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Los bodigos llegan a Cáceres

Los bodigos llegan a Cáceres

El dulce típico de Tamurejo es un emblema de la gastronomía popular

Lunes, 2 de diciembre 2019, 10:46

Han llegado a Cáceres los bodigos y su presencia en la ciudad es todo un acontecimiento. En la capital, hasta ahora, se podían comprar dulces de toda la provincia y cada uno tenía su panadería y su multitienda favoritas atendiendo a si vendían perrunillas del Casar o de Cuacos de Yuste, mazapanes de Ceclavín o bolluelas de Serradilla, magdalenas de Torrejoncillo o bollos de Arroyo de la Luz. De la provincia de Badajoz, había poco dulce hasta hace unos años, cuando empezaron a entrar los productos de Puebla de Obando.

La reconquista de los panes y los dulces de Puebla de Obando tenía una lógica histórica, al fin y al cabo, venían de un pueblo que perteneció durante siglos al municipio de Cáceres. Curiosamente, los cacereños empezamos a comprar roscas y mantecados de Puebla al tiempo que en los cafés empezaban a verse las primeras tostadas con cachuela y 'fuagrás' al estilo pacense.

Pero lo que no esperaba es descubrir unos bodigos en la tienda de dulces mejor surtida de Cáceres: un comercio sin lujos ni pretensiones de la calle Santa Joaquina de Vedruna, donde venden los dulces más inesperados y unas roscas de Málaga de tamaño gigante que hacen las delicias de mi suegra y no se pueden comprar en casi ningún otro lugar del mundo, que ya he contado muchas veces que las roscas de Málaga son un pastel exclusivamente cacereño que no vaya usted a comprar a Málaga porque allí saben tan poco de ellas como en Nápoles de las napolitanas.

Hasta ahora, esa dulcería cacereña era un compendio incompleto de la gastronomía popular extremeña: faltaban los bodigos. Pero ya los tienen y ese detalle hace región. Pocas cosas unen tanto como los dulces de pueblo y es todo un símbolo que a Cáceres hayan llegado los bodigos de Tamurejo, tan ricos, y tan originales.

Tamurejo es un pueblo muy limpio y muy cuidado que tiene 225 habitantes y queda en La Siberia extremeña. Las calles de Tamurejo son peatonales y están adornadas con macetas bonitas. La última vez que estuve por allí, había en la localidad 29 explotaciones agrarias de ganado y olivar, un asilo de ancianos y, según sus vecinos, mucha calidad de vida, aunque se hubieran quedado sin tiendas y solo resistiera 'La taberna de la tía Amparo', animadísima cafetería convertida en centro de reunión del pueblo. Para comprar lo básico, los vecinos se trasladan a Siruela (Badajoz) o a Agudo (Ciudad Real), los pueblos grandes más cercanos.

En Tamurejo, pueden presumir de hacer unos dulces tan ricos que su panadería es uno de los casos ejemplares de resistencia de lo que se ha dado en llamar la España vacía. Y en esa tahona es donde se hacen los bodigos. En nuestros viajes por La Siberia, hemos probado unos dormidos en Castilblanco, cuyos ingredientes fundamentales son el vino de pitarra y la manteca de cerdo. En Garbayuela, comimos mantecadas de cajón de la panadería de Luis Calero. En casi todos los pueblos de la comarca, había roscas de candelilla, canutos y canutillos. Pero lo que más me gustó, el dulce que no olvido de esos viajes siberianos son los bodigos de la panadería de La Hermana Antonia en Tamurejo, hechos con harina, vino, manteca, azúcar, matalaúva, almendras y rellenos de cabello de ángel o leche condensada.

En una ciudad tan dulcera como Cáceres, los bodigos son unos grandes desconocidos. Educados en los santos hornos de los obradores de clausura, habituados a las yemas, los bizcochos de soletilla, los tocinillos de cielo y los cortaditos de cidra de las monjas, no es fácil sorprendernos con dulzuras nuevas. Me consta que la clientela de la boutique regional del dulce de Santa Joaquina de Vedruna no ha descubierto aún los bodigos, a pesar de que pocas veces encontrarán tanta calidad a ese precio (40 céntimos la unidad), pero también sé que el emblema pastelero de La Siberia acabará seduciendo los paladares cacereños y se convertirá en un icono más de la gastronomía regional.

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