De estas sí que me acuerdo. Fue en la loma alta de Las Holguinas. Jara de Arenillas. Una de las cuatro jaras del término que entraron en el coto social- local de Acehúche.

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Hubo un tiempo en que conocía todos los nombres de los parajes del término. Las Holguinas, entre Guerra y el Arroyo del Infierno. ¿Quién me acompañaba aquel día? Recuerdo a Pedro, que fue el que desolló a la zorra. Me entró huida del acoso y el tiro fue como a un conejo, a tenazón. Entonces daban algo por la piel de la zorra; pero eso pasó a la historia. Luego, innumerables. Siempre me encantó matar-cazar al gandano. Algunas, ¡qué astutas!, me la jugaron, y otras mordieron el polvo, las pobres. Hay tantos casos. Ya los iré contando. Les agradeceré siempre que me dieron muchos motivos para escribir de ellas y de su caza. Además, hoy, ya bien avanzado el s. XXI, todavía nos quedan las batidas a las zorras en enero y febrero.

Antes de que se me olvide: Un día estábamos Clemente Silva y yo sentados en lo alto de un cancho enorme, echando un cigarro y haciendo un breve descanso en nuestro afán conejeril. De pronto, Clemente cogió su escopeta y apuntó por una grieta grande que había en el canchal, y apretó el gatillo. Bajó, dio la vuelta, y al rato apareció con la zorra en la mano. «Estaba ahí abajo, esperando que nos fuéramos». Lo de Clemente era un caso aparte. Caso curioso y divertido fue el de Castroviejo, el gran autor gallego. Decía que antes de ir de caza no hay que nombrar a la zorra por su nombre; porque nos oirá y se irá todo lo lejos posible. Hay que decir que vamos a cazar «aqueloutro». Yo se lo conté a los muchachos de la partida y a veces empleamos «aqueloutro» en vez de zorra, no sea que nos oiga. Diversiones de la caza.

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