En Salsa | La crítica

Singularidad y exuberancia en el Alma del Genio

El Alma del Genio, abierto desde el año 2017, es un restaurante singular y exuberante. Singular por su propuesta general, distinta a muchos de los restaurantes pacenses. Exuberante porque transporta a los comensales a un mundo que fusiona de manera ecléctica lo vintage con lo barroco.

La experiencia comienza al entrar en el comedor, decorado con flores en las paredes, lámparas victorianas sobre las mesas, marcos y espejos rococós, y con una enorme foto que creo que es de la Biblioteca Nacional de Austria en Viena. Las mesas son cómodas y están vestidas con cubertería y vajilla de buena calidad.

Al igual que la sala, los platos que se encuentran en la carta son una fusión de estilos. Se pueden encontrar algunos clásicos, como un confit de pato con frutos rojos o un lomo de bacalao sobre un pisto de calabacín y berenjena, pero lo que predomina son los de otras cocinas, como el tartar de atún o el ceviche de corvina, o los que tienen diferentes influencias, como un risotto turco con boletus, dátiles y ternera o el wok de presa ibérica y verduras con aires orientales. En cualquier caso, la carta es reconocible y ofrece una buen número de opciones.

Una seña de identidad del local son los acompañamientos y decoraciones de los platos, que se conjuntan con el estilo de la sala y que son parte esencial de las elaboraciones. Esto hace que, en ocasiones, las guarniciones sean algo excesivas y abigarradas. No seré yo, sin embargo, el que critique el que los dueños del local hayan decidido ofrecer una propuesta que lo único que busca en agasajar a sus clientes y que, en el fondo, es lo que define su marca personal.

La carta de vinos tiene una oferta amplia de referencias clásicas, con predominancia de los vinos tintos, de las típicas regiones vitivinícolas españolas.

Empezamos probando una cremosa y bien elaborada croqueta de bacalao sobre una cama de fideos de arroz y acompañado de un alioli suave. Actualmente, donde lo que prevalece en la mayoría de los locales es la croqueta de quinta gama, se agradece una que sí sea realmente casera y que sabe a lo que se anuncia: a bacalao. Ricas también unas anchoas de Santoña sobre una tosta de pan y cubiertas de tomate macerado con soja, esto último de sabor algo invasivo. Como último entrante, un tartar de atún de Tarifa con aguacate y mango, de JC Mackintosh, con un buen tamaño de corte, pero al que le faltaba algo de aliño. En este plato fue en el que más se apreciaba el estilo rococó de las presentaciones de las que hablaba anteriormente.

Entre los principales, probamos el wok de presa ibérica con verduras, en este caso bien aliñado, con sabores identificables, pero sin ser invasivos. Una de las cosas que echo de menos en muchos restaurantes es el que me pregunten el punto del ibérico. Al igual que la ternera, algunos de sus corte, como la presa, se puede comer poco hecho. En este caso, sin estar seca, la presa estaba un poco más pasada de lo que creo que debería haberse cocinado.

Muy bien el solomillo de vaca acompañado por unas ricas patatas, la mayoría fritas y un par de ellas risoladas.

Terminamos la comida con un tiramisú clásico, cremoso y bien elaborado, que fue un buen final para una experiencia globalmente satisfactoria.

El servicio es amable, está atento a los detalles y sabe qué es lo que hay que hacer. Es extraño encontrar sitios donde, por ejemplo, cambien platos y cubiertos tras cada pase, cuestión que sí se hace en este Alma del Genio y denota gusto por la atención al público.

Quizás no sea El Alma del Genio un restaurante para el día a día, creo que sus dueños tampoco lo pretenden, pero sí es una buena opción para algunos momentos especiales en el que nos apetezca imbuirnos en un local especial en donde el ambiente y la imagen que proyectan es fundamental. Si, además, quieren agradar a los clientes, y lo consiguen, y ofrecen un carta con buen producto y generalmente bien elaborada, sin duda debe ser un sitio al que volver.

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