Otra vez las llamas en las montañas del norte extremeño. Otra vez un fuego en Las Hurdes y en Sierra de Gata. Otra vez el negro mata al verde y otra vez sus vecinos tienen que abandonar sus casas, sus animales, salir en medio de ... la noche con lo puesto y con la incertidumbre, el miedo y la angustia encogiéndoles el corazón. Y dormir en casas de familiares, en un pabellón o una residencia. O confinarse en sus casas, porque resulta que todavía hay pueblos a estas alturas con una única vía de entrada y salida. Así que de nuevo otra vez, menos de un año después del último gran incendio en Las Hurdes, a sus vecinos les queda rezar a Dios o a quien sea para que las llamas no se traguen todo lo que han levantado, todo lo que es su vida.

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Porque otra vez también, nos dicen, nos encontramos ante un incendio intencionado, con un comportamiento virulento y extraño, y atizado por fuertes rachas de viento en muchos momentos que complican las labores de extinción. Que se produce en un terreno que está seco por la falta de lluvia y con un combustible excepcional y único, ese vegetal acumulado durante años en los montes.

«Hoy no se puede coger ni una piña que se caído del árbol, porque si te ven, te denuncian», ha contado en este periódico un vecino de Pinofranqueado, donde arrancó la noche del miércoles un incendio que al parecer se ha adelantado en el tiempo. Es decir, que se daba por hecho que llegaría, pero un poquito más tarde, ya entrado el verano. Así que a nuestros políticos les ha cogido en plena campaña electoral y obligado a cambiar el paso.

Está muy bien pasarse por Pinofranqueado como han hecho algunos, suspender actos de campaña, dar ánimos a los que se enfrentan a las llamas y transmitir solidaridad a evacuados y confinados. Pero la solución no va por ahí. No se puede evitar que un terrorista medioambiental decida prender fuego, no se puede parar el viento ni modificar su fuerza ni dirección, no se puede conseguir que la lluvia caiga del cielo cuando la necesitamos, pero sí podemos tener los montes limpios y reforzar los retenes de bomberos forestales y actuar cuando se ve la primera llama y mejorar la coordinación y escuchar a los que han vivido en el monte toda su vida y lo han cuidado con su trabajo, a los que proponen que en los cultivos no se dejen franjas de tierra sin labrar...

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Menos de un año después el norte extremeño vuelve a quemarse y la solución no puede ser otra vez solo el lamento. Es urgente actuar. Aquí, y aunque estemos en campaña, no caben las promesas electorales.

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