La Taberna del Loco: «Cuando la carne no es aburrida»

Cena en La Taberna del Loco, en Navalmoral de la Mata, un restaurante con patio y salón interior. No se sabe bien si esta casa y este magnífico jardín pertenecieron a un médico moralo que luchó contra el paludismo o si fueron propiedad de un negociante de actividades menos solidarias y más venéreas, lo único seguro es que el lugar es magnífico, que cenar en este jardín es una experiencia muy agradable y que en el comedor interior, menos atrayente, se está bien, un comedor con bonito suelo hidráulico y decoración heterogénea en la que se mezclan una reproducción de El Jardín de las Delicias de El Bosco, fotos en blanco y negro inspiradas en el cine americano, lámparas y apliques extemporáneos, un perchero y una chimenea. No ponen mantel, la vajilla es inglesa y la cubertería aprueba.

Mención aparte merece el servicio. Laura, la camarera, podría optar al premio Ensalsa al servicio de mesa más simpático, agradable y didáctico de la región. En cada frase, una sonrisa y un arte especial para decir: «Vale cariño» sin que suene falso. Sirven unas aceitunas sabrosas de aperitivo y buen pan.

En primer lugar, tomamos una parrillada de verduras de aprobado, sin que despierte entusiasmo, y nos preparamos para la estrella gastronómica de esta Taberna del Loco: la carne. No hay que esperar mucho, los platos se suceden con cadencia, sin demora ni atosigamiento. Una música muy agradable de pub tranquilo, pero animoso, entretiene el interludio. Llega Laura con los platos principales y a su pregunta: «¿Cómo andan mis chicos por aquí?» Solo se le puede responder que muy bien cuando deposita sobre la mesa un entrecot de 800 gramos de rubia gallega madurado en cámaras especiales durante 60 días, más el tiempo extra de maduración en la cámara de La Taberna del Loco.

La carne de rubia gallega, buey galaico de Fisterra (Finisterre) o ternera cachena y barrosá de la Raya se las sirven desde Discarlux, una empresa gallega que recoge y madura carnes de diferentes granjas de aquella región. Estas carnes de vacuno gallego, al igual que las de terneras tudancas cántabras o negras avileñas están haciéndose con el mercado de la restauración a expensas de nuestras razas autóctonas como la blanca cacereña o el retinto.

Además del entrecot, Laura trae una hamburguesa gourmet con canónigos, foie y jamón a la parrilla envolviendo un grueso filete de barrosá. Atacamos la carne y se deshace en la boca, una delicia, un placer, la demostración de que la carne, cuando está bien tratada y cocinada, no tiene por qué ser aburrida. El entrecot, al punto, se corta con suma facilidad y la guarnición, exigua, de patatas fritas y pimientos, acompaña. Un espadón o brocheta de vaca madurada nos asombra. «¡Qué bien, qué alegría!», exclama la camarera y anuncia los postres mientras seguimos paladeando el retrogusto de la carne formidable.

Hay tarta de queso, diversas tartas de chocolate, tiramisú o torrijas. Los postres los hace Choni, la madre de Alfonso, el dueño de La Taberna del Loco. La señora viene cada mañana a arreglar el jardín y elaborar las tartas. Pedimos la de queso y es de las buenas: bien horneada, alta, deliciosa, esponjosa, sin aderezos de frutos rojos ni pamplinas, tarta pura y dura, cremosa ¡y sabe a queso! Rúbrica perfecta para rematar una divertida comida.