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¡Viva el pan extremeño!

¡Viva el pan extremeño!

Masa madre nacionalista. En el Día de Extremadura, reivindicamos hogazas, libras y barras regionales

Martes, 8 de septiembre 2020, 16:43

Como es el Día de Extremadura, voy a escribir un artículo nacionalista y chauvinista de extremeño ofendidito. Pero no voy a referirme a los agravios a Extremadura ni voy a reclamar trenes rápidos, autovías a Castelo Branco, a Levante, a Córdoba y de Cáceres a Badajoz. Hoy, Día de Extremadura, voy a defender nuestro pan.

Durante el mes de agosto, era muy entretenido leer el HOY porque, además de las noticias y los artículos de opinión, había una sección en la que se contaban historias del pasado, se recomendaban lugares desconocidos y bellos de la región y se entrevistaba a personajes que viven y trabajan en Extremadura, pero han nacido en otros países o regiones. En esas entrevistas, he podido leer las declaraciones de algunos extremeños de adopción cuya única queja de Extremadura era nuestro pan. Alguno apuntaba que parecía mentira que teniendo una gastronomía tan maravillosa falláramos en el pan.

No voy a quitarles la razón, pero bien cierto es que en esto del pan, como en tantas otras cosas, a cada uno le gusta lo suyo, lo que comió desde niño. Por ejemplo, durante los más de 20 años que viví en Galicia, buscaba como un poseso pan candeal porque era el que me recordaba al pan extremeño, a mi pan, al de siempre y cuando lo encontraba, me llevaba varias libras o tortas como quien se lleva un tesoro. Al principio, era complicado encontrarlo, pero cuando llegaron los hipermercados, ya pude disfrutar del mejor pan, el de mi infancia.

En esto del pan, como en tantas otras cosas, a cada uno le gusta lo suyo, lo que comió desde niño

No despreciaba el pan gallego, pero no me emocionaba como el nuestro. Curiosamente, ahora, cuando voy por allí, paro en el pueblo de Cea (Ourense) a comprar panes de dos kilos con denominación de origen y los días de mercado, voy a la plaza de abastos de Vilagarcía de Arousa a comprar un kilo de pan de Carral o de Bandeira (cortan en trozos panes inmensos y los venden al peso). Pero estoy deseando volver a Cáceres para recuperar mi pan del Casar, que me parece rosquilla: lo mojo en leche como si fuera bizcocho. La lista de buenos panes extremeños de pueblo es inabarcable. Este puente lo paso en Ceclavín, el pueblo de mi madre, y sé que volveré a Cáceres con medio kilo de más por culpa del pan de caramelo, que es una tentación irresistible.

Experiencias panaderas de altísima calidad: Ecotahona del Ambroz, Amasamadre, La Nómada, Pancontigo, panes del Guijo o el fabuloso pan de Talaván, elaborado por la tercera generación de panaderos, dando el salto del pan candeal de toda la vida a panes con algas, con aceite de oliva, panes de autor con patatera ibérica y miel, panes de espelta, de centeno, de kamut, de siete cereales, de pasas y nueces o de manzana confitada y semillas de amapola, siempre con la masa madre como base.

El pan candeal es el extremeño de toda la vida y lo hay bueno y malo, pero la verdadera tragedia de nuestro pan es el congelado de mala calidad (hay panes congelados exquisitos y recuerdo el que ponían en el ya cerrado bar Potosí de Cáceres como una delicia). El pan, en fin, es algo muy personal y no es raro que esos extremeños nacidos fuera de la región, pero encantados de vivir aquí, echen de menos su pan de siempre, el pan de la infancia, los sabores que los marcaron como nosotros echamos de menos nuestro candeal cuando emigramos.

En esta aventura del pan, últimamente he descubierto unas inmensas hogazas de casi dos kilos que preparan por encargo en la panadería Los Pollos de Casar de Cáceres. La hogaza gigante de la fotografía la troceé en rebanadas para tostar que congelé y que convierten mi desayuno en una delicia nacionalista. Puro hecho diferencial.

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