Secciones
Servicios
Destacamos
A finales de los 80 del siglo pasado, el HOY lanzó una campaña publicitaria que acabó de convertirlo en el diario de todos los cacereños. Escogió símbolos de referencia locales y empapeló con esas figuras varias vallas en la ciudad. Uno de esos cartelones decía así: «HOY, tan de Cáceres como El Figón».
Efectivamente, El Figón de Eustaquio es el restaurante más tradicional de la capital cacereña. Cuando no existía Atrio ni se había desarrollado la gastronomía más allá de un par de fondas, bares y casas de comidas, el restaurante fundado por Eustaquio Blanco González en 1947 en la plaza de San Juan era el lugar preferido por los turistas de visita, por las familias para sus grandes celebraciones y por los políticos y los empresarios para sus comidas de trabajo o agasajo.
Y ahí sigue El Figón, en el mismo sitio donde lo conoció mi padre en 1948, recién llegado desde Asturias. La Guerra Civil había acabado hacía nada y los años del hambre empezaban a quedar atrás, pero sus secuelas habían empujado a mi abuela Evelia a enviar a dos de sus hijos a Cáceres con su hermana Elpidia, que no tenía descendencia. Mi abuela Evelia había sido destinada como maestra a Bárzana de los Osos, una aldea perdida en la montaña asturiana, aislada por la nieve en invierno, en la que no había tiendas y todo lo que se comía era de cosecha o corral propio. En aquel pueblo se entendía el dicho de «pasas más hambre que un maestro» y Evelia, maestra y con cinco hijos, mandó a dos de ellos a Cáceres con su hermana.
En resumen, mi padre llegó a Cáceres para comer mejor y pronto descubrió donde se preparaban los mejores guisos de la ciudad: El Figón de Eustaquio. Fue allí donde aquel joven de 18 años recién cumplidos conoció, poco a poco, la gastronomía extremeña: las migas, la caldereta, el gazpacho, la chanfaina, las tencas, las ranas, la patatera o el revuelto de espárragos trigueros. Y fue un descubrimiento que lo marcó porque se convirtieron en sus platos favoritos.
Mi padre hizo la mili, sacó unas oposiciones de funcionario, se casó con una muchacha de Ceclavín, tuvieron seis hijos, y era en El Figón donde celebraban cada hito, cada paso adelante o cada feria de Cáceres.
Cuando mi padre y sus colegas se quedaban en Cáceres de Rodríguez, no se privaban y acudían a comer un día a la semana a El Figón de Eustaquio. Recuerda su plato favorito: las angulas de Aguinaga, las de verdad, que entonces tenían un precio asequible para un Rodríguez. ¿Angulas en Cáceres en los años 60? Pues sí, angulas y buen marisco y los mejores pescados… En El Figón había de todo, su carta siempre ha sido muy extensa, y de calidad.
En los años 60 y también en los 70 y los 80, hasta los niños sabíamos en Cáceres que si un turista te preguntaba por un lugar para comer, debías dirigirlo a El Figón, que, aún hoy, sigue siendo una apuesta segura para no errar. Mi padre, que con los años fue secretario de la Cámara Agraria Provincial y siempre se dedicó a las representaciones de productos de automoción (recuerden: seis hijos), llevaba a El Figón a las visitas, ya fueran ejecutivos de las firmas que representaba o altos cargos del Ministerio de Agricultura, que se marchaban encantados de aquel restaurante tan de Cáceres… Tan de Cáceres como el HOY.
Publicidad
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.