¿Qué ha pasado hoy, 8 de febrero, en Extremadura?

Cabaret y panceta

En la Feria de los Mayores, el colesterol parece invento para jóvenes

Ayer domingo, terminó la Feria de los Mayores en Ifeba, en Badajoz. Miles de personas asistieron a talleres, bailes, demostraciones, espectáculos, exposiciones y recreaciones, aunque lo que más me llamó la atención fueron las comidas. Porque uno comprende que haya talleres de decoración de uñas y de marionetas calcetín; pueden mover a la extrañeza a quienes no estén habituados a la actividad desmedida y curiosa, siempre dispuestos a aprender y modernizarse, de los mayores, pero basta acercarse a ellos un poco para que estas actividades, excéntricas en otro tiempo, se entiendan como normales.

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Más lógicas parecen las sesiones de acondicionamiento físico, las charlas sobre el humor, la diabetes, la artrosis o el envejecimiento saludable y los concursos de cinquillo, ajedrez, tute y cuatrola. Quizás podríamos poner algún pero a los talleres fogosos de bailes latinos o al cabaret, más fogoso aún, de Regina dos Santos. Aunque, bueno, los iniciados en 'mayorología' sabemos que la fogosidad es una cualidad inherente a la edad tercera.

Pero lo que, por más que lo intento, no acabo de entender es la cuestión gastronómica. ¿Cómo es posible que, a partir de los 30-40-50, andemos todos cuidándonos del aceite de palma, las carnes rojas, los embutidos, el azúcar refinado y los pasteles industriales y resulta que ellos, en esta Feria de los Mayores, no se privan de nada y nada les sienta mal?

En su última novela, el escritor de Ibahernando Javier Cercas ironiza sobre la manera de comer de su madre, Blanca, una mujer extremeña que, cada vez que va con Cercas y su esposa a un restaurante, mientras el matrimonio toma unas tapitas ligeras, ella se mete entre pecho y espalda un menú completo de dos platos y postre. Y hablando de espalda, alguna de esas cenas de doña Blanca incluyen una espalda de cordero como segundo plato.

En la ironía de Cercas se entrevé la extrañeza ante la capacidad para comer de la generación de su madre, que él relaciona con el hambre de posguerra.

Cuando Cercas viaja con su madre, tapea él y come gozosamente ella. Cuando yo viajo a Asturias a ver a mi familia paterna, me basta con un sano desayuno en casa, un café solo en la provincia de Zamora y un pinchito de tortilla en la autopista del Huerna. Pero cuando mi padre y mi madre viajan a Asturias en su nuevo Seat Ibiza rojo turbo diésel, con sus flamantes 85 años, realizan un plan de comidas que me deja traspuesto. Empiezan desayunando churros en Ruiz, la famosa churrería cacereña. ¿Les parece normal que, antes de empezar el viaje, ya estén desayunando churros con chocolate? Siguen en ruta hasta Cuatro Calzadas, en Salamanca, donde toman las once, o sea, jamón de Guijuelo.

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A las dos y media comen, claro que comen, un chuletón de Aliste tras algún revuelto en el Rey Don Sancho zamorano. La siguiente parada, a eso de las seis, en el mismo área de servicio de la autopista del Huerna donde servidor tomó su pincho, para merendar un café con una pastita. Y al atardecer, llegada a Asturias, donde mis tías Tati y Fefa les tienen preparados unos bollos preñaos o uno tortos con huevos fritos, no vaya a ser que se acuesten con hambre.

Alguno de ustedes pensará que exagero, pero nada de eso. Fíjense, si no, en el programa gastronómico de la Feria de los Mayores de este fin de semana en Badajoz. El jueves debutaron con migas con café y churros con chocolate. El viernes disfrutaron de caldereta extremeña. El sábado, tocaban más migas con café y degustación de asado de panceta. Y el domingo, fue el turno de los churros con chocolate y del taller de matanza, que tiene su parte didáctica, naturalmente, pero luego se lo comieron todo: migas con aguardiente, prueba de chorizo y salchichón y carne de cerdo a la barbacoa. Menos mal que el sábado tuvieron una charla sobre 'Deporte, ejercicio físico y alimentación esencial para controlar la diabetes y bajar el colesterol'.

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