Guillermo Fernández Vara. HOY

Perfil | Guillermo Fernández Vara

El hombre tranquilo

El líder del PSOE ha sido el referente político en la región durante dos décadas, también los cuatro años que se sentó en la oposición

Ana B. Hernández

Martes, 30 de mayo 2023, 21:20

Suele decir que él eligió a la medicina y que la política le eligió a él. Pero lo cierto es que ambas facetas van de la mano en la trayectoria de Guillermo Fernández Vara, el hombre tranquilo que ha logrado ser marca personal, trascender las ... siglas de su partido, la aspiración de todo líder político.

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Su madre tiene mucho que ver con esa doble trayectoria que ha marcado la vida del presidente extremeño. Fue ella quien le inculcó sus inquietudes, las que llevaron al hijo a implicarse en el diagnóstico y búsqueda de soluciones a las carencias de la sociedad de entonces. Las que, sin pretenderlo, sus amigos de la adolescencia le mostraron también con claridad.

Guillermo Fernández Vara ha tenido una vida acomodada. Su padre, juez, fue destinado a Olivenza, allí conoció a su mujer y allí nació en 1958 el presidente extremeño. Se educó en el colegio de los jesuitas de Villafranca de los Barros y fue consciente entonces de que otros, con los que compartía juegos y diversión en su pueblo natal, se vieron obligados, a diferencia de él, a abandonar la escuela y a ponerse a trabajar para ayudar en casa.

«La igualdad de oportunidades es algo que siempre me ha obsesionado», dice Fernández Vara. Tanto que la coloca como la principal motivación que le llevó a participar en la política.

Su padre fue destinado a la Audiencia Provincial de Córdoba y fue en esta ciudad andaluza donde cursa Medicina y Cirugía y obtiene la licenciatura en 1983. Estudiante aplicado, número uno de la décima promoción de médicos forenses del Centro de Estudios Judiciales, ingresa por oposición en el cuerpo nacional de su especialidad en 1986; dos años después logra la plaza con destino en Extremadura y solo uno más tarde obtiene el grado mediante tesina de licenciatura, con calificación de sobresaliente.

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Se afilió al PSOE cuando regresó a su Olivenza natal y compaginó su trabajo como forense con la presidencia de la Asociación Estatal de Médicos Forenses y la dirección de la Unidad Docente de Medicina Legal de la UEx, entre otras funciones, hasta que fue fichado por el entonces presidente, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, su vecino en la pedanía de Santo Domingo, e inició su trayectoria política.

Primero como director general de Salud Pública en 1995, después como consejero de Bienestar Social y más tarde de Sanidad hasta suceder a Ibarra en todos los frentes.

En 2007 se convirtió por primera vez en presidente de la comunidad autónoma. En 2008 fue elegido secretario general del PSOE de Extremadura.

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Durante 16 años ha liderado región y partido y pudiera pensarse que una y otra cosa le han sido fáciles. Pero no ha sido así. No solo porque coger el testigo de Ibarra pesaba mucho, sustituir al único presidente que había tenido Extremadura, al todopoderoso político que había dirigido la región durante 24 años consecutivos; también porque Vara perdió las elecciones de 2011 y el PP gobernó por primera vez Extremadura en la historia de la democracia.

Luces y sombras

Perdió en las urnas la primera vez en la que de verdad se sometía a votación su gestión, y le restó también la ola de Zapatero y la crisis económica. Pero este futbolero, seguidor del Barça y que incluso llegó a ser columnista en un periódico deportivo, no tiró la toalla, se fue cuatro años a la oposición y se empapó del baño de humildad que supuso esa bajada de peldaños tras haber alcanzado el poder. Nunca un líder socialista antes que él había estado en la oposición en la Asamblea.

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Fernández Vara se sacó la espinita en 2015, recuperó el gobierno para el PSOE y asentó su liderazgo en el partido, cuando venció en las únicas primarias a las que ha tenido que someterse para seguir siendo el secretario general.

Con la mayoría absoluta de 2019 nadie en el partido se atrevió a cuestionar su decisión de eliminar el tope de ocho años consecutivos en el gobierno regional que había establecido el PP. Vara no quería irse y con esa decisión cortó de raíz la posibilidad de abrir el proceso de su sucesión y dejó claro, aunque no lo dijo, que él no daba por terminada su vida política. Nadie en el PSOE se opuso de manera pública a su decisión, el partido la acató porque para entonces las dudas iniciales sobre el barón extremeño se habían disipado. Es lo que tiene dominar en las urnas.

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De carácter sosegado y de palabras moderadas, se afanó desde el inicio en demostrar que su modo de hacer política era muy distinta a la de su amigo Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Y a ella se ha mantenido fiel casi siempre, a pesar de las sombras que ha tenido y las críticas que ha cosechado, especialmente en esta última legislatura desde la oposición.

Él defiende la voz calmada y apuesta por situar los encuentros por encima de las ideologías, porque asegura que en la vida hay más grises que blancos y negros. Pero hay quienes consideran que su moderación es tibieza en unos casos, sumisión en otros, y su movimiento entre grises, un intento de mantener un equilibrio político en favor propio.

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Pero nada indica que Guillermo Fernández Vara vaya a cambiar en la recta final de su ciclo político. A sus 64 años, conocedor profundo de la región y también de la naturaleza humana, dice que la medicina le ha ayudado mucho en eso, ha querido permanecer vinculado a su tierra, rechazó por dos veces ser ministro, y deseaba ahora escribir el capítulo del despegue extremeño. No será posible porque, aunque el PSOE ha ganado las elecciones, el castigo en las urnas más a Pedro Sánchez que a su gestión en la Junta, se lo ha impedido.

Y en su línea, sin voces, consciente de que la serenidad es fortaleza, Fernández Vara ha asumido la responsabilidad en el fracaso y ha solicitado el reingreso en su plaza de médico forense, porque los ciudadanos han hablado y «siempre tienen razón», ha dicho.

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Cree que es el momento de que se abra una nueva etapa en el partido, «si no gobierno el 28-M daré por terminada mi vida política, hay que dar paso» –ha declarado–, aunque la convocatoria de elecciones generales afecta a su hoja de ruta. «Soy leal a Extremadura, a España y al PSOE», ha defendido siempre. Y, por eso, si la tiene que aplazar, lo hará. «Pero finalizaré mi trayectoria profesional con una bata blanca puesta».

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