![La clase media va a comer a Tápara](https://s1.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2023/03/16/INTERIOR%201-kv-U190927592032bAG-1200x840@Hoy.jpg)
![La clase media va a comer a Tápara](https://s1.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2023/03/16/INTERIOR%201-kv-U190927592032bAG-1200x840@Hoy.jpg)
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Don Poleo
Jueves, 16 de marzo 2023
En Cáceres, las clases populares viven en barrios, pero la clase media habita en residenciales. Al final, son lo mismo, pero el nombre es el mensaje. En el Residencial R-66, abre un restaurante llamado Tápara que ha sabido llegar a ese público de clase media sirviéndole lo que demanda: producto de calidad y mezcla de tradición, distinción y modernidad.
Así que tenemos ante nosotros una carta sin excentricidades, pero con su punto de curiosidad. Ofrecen foie, claro, pero con tierra de pistachos y y coulis casero de frambuesa. No faltan las ensaladas, desde luego, pero con mango, langostinos y kikos con vinagreta de chutney de mango y frutos secos. Y hay varios arroces, un clásico mesocrático, pero con toques tentadores: de verduras, de marisco, de gambones y presa, ibérico, de rabo de toro, de carrilleras…
Además, ofrecen un menú ejecutivo de lunes a jueves, un fastuoso brunch bajo reserva, un menú degustación y otro para llevar a casa. Carta de vinos con 50 referencias y 14 orígenes, cinco tintos por copa, tres blancos (verdejo y semidulce, como siempre), dos dulces y pocas sorpresas: buena selección de tintos extremeños, los que todo el mundo conoce de Ribera del Duero, alguna curiosidad en Rioja (Biga, El Pacto) y más atrevimiento en Bierzo, Toro y Jumilla.
El comedor está puesto con criterio. Al tener la barra en la sala, no esperen intimidad, aunque se está a gusto y los llenos a diario son la prueba de que el ambiente de Tápara atrae. Buena cristalería, vajilla portuguesa Costa Verde, mesas y sillas de madera oscura cómodas y elegantes, cristaleras amplias y buena iluminación, manteles individuales de papel, plato para el pan y camareros jóvenes, uniformados de blanco y con trato exquisito sin estridencias.
Aperitivo de cortesía: un paté de hígado de pollo con reducción de Quina Santa Catalina (que da unas ganas de «comerrrr», emotivo guiño a la infancia de la clase media española) y kikos. Toque dulce, paladar predispuesto. El pan calentito, pero descuidado: al enfriarse, el toque crujiente se convierte en una masuca. ¡Ay el pan! Y el vino: un Melior de Matarromera verdejo muy simple, no decía nada, quizás demasiado frío.
Empezamos la comida con una ensaladilla de gambas con yema de huevo y mayonesa de aguacate. ¡Por fin una ensaladilla de categoría! Es una especie de palomita gigante, un cáliz suave y fino. Mezcla bien conseguida de la patata y la mayonesa de aguacate con la yema de huevo y el detalle de las gambas, que es más lujoso que sabroso, pero le da un toque brillante que la hace más atractiva.
Tiempo muerto: el emplatado. Un 10. Cada plato es un bodegón de vanguardia. La fotógrafa estaba encantada y si quieren comer y hacer rabiar a sus cuñados en Instagram, este es el sitio. Y atención a la falsa lasaña crujiente de ternera con parmentier de boniato y salsa trufada, que fue premio Espiga 2022 y está muy rica: magnífica combinación, salsa tentadora para 'navegar' con barquitos, aunque el pan ya haya perdido gracia a estas alturas de la comida.
Llegan a la mesa unos tacos de bacalao con alioli de miel gratinado. Un plato para comer despacio, deleitándose en los sabores clásicos.
Después, presa ibérica con chutney de pera y parmentier: otro emplatado artístico y un acompañamiento que realza. No hay fallos salvo los reseñados al principio, la ceremonia gastronómica transcurre con eficacia, atención a los detalles, primor en cada plato.
El postre. Dudamos y la fotógrafa impone su ley: «Queremos el más fotogénico».
El azar nos lleva a la mousse de limón flambeada que, además de artística, es refrescante, tiene el punto exacto de dulzura, no empalaga, contiene tropezones deliciosos y sale espectacular en las fotos. Un gran postre y una magnífica comida.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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