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Marco A. Rodríguez
Badajoz
Domingo, 6 de octubre 2024, 07:50
A Juan Francisco no le frena nada. Ni siquiera una ceguera total de nacimiento. Si con 16 años fue capaz de viajar a Madrid para emprender una carrera dura como Ingeniería Informática, ahora con 25 castañas no se va a arrugar por probar en la escalada, un deporte que tiene mucho de exploración, algo que a él le entusiasma. «Es curioso porque estoy probando cosas, deportes y eso, y un día me dijeron que por qué no lo probaba, y dicen que se me da bien. Si ellos lo dicen, no seré yo quien les lleve la contraria. Así empecé, no fue algo premeditado. Yo soy muy inquieto, me gusta empujar los límites. Cuando me lo propusieron, pensé: 'colgarme a 15 metros de una cuerda, vamos para allá'».
'Ellos' es su entrenador Alberto Díaz Magro y la gente de la FEXME, y él es Juan Francisco Pérez Carrasco, un joven nacido en Badajoz de 25 años con una valentía que asombra. Preguntado sobre si su familia tiene cierto temor hacia su nuevo hobbie, lo tiene muy claro. «Es que mi familia, a ver cómo te lo digo..., ya está un poco acostumbrada a que el 'nene' haga cosas así. Me fui a Madrid a hacer Ingeniería Informática y la gente decía, un ciego haciendo eso en Madrid a 400 kilómetros de su casa. Mi entorno ya está acostumbrado», subraya.
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Pero, ¿cómo lo hace?, se preguntaría cualquiera. Contesta que necesita de un partner, un compañero/a que te diga por dónde tienes que ir colocando manos y pies, además de la cuerda o medidas de seguridad. «Jugamos con el reloj analógico como referencia y los de la federación me ayudan. No es una calzada o una calle y debemos confiar en quienes nos guían. Lo malo es que no sabes si estás a dos metros o a 20, puedes perder la referencia por mucho que sepas manejar tu cuerpo». Apenas acaba de iniciar su andadura, no ha participado en ningún campeonato, pero en la federación, que acaba de crear un grupo al que no pertenece con niños deficientes visuales de 8 a 14 años, quieren conducirle a la próxima Copa de España.
Juan Francisco Pérez Carrasco
Escalador invidente
Por su ceguera total, recalca, solo puede saber que la luz está encendida o apagada, pero sin ver nada, pero eso no le impide ser activo y soñar despierto. «Para mí el cielo es el límite, ya sea escalando una pared o intentando un proyecto a nivel internacional para resolver un problema. Todo depende de tener un equipo alrededor que te pueda entender con el mínimo silencio. Ya lo tienes todo para conseguir lo que sea».
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Genio y figura; en la escalada, los estudios y la vida. Está terminando el TFG (Trabajo de Fin de Grado) y tiene grandes planes de futuro como experto en Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial. Se está orientando además hacia la gestión de talentos y de equipo o project manager con la idea de asesorar a grandes compañías. «Quiero dejar un mundo mejor que el que me encontré y enfocarme hacia la eliminación de barreras, accesibilidad, etc. Es que es mi día a día y lo conozco bien. Ya que lo resuelvo para mí, puedo intentar resolverlo para los demás».
«La escalada está vista como un deporte que entraña cierto riesgo, por eso algunas familias no lo veían bien y es difícil captar a estos chicos. Uno de ellos el primer día dijo que no quería ir porque le asustaba pero salió después encantado con volver. Eso te motiva», narra el santeño Alberto Díaz Magro, entrenador de Francisco y seleccionador extremeño de paraescalada, quien recuerda que el resto de paraescaladores son mayores de edad, con amputados de mano como discapacidad más extendida. Profesor de Educación Física, con 15 años Alberto comenzó a escalar y se enroló en la federación regional hasta convertirse en seleccionador. Su deseo es que alguno de los niños con los que entrena se convierta en el futuro en un gran deportista.
El técnico explica que a nivel sensorial están muy avanzados y se nota mucho los que tienen más edad cuando usamos la orientación para las manos con las agujas del reloj. Es brutal el mérito que tienen, dice. «En niveles altos de competición, cuesta creer lo que son capaces de hacer. Tienen una fuerza impresionante y no son miedosos. Las demás personas saben perfectamente los metros que han subido, pero ellos no. A un chaval ciego total, tras bajarse, le teníamos que decir que había escalado 15 metros».
«Les orientamos como en la mesa, como si se usara un reloj y le dices que a las dos tienes el pan, a las once otra cosa, la mano derecha, etc. Es más lento», explica José Antonio García Regaña, presidente en funciones de la Federación Extremeña de Montaña, quien avanza que en caso de que la paraescalada tenga presencia en Los Ángeles 2028 España conquistará muchos oros y el auge de este deporte irá a más, dentro de una tendencia ya muy alcista. También para aquellos que no ven.
Ya existía un grupo de paraescalada en la Federación Extremeña de Escalada (FEXME) pero la idea en el ente regional era crear una cantera con niños pequeños y un convenio con la ONCE lo ha hecho posible, convirtiendo en realidad, por difícil que parezca, un grupo de detección de talentos con niños de entre 8 y 14 años que presentan deficiencias visuales, algunos de ellos una ceguera total. Son unos 10 o 12 niños con los que se efectúan algunas actividades de escalada (la semana pasada estuvieron en los Judex) y se espera que el próximo año ya esté consolidado. Precisamente en los pasados Judex de paraescalada, los primeros con algunos chavales ciegos, las familias se mostraron interesadas en que tuvieran continuidad y aquello sirvió de germen para que haya visto la luz.
El principal enemigo para el éxito de esta iniciativa, en la que colabora el técnico Carlos Castaño, se encuentra en la escasez de infraestructuras. Si ni siquiera un campeón olímpico como Alberto Ginés tenía donde prepararse, mucho más un conjunto de chavales que precisan más atención y gente que les acompañe. Bajo la batuta del entrenador y seleccionador Alberto Díaz, los hay con distintos grados de ceguera y dos de ellos además son sordociegos, con un implante coclear para que puedan escuchar, como Luis. A Joel le cuesta más y necesita a su padre para que haga de improvisado 'intérprete'. El próximo rocódromo público de Cáceres puede paliar en parte tal carencia, se espera que desde enero, uniéndose al ya existente del Cereza Wall de Plasencia o a centros privados como el 'Cima' de Badajoz. Hándicap añadido es la dispersión de estos chicos, repartidos por toda la comunidad, por lo que no se trata de un equipo de trabajo o una escuela que entrene con continuidad sino de varias presencias en diferentes actividades a las que acuden. Un programa en el que colabora también el entrenador Carlos Castaño.
«Llevo años intentándolo, pero es muy difícil captar a estos niños, por fin lo conseguimos. Queremos que se vayan integrando porque es un deporte que les aporta mucha coordinación psicomotriz o desarrollo cognitivo, porque la escalada es solución de problemas», señala José Antonio García Regaña desde la FEXME, quien tiene amplia experiencia como guía del sordociego Javier García Pajares, un fenómeno capaz de hacer cima en el Elbrus o de abrir una nueva vía en la Sierra de Béjar, aunque ahora con la paternidad está en 'standbye'. «Él ya lo hacía por intuición. Bastaba un pequeño gesto y me entendía», comenta García Regaña. «Al final es una cuestión de coordinación motriz y buscar el centro de gravedad. En teoría, escalamos más con los pies que con los brazos». Y es que lo primero que hace un bebé en su cuna-jaula es huir escalando. Estos niños ya pueden seguirle, aunque sea a oscuras.
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