Rex Numitor: «Debates en torno a un crocanti de foie y un secreto»

En una calle estrecha, entre el puente romano y la plaza de España, abre uno de los restaurantes más elegantes de Mérida. Se llama Rex Numitor, en honor al abuelo de Rómulo y Remo. Aunque la calleja es un poco triste, nada más entrar, el ambiente cambia radicalmente y la atmósfera atrapa, envuelve y predispone a pasar un buen rato.

Silencio, iluminación acogedora, decoración elegante y un tono mostaza invitan a comportarse: no dar voces, aguzar los sentidos para disfrutar, dejarse llevar por las explicaciones de la maître, una señora amable, profesional, discreta… heredera de una larga tradición de hosteleros emeritenses: los Briz, miembros de una de las sagas salmantinas llegadas a Mérida durante el siglo pasado.

Desde el restaurante Briz hasta este Rex Numitor, ha habido un salto en el concepto culinario, pero se mantienen los valores de la restauración honrada: respeto al cliente, al producto y a la elaboración. Nos sentamos en mesa amplia con mantel de tela perpendicular. ¿Por qué no el mantel de mesa entera?

Rex Numitor

Comida

3/5

Atención

4/5

Ambiente

4/5

Nuestra valoración:

Precio:

€€€€

Pero dejemos estos detalles, que se completan con esmero en la vajilla, la cristalería y la cubertería y en una decoración muy emeritense, versión pecholata: fotos de la ciudad y de representaciones en el teatro romano. Centrémonos en la comida. La maître, discreta como la brisa, trae las cartas virtuales. La de vinos no es muy extensa, pero sí muy extremeña: 36 referencias, 21 de la región bien escogidas.

La carta gastronómica es variada y equilibrada: desde unos morros hasta un cachopo, desde un gazpacho de cereza hasta una ensalada de zorongollo con chipirones, desde un arroz de ibéricos hasta un tartar de atún. Y buenos quesos, ibéricos de calidad, carnes de primera: pluma, paletilla de cochinillo o cordero, solomillo de ternera premium.

El aperitivo-obsequio es un aburrido paté de pescado. El pan es bueno, de Trujillanos. Y empezamos la comida con un plato de bella presencia, pura delicia de instagrammers, titulado así: «Crocanti de foie, rulo de cabra, membrillo y su helado». La maître nos recomienda quebrar la belleza formal, mezclar y disfrutar de la belleza gastronómica. Lo hacemos, probamos el galimatías y está rico, pero provoca debate: la mezcla de texturas es magnífca y sugerente, pero hay una lucha entre don Membrillo y don Foie que acaba ganando don Membrillo y el plato deja una agradable sensación de postre, heterodoxa para unos y pertinente para quienes gustan de refrescar el paladar antes de entrar en materia.

La materia en este caso es una lasaña de cordero y berenjenas, rulo de cabra y cardamomo que acaba con cualquier debate: es un plato bien logrado, equilibrado y con un balance de sabores tan preciso que eleva la comida al grado excelso. Acabamos los platos serios con un secreto de cerdo ibérico de bellota con patatas fritas y asado de peras que añade leña al debate: ¿deben las salsas, guarniciones y aderezos triunfar sobre los sabores puros? Este secreto resiste a duras penas el ataque de sus acompañantes y resulta menos estimulante que la lasaña, pero resiste.

De postre: milhojas de pistacho con crema de dulce de leche. A quien le guste mucho lo dulce, flipará. Quien prefiera el juego sutil de texturas, dulzuras y matices, se apagará. Buen nivel, en fin, el de Rex Numitor. Platos con debates y dudas, pero con calidad y honradez.