Achiperre

Javier Rubio de la Osa es un cacereño de 29 años que con 25 se fijó una meta: tener su propio restaurante antes de los 30. Una semana después de abrir las puertas de Achiperre, está orgulloso de haberlo conseguido. Lo ha hecho de la mano de José Moreno Bailén, un cocinero de Jaén afincado en Cáceres desde el 2023. Se conocieron entre fogones en un conocido restaurante de la provincia e hicieron tan buenas migas que decidieron montar un negocio por su cuenta con el firme objetivo de poder expresarse a través de la cocina.

Así, durante nueve meses han gestado este proyecto sin etiquetas, pensado para compartir y que promete «repartir felicidad y aportar sabrosura». La carta es escueta y está cuajada de platos para comer con las manos. Ya están despuntando sus torreznos, los cuales definen como «un flan de grasa» porque los hacen a baja temperatura y se derriten en la boca. Además, tienen diferentes formas de cocinar el mismo producto. Por ejemplo, la paletilla de cordero la hacen al modo tradicional, asada, pero también la proponen en un kebab con queso feta y tzatziki de ajo asado. Con el bacalao pasa igual: ofrecen su lomo con sus callos al pil pil de albahaca, pero también un taco mexicano con mayonesa de lima-jengibre y tomate concassé. Va con tortilla de maíz, ya que intentan adaptar todo lo posible sus platos para personas con intolerancias. De hecho, toda su fritura es sin gluten.

Pero en lo que realmente brillan es en los fuera de carta. «No nos casamos con ningún producto, más que pedir a los proveedores, queremos que nos ofrezcan lo mejor que tienen y con eso, cocinamos», detalla Javier. A pesar de que esto les obliga a salir de la zona de confort e innovar, que es lo que les gusta, las bases de su cocina son los fondos y las salsas, ya que todo es casero. «Queremos que los clientes se fíen de nosotros y del producto, que no pidan siempre lo mismo», añade Javier.

Con los vinos siguen esta misma línea. Tienen grandes clásicos como un Vega Sicilia, Tomás Postigo o Matarromera, pero también se salen del molde con Alion, Abaxial o Viña Tondonia. De la tierra:el Arrebujao de Castúo Wines, el Haragán y Huno reserva, de Pago los Balancines o algunos de la casa Habla, entre otros.

De miércoles a viernes ofrecen menú del día y también disponen de medias raciones para facilitar que «la sabrosura» se comparta por toda la mesa.En cuanto a los más pequeños, José tiene dos hijas y lo tiene claro: «los niños que vengan aquí, van a comer sano y rico. Esta semana han tenido albóndigas con tomate, una cremita de verduras, pollo frito... Todas las elaboraciones, tanto infantiles como adultas, son hechas al momento. «Hacemos kung-fu en la cocina», comentan entre risas como sinónimo de su sigilo y habilidad con los brazos sin perder la vista de los fogones.

Además de haber montado la cocina desde cero, han hecho lo propio con el local, decorado ahora con tonos madera y toques verde oliva en los salvamanteles. Hay unas cuatro mesas altas y diez bajas, todas creadas artesanalmente a medida por el padre de Javier, un conocido carpintero local. Son un poco más grandes que las estándar porque quieren que sus comensales estén cómodamente. Eso sí, sin manteles. «Para comer bien no hace falta mantel», apostillan.

En definitiva, un proyecto nuevo e ilusionante para ellos y para la ciudad, 'hecho a mano' con amor por dos chefs que se compenetran fenomenal dentro y fuera de la cocina y que, por ello, ofrecerán el doble de posibilidades. Aseguran que van a sorprender.

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