ANA VEGA PÉREZ DE ARLUCEA
Viernes, 6 de mayo 2022, 11:43
Puede que el pequeño pueblo crimeo de Massandra quede muy lejos de cualquier viñedo español, pero da la casualidad de que allí, a orillas del mar Negro, descansa uno de nuestros mayores tesoros vinícolas. Lo hace a muchos metros bajo el suelo, en la oscuridad de un cuarto piso subterráneo y protegido por un sofisticado sistema que controla temperatura, humedad y visitas imprevistas.
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Bajo la mirada de las cámaras de seguridad reposan varias botellas cubiertas de polvo y un cartel oxidado escrito en cirílico, «Херес де ла Фронтера 1775». Para entender la fecha no necesitamos traductor, pero sí para descifrar la procedencia de esas misteriosas botellas selladas con lacre: Jerez de la Frontera. Estamos ante el jerez más antiguo y caro del mundo, el Massandra Sherry 1775.
Massandra (en ruso, Массандра) es el nombre de la localidad y también el de la inmensa bodega que allí se ubica, fundada en 1894 a instancias del zar Nicolás II. El último de los Romanov deseaba un vino que estuviera a la altura de los mejores caldos europeos y para cumplir esa misión contrató a la única persona capaz de llevarla a cabo, el príncipe Lev Sergeyevich Golitsyn (1845-1915). Educado en Francia y Alemania, Golitsyn había elegido Crimea en 1878 para llevar a cabo la revolución vinícola rusa. El clima cálido de la región, la protección de las montañas cercanas y la calidad del suelo formaban un cóctel perfecto para el cultivo de la vid.
En su finca Novy Svet (Nuevo Mundo) Golitsyn plantó hasta 600 variedades de uva distintas, desde las españolas monastrell y albillo a las portuguesas verdelho y sercial o la francesa aligoté. Con esa materia prima e imitando los métodos de producción usados en Madeira o Champagne el príncipe consiguió vinos tanto dulces como carbónicos de muy buena calidad. Exactamente lo que buscaba el zar. Enólogo de la familia imperial desde 1891, Golitsyn amplió sus funciones en 1894 para dirigir la construcción de la bodega con la que soñaba Nicolás II.
La localización elegida fue Massandra, un pueblo cerca de Yalta donde el difunto zar Alejandro III había adquirido tierras y un palacio a la familia Vorontsov. Allí se construyó el edificio principal de la bodega y se excavaron veintiún túneles que inicialmente albergaron los vinos de los Romanov. Ya a partir de 1913 acogieron también la impresionante colección del príncipe Golitsyn.
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Es posible que el famoso jerez de 1775 figurara entre las 50.000 botellas que este enólogo reunió a lo largo de su vida, aunque no podemos descartar que fuese un obsequio hecho a los zares a finales del siglo XVIII o que estuviera ya en Massandra como herencia de los Vorontsov. El conde Semyon Vorontsov (1744-1832) vivió durante 47 años en Inglaterra, por entonces el principal mercado de los vinos jerezanos.
Considerada una de las mayores y más completas enotecas conocidas, Massandra lleva más de un siglo ligada a los vaivenes de la historia rusa. Salió indemne de la revolución de 1917, fue nacionalizada en 1922 y protegida por ley en 1936. Antes de que los nazis invadieran Crimea en 1942, Stalin ordenó personalmente que la colección Massandra (con los ejemplares más valiosos) se enviara a Georgia para ponerla a salvo.
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Tras la caída de la Unión Soviética (URSS) la bodega pasó a formar parte de la Ucrania independiente y de su patrimonio cultural, siendo necesario un permiso presidencial para vender o descorchar cualquiera de sus botellas antiguas.
En plena crisis postsoviética, la dirección de Massandra se vio obligada a desprenderse de alguna de sus piezas más valiosas para poder pagar a los trabajadores. Fue en 2001, con ocasión de una subasta en la firma Sotheby's, cuando el Sherry 1775 se desveló como el jerez más antiguo y también el más caro: por una sola botella se pagaron 44.000 euros.
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En aquel momento se dijo que en Massandra quedaban otras cinco a buen recaudo, pero es posible que ahora sean cuatro, tres o vayan ustedes a saber. A sus 247 años de edad, este jerez de 1775 corre un grave peligro. Tras la anexión de Crimea en 2014 Massandra no sólo pasó a estar en territorio ruso, sino que por el camino perdió su protección como patrimonio público. Primero fue transferida directamente a la Administración del presidente de Rusia, luego fue parcialmente privatizada y finalmente en diciembre de 2020 se vendió por una miseria al oligarca Yury Kovalchuk, amigo personal de Putin.
Fue precisamente otro amigote del presidente ruso el que volvió a despertar el interés por el jerez 1775. El 11 de septiembre de 2015, Putin y su compañero de francachelas Silvio Berlusconi visitaron la histórica bodega y de paso probaron este vino bicentenario.
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No se sabe si fue un sorbito o toda una botella, pero el revuelo que se armó fue mayúsculo. Ucrania declaró persona 'non grata' a Berlusconi y denunció a la directora de Massandra, Yanina Pavlenko, por apropiación indebida de lo que hasta 2014 había sido patrimonio nacional de Ucrania. Podemos consolarnos pensando que en 1775 el jerez no se producía para que envejeciera en botella y es posible que les supiera a cuerno quemado.
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