiciona toda la experiencia vital de aquellos que la practican siguiendo la ortodoxia que marca la tradición heredada; una religión que profesa, por encima de todo, el amor a la perdiz roja y, cuyos férreos acólitos, siguen los preceptos que esta marca con gran fe y devoción. Y es que está claro que la caza del perdigón no es una modalidad más, es una práctica venatoria que se viene realizando desde los albores de la humanidad y que refleja el profundo amor y devoción que todos los reclamistas sienten hacia esta pequeña ave que puebla nuestros campos y que es la causante de nuestros desvelos, la perdiz roja. Es por ello por lo que considero que es necesario que todos aquellos que amamos y practicamos esta singular y cultural forma de cazar la perdiz solicitemos de forma abierta y sin complejos una defensa legal de esta modalidad, ya que se trata de una manifestación artística más del ser humano, un expresión artística que evidencia la percepción que este tiene del mundo y de la naturaleza que lo rodea.
Por todos estos motivos y, sin ningún tipo de duda, considero que todos los que practicamos esta modalidad debemos luchar por que la caza de la perdiz con reclamo sea declarada Patrimonio Cultural Inmaterial, puesto que la costumbre de cazar la perdiz con un reclamo cautivo forma parte de nuestro acervo cultural, tanto en cuanto refleja aspectos inherentes a nuestra propia condición de cazador como en última instancia a nuestra misma existencia, puesto que es un mecanismo generado por el hombre para garantizar su supervivencia desde tiempo inmemorial.
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