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Vara el domingo pasado tras comparecer después de conocer el resultado electoral. A su lado, Marisol Mateos, secretaria de organización. José Vicente Arnelas
La peor noche del socialismo extremeño
28-M Extremadura

La peor noche del socialismo extremeño

Nunca antes en unas elecciones autonómicas, ni siquiera en 2011, el PSOE se fue a dormir pensando que había perdido el gobierno de Extremadura

Sábado, 3 de junio 2023, 20:49

La noche más negra del socialismo extremeño empezó cuando todavía era de día, sobre las ocho de la tarde del domingo pasado. Se acababan de cerrar las urnas y el escrutinio de las elecciones, las más igualadas de las once que ha habido en democracia, acababa de comenzar a favor para el PSOE. Luego todo fue a peor. Cada hora que fue transcurriendo, los socialistas que iban llegando a la sede regional, en Mérida, fueron torciendo el gesto de una forma cada vez más difícil de disimular.

Además de la secretaria de Organización, Marisol Mateos, que llegó de las primeras, igual que Valentín García, diputado nacional, o el portavoz de la Junta, Juan Antonio González, el resto del equipo de confianza de Vara acudió de manera escalonada, sin saber que serían testigos de una noche aciaga, como le sucedió a la presidenta de la Asamblea, Blanca Martín, las consejeras Nuria Flores (Cultura) y Leire Iglesias (Transportes) o al eurodiputado Ignacio Sánchez Amor.

Un rato antes ya había tenido lugar la aparición más esperada, la de Guillermo Fernández Vara, que en las noches de elecciones suele acudir con su esposa de la mano y permite tomar imágenes que vayan animando los informativos que siguen en directo el escrutinio. Cuando apareció eran las nueve y el escrutinio aún le daba 35 escaños por 25 del PP. Doce cámaras lo esperaban. Prudencia. Ese fue su mensaje cuando se abalanzaron sobre él los micrófonos. Estaban los principales medios nacionales, una veintena de periodistas en total que doce años antes certificaron un cambio de ciclo histórico que cada minuto que pasaba parecía más probable que se repitiera.

El PSOE está acostumbrado a celebrar victorias cada cuatro años desde 1983, pero el domingo pasado muchos empezaron a no creer cuando se habían contado menos de la mitad de los votos.

En una actualización de datos demoledora el PSOE acababa de perder de golpe los dos escaños que aún le daban el gobierno de la Junta (gracias a Podemos). Al rato, con el 18% de los votos contados, el partido de Vara estaba en 29 escaños, el de Guardiola había subido a 27 y Vox se confirmaba como tercera fuerza. Suspiros, barbillas bajas y deseos de que corriera el tiempo para refrescar la aplicación del móvil que iba cantando el futuro político de Extremadura para los siguientes cuatro años.

La tarde empezó con datos favorables y acabó con 28 escaños que no se movían, una lenta agonía que duró hasta la medianoche

El 40% escrutado ya es un porcentaje muy fiable y, según los análisis demoscópicos de aficionados de unos y otros aquella tarde, a partir del 35% ya está fijada la tendencia, esto es, el partido que está subiendo seguirá subiendo y el que baja bajando. El PSOE ya estaba en 28 y ahí se quedó, pero esto nadie quería verlo como definitivo.

Una imagen que ya se había dado dos veces, en 2015 y 2019, era la llegada de Antonio Rodríguez Osuna, candidato socialista en Mérida que nunca ha perdido. El escrutinio municipal es más rápido y cuando él había aparecido otras veces en la sede regional había sido recibido con aplausos al grito de ¡alcalde, alcalde! El sábado pasado Osuna llegó a las once y cuarto con paso ligero, saludó con las cejas a los que se cruzó y se metió en el despacho de Vara en mitad de un silencio premonitorio. Con él iba Isabel Gil Rosiña, consejera de Igualdad y portavoz de Vara en la Junta apartada antes de concluir la legislatura.

