¿Qué ha pasado hoy, 8 de febrero, en Extremadura?

El mejor arroz y el mejor marisco

Tomamos una cataplana en Alcácer do Sal con un grano exquisito y abundancia de frutos de mar

Jueves, 25 de marzo 2021

En Alcácer do Sal, si piden arroz de marisco, les dirán que eso allí no existe, que tienen arroz del mar o arroz de 'lingueirão', pero no de marisco. En Portugal, solo aquí, en Alcácer do Sal, se dan los dos ingredientes del arroz del mar, marisco o 'lingueirão': el arroz, pues este municipio es el mayor productor arrocero del país, y el marisco, pues a Alcácer do Sal pertenecen la península de Troia con sus playas y su mar, Comporta y un maravilloso pueblecito de pescadores llamado Carrasqueira cuya gracia son los palafitos de madera sobre la ría, que utilizan los mariscadores y los pescadores para guardar sus aperos.

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No hemos salido del Alentejo, estamos en la región hermana y vecina de Extremadura, y es aquí, en Alcácer, donde a lo largo de un paseo fluvial y de sus plazas y calles interiores paralelas, se dispone un rosario de restaurantes sencillos y baratos especializados en el arroz con pescados, crustáceos, moluscos y cefalópodos. El arroz tiene una gran calidad, no en vano, aquí cerca, en la Herdade de Portocarro, empaquetan con gusto un arroz magnífico, que venden remarcando el origen: Arrozais do Sado. Se trata de un intento casi heroico, paralelo al de Extremadura, de aguantar la presión compradora de las grandes compañías de arroz, apostando por la calidad, la denominación y el valor añadido.

Escogemos un restaurante llamado Brazão. Lo hacemos más por pura intuición que por seguimiento de las app tipo Trip Advisor. Nos asomamos a varios de los recomendados y este es el que tiene más clientela portuguesa: media docena de mesas ocupadas por matrimonios de la localidad, que charlan con la camarera y parecen saber dónde hay que cenar un jueves, víspera del festivo de Reyes en España, víspera de nada en Portugal.

El Brazão tiene una barra pequeña a la entrada y un gran salón, típico de restaurante veterano enclavado en una casa de arquitectura recia y sólida. La decoración es horrenda: una mezcla de cuadros, candados y cerraduras antiguas y cachivaches varios colgando de las paredes. La iluminación es demasiado íntima, por no decir insuficiente, pero vamos a lo que importa: el 'arroz do mar' será uno de los mejores que hemos tomado nunca.

Al sentarnos, la camarera, del tipo natural y solvente sin ceremonias, pone un plato de aceitunas y una cesta de pan que no cobran. No impone los entrantes de queso y demás, simplemente los ofrece. Negamos: es cena y con el arroz basta y sobra. Hay vino por copas. Nos ponen una jarra de blanco Adega das Passarinhas prescindible y la carta hace las delicias del enamorado de la gastronomía del mar.

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Hay una sopa de peixe donde el pescado abunda, un arroz de lingueirão con pulpo y choco excelente, una cataplana (marmita para el pescado) de tamboril (rape) para dos que justifica el viaje o el arroz do mar en cataplana, que llega a la mesa en una perola de acero inoxidable con espectacular tapadera (como siempre, es lo que ven en la foto). Pueden comer tres saciándose, aunque es para dos. Colocan un divertido platito en forma de media luna para las cáscaras. Bien aromatizado con cilantro y pimiento, abundan en la cataplana las navajas, el calamar, el choco, los langostinos con la cola pelada y la cabeza chupable, las almejas, el rape y el pulpo. Aunque lo fundamental es que el grano de los 'arrozais do Sado' ha absorbido todos los sabores del acompañamiento.

La carta no se detiene en el arroz, sino que ofrece almejas, bacalao, corvina, espetada de tamboril, diversas carnes, alubias con jabalí, açorda (espesa sopa de ajo) de perdiz o gazpacho con petingas (sardinillas). Hay platos vegetarianos y postres ricos como la sericaia, aunque optamos por dos camomilas (manzanillas)...

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