![Con 39 años, tras 20 trabajando en la capital y después de un infarto, regresa al pueblo de sus abuelos para cambiar de vida y emprender.](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2024/07/19/javiercintas_corazoncastuo_150724-42-k4DE-U220766473098AKG-1200x840@Hoy.jpg)
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Por no estudiar –cuenta Félix Guerrero Barba– que se metía en la cocina con su madre. Mientras se escaqueaba de los libros, iba aprendiendo y amando un oficio sin darse cuenta. Sin embargo, cuando llegó el momento de enfocarse en sus estudios, a pesar de que le tiraba mucho la Policía, decidió inscribirse en Cocina, en Badajoz. «Y luego me convertí en la policía de los restaurantes», resalta entre bromas para referirse a su trabajo como chef ejecutivo en Madrid durante los últimos nueve años.
Sin embargo, su andadura en la capital comenzó antes. Con tan solo 19 veranos se fue a hacer las prácticas al mítico Zalacaín y después al restaurante de Pedro Larumbe, donde finalmente lo contrataron. Incluso participó como ayudante de Jesús Almagro en el Bocuse D'Or en 2007.
Félix poco a poco fue escalando posiciones hasta que llegó a su anterior empleo, el de 'policía culinario'. Gestionaba las cocinas de siete restaurantes en Madrid con más de 80 personas a su cargo. Y precisamente en esa labor de chef ejecutivo se encontraba un día buscando tomates de calidad cuando se acordó de su tierra. «Todos los años probaba doce o trece variedades diferentes para incorporarlos a los restaurantes y pensé que por qué no meter alguno extremeño, ya que tenemos el 70% de la producción a nivel nacional. Llamé a muchas empresas y me ofrecían todos los palés que yo quisiese, pero de tomates pera, no de mesa».
En 2020 tuvo un susto de esos que no se olvidan jamás. Sufrió un infarto con tan solo 35 años. «Tenía un buen trabajo, pero era muy estresante. Después de eso, sabía que tenía que hacer un cambio de vida, pero no sabía bien en qué», rememora. En el corazón tenía la respuesta. Cuando se recuperó, empezó a rondar en su cabeza la idea de montar una plantación de tomates para recuperar ese sabor de antaño que tanto comenta la gente que falta en los tomates actuales.
El verano pasado comenzó a investigar y se decantó por la variedad Corazón de Buey, un fruto de forma acorazonada, de unos 200 gramos de peso, sabroso, consistente y con pulpa abundante. Plantó incluso dos matas en su piso madrileño de 74 metros cuadrados. «El Corazón de Buey es uno de los tomates que a mí personalmente más me gustan. Son muy carnosos y saben a tomate de verdad». Su marca se llama 'Corazón Castúo' en un homenaje a su vuelta a los orígenes.
Hace cuatro meses, veinte años después de pisar la capital por primera vez, empaquetó su vida, la de su mujer y la de su hijo, y se vinieron a Torremejía a vivir en la antigua casa de sus abuelos. Alquiló un terreno de mil metros cuadrados y empezó su nueva y saludable vida (aunque asegura que ahora trabaja más horas que antes). Nadie de su familia anteriormente se había dedicado a la horticultura, así que Félix ha empezado de cero, aunque reconoce que su padre le ayuda muchísimo y cree que está orgulloso de él. Tiene un total de 1.400 plantas, todas de la misma variedad, aunque provenientes de ocho diferentes semillas, cada una con sus particularidades: más dulce, con la piel más basta, más carnoso, amarillo...
Las plantó el 11 de abril y el 13 de junio recogió los primeros tomates. Estima que la cosecha durará hasta finales de septiembre, pero se reconoce principiante y tiene muy pocas certezas todavía. De hecho, calcula que cada planta le dará unos cinco kilos de producción. Un total de 5.000 kilos, aunque sabe que son unos cálculos muy optimistas para ser la primera vez.
«Cuando salieron los primeros tomates le dije a mi padre que nos íbamos a hartar de gazpacho este año, pues yo con esa calidad no pensaba venderlos. Ahora puedo decir que estoy orgulloso de los frutos», cuenta mientras revisa por el rabillo del ojo las plantas y es que Félix hace todas las tareas, incluida la de distribución. Por ahora, los tomates 'Corazón Castúo' se sirven a particulares, restaurantes y en las tiendas del pueblo.
Algo distintivo de su modo de proceder es que los deja en la mata hasta el último momento posible, cuando ya están maduros. «Los agricultores del pueblo me dicen que no hace falta, que los coja cuando empiecen a ponerse rojos y que maduren fuera, pero yo opino que eso les restaría sabor». Y su obsesión, evidentemente, es esa. El sabor para él es lo más importante; la estética la deja en un segundo plano. «Vas al supermercado y ves todas las hortalizas idénticas, pero la realidad es que en la naturaleza no somos todos iguales», apostilla mientras sujeta un tomate al que parece haberle crecido una nariz. «Comemos por la vista, pero deberíamos hacerlo por la boca», simplifica.
Algunos de los restaurantes que ya lo tienen en sus despensas son Malasuegra, en Almendralejo. Su cocinero y propietario, Pedro Collado, opina que «son ricos de comer» y algo muy positivo es que tiene variedades. «En una misma ensalada puedes encontrarte diferentes tomates a los que no estamos tan acostumbrados, pero ahora en verano, en un ámbito rural como Extremadura, casi todo el mundo tiene tomates de huerta buenísimos. El reto será que puedas comerte un Corazón Castúo en febrero. Eso sería una maravilla», expresa. Actualmente tiene en carta un plato de estos tomates con roast beef de angus y queso de los Ibores.
Por otro parte, Samuel López, jefe de cocina del recién abierto Sr. Pato en Mérida, los cataloga como «un pedazo de producto». «Una de mis máximas pretensiones como cocinero siempre ha sido trabajar el producto de cercanía, por eso creo que es importante poner en valor y trabajar con productores como Félix que representa esa cercanía, la juventud y las ganas de emprender. Su negocio está arrancando, al igual que nuestro restaurante, y por eso es bueno que se creen sinergias y que entre nosotros, todos además extremeños, nos apoyemos. Son unos tomates tan buenos que, simplemente tratándolos con mimo, se pueden hacer grandes platos en los que estamos trabajando y que muy pronto verán la luz», adelanta.
Félix, que ha dejado los cuchillos por la navaja que siempre lleva en el bolsillo, está encantado con la vida de pueblo, con el recibimiento recibido y con su nuevo Corazón, que ahora late en Castúo.
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