Homarus: «Un gran restaurante marginado por las guías»

Homarus es un restaurante sorpresa, uno de esos locales apartados del centro que no llaman la atención de los inspectores de las guías gastronómicas, pero que los nativos, en este caso los cacereños, y quienes comen con frecuencia fuera de casa por razones de trabajo (comerciales, empresarios) conocen perfectamente y lo tienen en su lista de favoritos.

Homarus está en el cacereño barrio del Vivero, situado en la salida hacia Portugal, y enfrente del único hipermercado de la ciudad. Su fachada acristalada ya anuncia elegancia y diseño y nada más acceder al comedor, los tonos pastel, las sillas mullidas y elegantes, las mesas amplias y bien puestas, las lámparas de diseño actual y la combinación de madera y cristal acogen con armonía e invitan a una comida relajada y agradable. Sobre suaves manteles blancos, bajoplatos Villeroy & Boch luxemburgueses de belleza suma reciben porcelana inglesa sin mácula. Cristalería y cubertería de calidad completan un conjunto perfecto.

El servicio, correctamente uniformado, es atento, rápido y didáctico. Pero volvamos al principio porque ya estamos acomodados y echamos un vistazo a una carta de vinos bien trabajada y escogida con 138 referencias de 19 regiones vitivinícolas y seis países (17 tintos y nueve blancos extremeños). El agua viene en una jarra plateada con una etiqueta avisando de que es del grifo y microfiltrada (estupendo detalle).

La oferta gastronómica es equilibrada con sección de quesos e ibéricos; de entradas variadas que van del foie y las verduras al marisco; de pescados, con productos que no son comunes en las cartas extremeñas (rodaballo, lenguado); de ensaladas; de carnes y la especialidad de la casa, el cuchareo: arroz con bogavante, judiones con perdiz, sopa de vieiras, garbanzos con marisco…

Ya hemos contado en estas críticas la importancia del aperitivo de bienvenida como prólogo de una buena comida. En Homarus se cumple este aviso: un vasito de delicioso gazpacho con toque frutal y una inolvidable croqueta de arroz con bogavante profetizan una sucesión de placeres que empezamos con un foie marinado que se complementa bien con un toque de crema de manzanas asadas. Seguimos con unas albóndigas de sepia con trigueros y lascas de panceta tan suaves que dicen lo justo. Un pulpo braseado con crema de patatas y pimentón, magníficamente presentado, exige alabanzas por el punto de blandura, el equilibrio de la patata y el pimentón, algo sencillo de conseguir, pero poco común, y la generosidad de la ración.

Lo que nos espera a continuación es el plato estrella de la casa, el que con justicia ha dado fama a Homarus, el arroz caldoso con bogavante, que llega en pertinente sopera y en apreciable cantidad. Lo sirve la camarera con esmero y al probarlo, uno entiende por qué este restaurante mantiene una clientela fiel y entusiasta a pesar de su localización periférica y su marginación en las guías.

Acabamos con un solomillo ibérico con frambuesas y gajos de naranja de correcta factura: buen producto y buen acompañamiento, pero dejando en el comensal la duda de siempre: ¿las salsas sofisticadas realzan o esconden el sabor del ibérico? Postres preciosos de Instagram (bocaditos de leche frita correctos sin más y rutinaria tarta Tatin) ponen el broche a una comida formidable.