![El entrante perfecto para romper el hielo debatiendo sobre si pican o no.](https://s3.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/202105/11/media/cortadas/bravas-kqiF-U1403349227219gC-624x385@Hoy.jpg)
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Normalmente, cuando algo es muy bueno o muy malo, viaja de boca en boca hasta convertirse en vox pópuli. Las patatas bravas del restaurante El Laurel no se escapan a esta regla no escrita. En el caso que nos ocupa, son tan buenas que la mayoría de pacenses las ha probado. Y para los que no, En Salsa se ha metido en la cocina con Ceci Cordero, su creador, para intentar averiguar la clave de su potente sabor.
«El único secreto es que la salsa no es de bote», nos adelanta el chef. Pero sí que tienen particularidades que saltan a simple vista. Para empezar, las patatas no están cortadas en daditos, como suele ocurrir en la mayoría de tapas de bravas. Su corte es en gajos y han sido confitadas con ajo, sal y laurel en el horno, a 160 grados durante una hora aproximadamente. Una vez que están doradas, se fríen unos minutos, se emplatan y se les echa la salsa.
¡Ay, la salsa! ¿Qué tendrá esta salsa tan brava? «Está hecha a base de verduras asadas en el horno durante dos horas y media, hasta que se pochan y sueltan bien los jugos», cuenta Ceci. Después, las tritura y les incorpora la gracia: el picante. En el plato le añade un poco de alioli, que rebaja el picor, y lo que él llama el toque extremeño: ajo, perejil y pimentón de La Vera. «Dulce, que de picante ya van listas», detalla entre una sonrisa que se intuye tras la mascarilla.
Del picante, como del dolor, cada persona tiene una percepción. Y Ceci lo sabe. «Tengo a la gente loca, cuando me dicen que pica poco, les echo más y voy jugando», admite. Pero lo cierto es que esta elaboración tiene que picar; de ahí le viene la bravura. Y las de El Laurel dejan un picorcito muy agradable en la boca.
Este plato, de apariencia sencilla, pero con varias horas de elaboración detrás, se sirve desde que los actuales dueños abrieron las puertas, allá por 2019. A pesar de que cambian la carta con mucha frecuencia, las bravas y las croquetas sobreviven. «Yo creo que nunca se van a ir», predice Ceci.
Y es que las patatas bravas son un buen entrante para romper el hielo con bromas y debates sobre si pican más o menos, ya que el grado de picante es un tema muy recurrente y además, muy propicio para beberse rápido la primera cerveza y que todo fluya después.
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