A estas oficinas a ras de calle, donde se reúnen quienes mandan en la organización política mejor engrasada de la región, se accede por un callejón aparentemente sin salida. En este rincón sin tráfico de la calle Eugenio Hermoso de Mérida los socialistas con cargo salen y entran cada cuatro años mientras avanza el escrutinio y sacan su cigarrillo. Este 28 de mayo de 2023 era el típico día para volver a fumar. Todos se asoman a la tele grande del recibidor divisable desde la calle con el queso rojo y azul. El domingo pasado no apetecía mirar la tele, tampoco había las risas de otras veces. Soraya Vega, portavoz del partido, había participado en la tertulia de Canal Extremadura, a un paseo de cinco minutos. Cuando le dieron el relevo en plató, apareció en la sede en busca de unas novedades que eran precisamente que no había novedades. Mal. A Vara no le daba para gobernar. Cuando las radios la requerían en directo solo podía decir que el escrutinio aún no había concluido.

Sede del PSOE regional en Mérida durante la noche electoral mientras avanzaba el escrutinio. José Vicente Arnelas

Una teoría esbozada en la sede es que aún faltaban por contar los pueblos pequeños. Ahí el socialismo es fuerte pero suma poco. También se agarraban a lo contrario, que faltaban las grandes ciudades, que aportan muchos votos. A esas alturas ya se sabía que tres de las cuatro grandes poblaciones habían caído en manos del PP de manera sobrada, lo que indicaba una tendencia donde más urnas había, lo que auguraba malas noticias. Como remate, los socialistas habían perdido además en lugares que nunca sospecharon que lo harían por los proyectos recientes que han impulsado en esas zonas: Navalmoral, Zafra, Miajadas, Trujillo...

«He fracasado»

Pasada la media noche, a las 12,37 horas exactamente, antes incluso que cuatro años antes cuando consiguió la mayoría absoluta, compareció Guillermo Fernández Vara. El bloque de derechas había sumado un escaño más. Pidió a sus compañeros que se pusieran con él en el estrado. Catorce personas en total. Enfrente, unas cuarenta más entre personal del partido y periodistas. Flanqueado por la diputada portavoz Lara Garlitos y Marisol Mateos, Vara empezó así a valorar lo ocurrido: «hemos ganado las elecciones, hemos ganado las diputaciones, pero yo he fracasado». Luego usó expresiones muy gráficas, como que los extremeños le habían dado la espalda. Fue un discurso sincero que al fin verbalizó la derrota y muy breve, más encaminado a animar a los suyos que a hacer autocrítica. Contestó, en la primera de las únicas cuatro preguntas que dejaron formular, que en ese momento no tocaba el análisis. Cuando bajó, se sucedieron los abrazos del personal de confianza, algunos con lágrimas en los ojos.

Analogías con 2011

Hay quienes dicen, a toro pasado, que lo que ocurrió la noche del 28-M, que supondrá a priori la pérdida del gobierno por segunda vez a los socialistas, que se veía venir. Se basan en que la situación era similar a la que se vivió en 2011, cuando el PP de José Antonio Monago cogió las riendas de la región.

En plena campaña, ni en el PSOE ni en el PP se esperaba el resultado que dieron las urnas. Aunque la encuesta de GAD3 para HOY recogía la posibilidad del vuelco político en la región, no así los sondeos que decían manejar los partidos.

En 2011 el PSOE no consiguió gobernar, pero aquel 29 de mayo se fueron a dormir con la sensación de que sus 30 escaños sumarían la mayoría con los 3 de IU, uno más que los 32 del PP, hasta ahora su techo electoral. Ahora la paradoja es que el domingo pasado los socialistas se fueron a la cama con la certeza de haber perdido. En ambos casos los días siguientes a aquellas dos noches aciagas siguieron ocurriendo cosas que dieron un vuelco al guion previsto.

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