Mandukar, la canasta gastronómica de José Manuel Calderón

Mandukar, así se llama el restaurante que José Manuel Calderón, popular jugador de baloncesto, ha abierto en la plaza de España de Villanueva de la Serena en sociedad con su cocinero. Se inauguró el 24 de agosto y se ha convertido en local de moda: complicado conseguir mesa.

Mandukar

Comida

2/5

Atención

3/5

Ambiente

4/5

Nuestra valoración:

Precio:

€€€€

Comimos en Mandukar el domingo pasado y vamos a contar lo que pasó. El lugar, la plaza de España de Villanueva, es muy agradable, y este restaurante, canasta gastronómica de Calderón, tiene una terraza pequeña, pero lo mejor del local está en el interior.

La decoración del comedor, supervisada por el propio José Manuel, es muy bonita: ladrillo visto combinado con madera elegante y techos y rincones en gris bengué. Motivos vegetales colgando, cocina abierta, botellas de vino pendiendo horizontalmente de las paredes, mesas de madera alegre, sillas de color azulón y marrón y taburetes pistacho.

Hay detalles de novatos, de apertura reciente, como que la mesa reservada estuviera llena de botellas a las dos de la tarde, que en la barra se amontonaran los platos sucios o que no cambiaran ningún plato si no se solicitaba.

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Buena vajilla portuguesa de Vistalegre, cubertería de calidad, cristalería de alto nivel y un cactus auténtico (cuidado con pincharse al comprobarlo) completan un conjunto muy agradable. Al servicio le falta rodaje: un totum revolutum en el que todo el mundo se encargaba de todo, en fin, detalles subsanables.

Trabajada carta de vinos con 66 referencias (43 tintos, 12 blancos y 10 espumosos) de 22 regiones y denominaciones vitivinícolas. Aunque lo verdaderamente interesante es su oferta por copas, de las más interesantes de la región, con mucha variedad de uva: syrah, mencía, tempranillo, cabernet, albariño, verdejo, riesling, viura… Tomamos una copa de un riesling Markus Molitor Haus Klosterberg pura fruta, suave terciopelo.

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Empezamos la comida con los aperitivos de la casa: buenas aceitunas, aceite de calidad y chips de boniato. Vamos con la carta de platos. La primera impresión es que estamos en un restaurante de cocina tan ecléctica como indefinida. Solo la carne (chuleta, bife, entraña, solomillo, presa) es carne a secas o con ricos acompañamientos extra. El resto, mezcla, ensamblaje, maridaje: desde una berenjena escalibada con crema de foie y alga frita hasta unas mollejas de vaca con chimichurri y manzana.

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Lo importante es acertar con la mezcla y, ¡lástima!, pedimos un majado de aguacate, ventresca, naranja y aceite verde que resultó demasiado simple, sin gracia ni matices al unirse los ingredientes. Unas empanadas criollas y un poco picantes subieron el nivel, aunque llegaron a la mesa algo quemadas.

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Muy rica la ensaladilla templada con gambas refritas: sabe de verdad a gambas. Últimamente, este plato tan de Huelva se borda en Extremadura. Menos afortunada es la ligazón de los gambones empanados con huevos fritos y salsa holandesa. De nuevo da la impresión de mezclar por mezclar sin conseguir equilibrios deliciosos. Este quiero y no puedo se remató con un postre extraño de ganache de chocolate y maracuyá que no entraba por los ojos ni por el paladar.

A Mandukar le falta rodaje y un punto de autocontrol: primero sentar las bases de la cocina y luego innovar con sentido, sin «lokura».