Valentín Campañón es del Casco Antiguo «de toda la vida». Este hostelero pacense con más de 20 de años de experiencia acaba de montar su negocio más personal junto a los hermanos Durán, propietarios del Alma del Genio, Casa Antoña, etc... Se trata de la Bodega Santa Catalina, ubicada al lado de la iglesia con el mismo nombre, en la plaza Santa María de Badajoz.
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Abrió el pasado 23 de mayo con el único objetivo de que «cuando alguien entre, sepa que está en una taberna típicamente extremeña», explica su gerente, que considera que algo así faltaba en el barrio. «Predominan las gyozas, los tatakis... Pero aquí cuesta comerse una mondonga, un zorongollo...».
Por eso ha ideado una carta sencilla pero de la tierra, que empieza con embutidos de la tierra, los cuales Valentín corta a cuchillo (incluida la panceta ibérica y una poco vista pata de jamón asada que sirve con aceite de oliva virgen extra y un poco de pimentón). También hay en su carta un pincho de tortilla, pisto, bravas, torreznos, berenjenas fritas con miel... Aunque aseguran que sus especialidades son las carnes a la brasa, el rabo de toro estofado, la caldereta extremeña o el cochifrito, entre otras recetas.
El local, que data del siglo XVI, es bastante castizo, con una barra en la que cuelgan los jamones y la cual está presidida por un grifo de Cruzcampo que no para de dispensar cervezas. Además, una tele enorme muestra imágenes de las calles de Badajoz. Pero, por si eso no fuera suficiente para ensalzar el orgullo extremeño, hay cuatro rincones claramente identificables.
En primer lugar, nada más entrar, una especie de patio extremeño, pintado de verde, homenajea las tradiciones y el folclore regional. No faltan las cintas de romería, los trajes tradicionales, macetas de colores e imágenes imprescindibles como personas bailando una jota extremeña o una mujer con la gorra de Montehermoso.
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Una vez dentro, a mano izquierda está el rincón cofrade, presidido por un cuadro grande de la Patrona, la Virgen de la Soledad y decorado con cuadros de procesiones pacenses. A mano derecha, nada más entrar, el rincón flamenco, con una guitarra española y un mantón, además de ilustres artistas como Lola Flores, Camarón, el Porrina, la Kaita... Valentín los identifica rápidamente, al igual que se ha documentado sobre la historia del edificio Casa Malpica, que primero fue la bodega del convento, luego un almacén de intendencia y, tras un incendio, se convirtió en una fábrica de baldosas. «Quiero contárselo a los turistas y también he mandado a hacer un baldosín para ponerlo en la fachada y aportar esa información a quien la desconozca», cuenta.
Por último, el rincón taurino, en el que hay carteles y fotos de este espectáculo. Tiene cinco mesas y tres barriles en su interior –además de la barra– y dos terrazas: una en la propia plaza, frente al museo Luis de Morales y otra en la calle Encarnación. Sin duda, un rincón para los pacenses de pro.
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