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El pulso que desde el pasado 2 de abril, con el llamado 'Día de la Liberación', Donald Trump lanzó al mercado ha terminado por doblegar al mandatario ... ante una fuerte presión que no solo ha llegado de la brusca caída de las Bolsas mundiales, que en apenas tres sesiones perdieron más de 9 billones de dólares de valor.
Mientras todo eso sucedía, el verdadero riesgo se cocía en un mercado que suele ser mucho más discreto en momentos de crisis pero que, ante el pánico a la recesión global por la guerra arancelaria, esta vez se ha mostrado mucho más virulento: la renta fija.
Para explicarlo brevemente, los estados acuden a los mercados secundarios de deuda para financiarse. Si los inversores compran sus bonos al considerar que no hay riesgo de impago, las rentabilidades (que se mueven de manera inversa al precio) se mantienen bajas. Nadie aspira a recibir altos rendimientos por un activo seguro. Sin embargo, cuando hay riesgos a la vista, los inversores exigen más por la deuda que compran. Y eso es lo que ha pasado estos días en los mercados estadounidenses. Pero con una virulencia pocas veces vista.
La rentabilidad del bono estadounidense a diez años -considerado hasta ahora como refugio por excelencia- ha pasado de cotizar del 3,9% a superar el 4,5% en apenas unos días. Y lo más preocupante, la deuda a más largo plazo, a 30 años, ha estado a punto de superar el 5%, poniendo en serio riesgo la estabilidad financiera de la primera potencia mundial.
Ha sido en ese preciso momento, cuando el derrumbe bursátil se ha trasladado a los bonos elevando el coste de la financiación estadounidense, ha reaccionado Trump con su tregua arancelaria.
El mercado apunta a dos vías desde donde procede esta venta masiva de deuda americana. Por un lado, los hedge funds (fondos especulativos) que han intentado ganar algo más de liquidez deshaciéndose de sus bonos en cartera para cubrir las pérdidas en bolsa. Por otro, el posible papel que estaría jugando China, el principal tenedor de deuda estadounidese, que podría haber encontrado en este mercado una vía para vengarse de los aranceles impuestos por la Casa Blanca.
El gigante asiático maneja, ni más ni menos, que cerca de 700.000 millones de euros (unos 775.000 millones de dólares) de deuda americana. Con lo que la posible venta de un gran paquete de esta cartera sería capaz de agitar no solo a EE UU, sino a toda la economía global.
El republicano sabe que, ante esta amenaza, debe jugar bien sus cartas. Así que no le ha quedado otra que retroceder en su plan inicial, consciente de un déficit fiscal abultado y una deuda pública que en los últimos años se les ha ido de las manos, con un calendario de vencimientos que también apremia a reducir los tipos de interés. Es decir, todo lo contrario de lo que ha ocurrido estos días.
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