![¿Tostada catalana o extremeña?](https://s3.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/202103/26/media/cortadas/tostada-kvN-U130952551424NpH-1968x1216@Hoy.jpg)
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El sábado pasado estuve en la Feria del Libro de Mérida. Acabé tomando unos refrescos en una terraza del parque de La Rambla con Ángel Briz y Olga Ayuso, dos periodistas con los que hablé de la gracia de vivir en Mérida, donde todo está cerca, donde hay una vida cultural activa desde hace unos años y donde hay unos bares estupendos, algunos de ellos con buenas opciones vegetarianas. Olga acababa de venir de Jaraíz y de Cáceres, donde había comido en el restaurante 'Javier Martín' una ensalada cuya lechuga sabía de verdad a lechuga y Ángel se iba al día siguiente a Galicia, donde le esperaban mariscos de las rías, pero también verduras de la tierra: pimientos de Padrón y Arnoia y cachelos, o sea, patatas menudas, feas y sabrosas de Coristanco.
Yo me volví a casa, pero antes de coger el coche, paré a cenar algo ligero en un bar que me salió al encuentro mientras me dirigía al aparcamiento Cervantes. Frente al hotel del mismo nombre y en la calle del mismo nombre, entré en un local sencillo, pero con la garantía de que estaba casi lleno. Me atendieron una señora emeritense y un caballero de fuerte acento andaluz que da nombre a esta tapería abierta hace poco más de un año: El Sevillano.
No pedí lechuga, pimientos ni patatas, sino una tosta de jamón ibérico con tomate y huevo cocido. Aunque el señor de Sevilla me explicó que tenía otros platos más ricos, la tostada catalana me supo a gloria. Descubrí las tostadas catalanas en un viaje al Pirineo de Lleida hace 25 años. Volvía de pasar unos días en Boí-Tahull con mi mujer y mi hijo y paramos a desayunar en un pueblo de carretera del bajo Pirineo. Íbamos a pedir el clásico café con cruasán, cuando reparamos en que los clientes de casi todas las mesas estaban desayunando unos huevos fritos con unas tostadas que no habíamos visto nunca: grandes rebanadas de pan de payés sobre las que habían extendido tomate estrujado y un chorro de aceite para culminar la obra con generosas lonchas de jamón serrano. A las nueve de la mañana, en una terraza, con 22 grados y los Pirineos al fondo, todo está bueno, pero si son unos huevos fritos con pan amb tomaca i pernil, la delicia alcanza cotas gloriosas.
Ahora, en Extremadura, llamamos a esas rebanadas tostada extremeña y bien cierto es que con nuestros tomates, nuestro aceite y nuestro jamón ibérico, el desayuno mejora mucho, pero justo es reconocer que se trata de una importante aportación catalana al desayuno que nosotros hemos recogido y mejorado. En una reacción anti catalana que no me parece coherente y que, a este paso, acabará convirtiendo aquel pueblo para el resto de España en lo que un día significaron los judíos... Una reacción que nos pondría al mismo nivel que los histéricos dogmáticos del 'procés'. Esa reacción, digo, nos ha llevado a llamar tostada extremeña a esta combinación. Incluso en la Wikipedia se recoge que es un plato que llevaron a Cataluña los emigrantes extremeños y andaluces y bueno, los extremeños hemos llevado muchas cosas a muchos sitios, pero no recuerdo yo que en los pueblos extremeños se desayunara pan con tomate, aceite y jamón ibérico de manera general y tradicional. Tampoco recuerdo que se sirvieran esas tostadas en los bares de la región hace 25 años.
Bastante antes de que Cataluña se convirtiera en tierra de promisión para los extremeños sin trabajo, Josep Pla escribió un artículo titulado 'El tomate: suspensión con tendencia contraria'. En él cuenta que en el litoral ampurdanés, cerca de su masía de Llofriu (Palafrugell) habían abierto un bar especializado en pan con tomate y vino tinto. «La opinión general es que esta combinación (pan con tomate), que hasta ahora parecía limitada a la población indígena, se abre camino a pasos agigantados entre la clientela extranjera y del resto del país», escribe Pla, odiado por los independentistas, pero sabio, sensato y ecuánime. Tan ecuánime como Vázquez Montalbán, que también alaba este hallazgo de la cocina mediterránea en Cataluña hace dos siglos. La misma ecuanimidad que me lleva a alabar la tostada de 'El Sevillano', ejemplo preclaro de cómo hemos sabido perfeccionar en Extremadura un sencillo hallazgo catalán.
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