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En 1598 se publicó en la ciudad alemana de Colonia el quinto volumen de 'Civitates Orbis Terrarum', un atlas que describía las grandes ciudades del mundo y las mostraba a través de grabados panorámicos. En concreto, su quinto tomo incluyó varios dibujos hechos por el artista flamenco Joris Hoefnagel a su paso por el País Vasco en 1567, como una vista del túnel de San Adrián o paso de Lizarrate, dos retratos de damas nobles de Bizkaia y una escena en la que, vestidos con sus trajes típicos, se mezclan personajes de Bayona, San Juan de Luz y Gascuña. Debajo de un grupo que acarrea cestas y sacos aparece su correspondiente leyenda explicativa: «villano y villanas biscainas yendo al marcado en Vittoria» (sic).
Hoefnagel no lo apuntó, pero seguro que era jueves. Ese día era en el que se celebraba el mercado semanal de Vitoria desde al menos el siglo XIII, una costumbre que fue ratificada en 1466 cuando el rey Enrique IV concedió a la capital alavesa el privilegio de organizar todos los jueves un mercado franco o libre del pago de alcabalas. ¿Dónde? Hay que tener en cuenta que el mapa de la ciudad era entonces muy diferente al actual.
Tal y como cuenta Ladislao de Velasco en 'Memorias del Vitoria de antaño' (1889), el consistorio medieval se encontraba en el lugar que hoy ocupan las primeras casas del Paseo de los Arquillos, junto a la iglesia de San Miguel. El ayuntamiento compartía edificio con la Casa de Peso o alhóndiga, donde se almacenaban, compraban y vendían los cereales y otras mercaderías sujetas al arbitrio público. Después de que Enrique IV permitiera el mercado franco las autoridades municipales comenzaron a colgar de la fachada del consistorio la bandera de la ciudad. Esa señal anunciaba a los visitantes que aquel día imperaba la libertad de comercio y que no se les cobrarían impuestos por lo que compraran o vendieran allí.
Junto a la alhóndiga-ayuntamiento hubo ya desde el siglo XVI un mercado cubierto conocido como La Ala, que tal y como describe nuestro guía el señor Velasco «era una modesta y espaciosa tejavana pero de grande utilidad para el vecindario, que si consintió en su demolición en 1801 fue con la esperanza de que los arcos de la Plaza Nueva la sustituirían». Inaugurada en 1790, la Plaza de España o Plaza Nueva iba a solucionar el problema de congestión que el viejo mercado tenía los martes, jueves y sábados, días de feria por aquellas fechas.
Los antiguos mercaderes de Gasteiz sabían que el frío, la lluvia o la nieve no congeniaban bien con las ventas, de modo que accedieron al traslado a condición de que los puestos de la vieja Ala pasaran a cobijarse bajo los arcos de la nueva y flamante plaza. El problema fue que las casas allí situadas se fueron apreciando cada vez más, sus vecinos eran más y más elegantes y no estaban demasiado contentos de tener a gente regateando en el portal. Las protestas de los residentes y las necesidades urbanísticas de los tiempos modernos obligaron a los vendedores a abandonar el refugio de los arcos para tomar el centro de la plaza. Desde entonces el mercado se celebró a cielo abierto, circunstancia que aún en 1889 hacía que don Ladislao Velasco envidiara a los vitorianos del Medievo, «más adelantados en cuanto a mercados cubiertos que nosotros».
A finales del siglo XIX el mercado de ganado se celebraba en la plaza de Bilbao, mientras que en la Nueva estaban los de frutas, verduras y aves y en la Plaza Vieja o de la Virgen Blanca seguían produciéndose las ventas de cereales, legumbres, utensilios de cocina, zapatos y otros artículos.
Aquello no tenía ni pies ni cabeza y además dificultaba las labores de inspección que tenían que hacer los 'Fieles', los empleados municipales que vigilaban las transacciones y repesaban –no fuera a ser que hubiera vendedores demasiado pillos– carnes, pescado, pan, vino, aceites y demás alimentos sobre los que pesaban impuestos locales.
A pesar de sufrir las inclemencias del tiempo los mercaderes se opusieron durante décadas a la construcción de una plaza de abastos centralizada. La de la Plaza de los Fueros, tan recordada por todos los vitorianos, no se inauguró hasta el 31 de diciembre de 1899 y al principio contó con una formidable oposición. Pero eso lo contaremos otro día.
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