Diez restaurantes para cenar en otoño mirando al río

Restaurantes con vistas. Parsimonia de la corriente y la mirada perdida en el agua que fluye. Gastronomía sin prisas, slow-food al ritmo que nos marca el río. La conversación, la sonrisa, el sosiego y la poética del otoño que llega a los fogones: los frutos del bosque, el retorno de los platos de caza, los guisos, los caldos y los estofados. Octubre… Últimos días para cenar al aire libre. Veladas románticas con una rebequita. Una mesa bien puesta, unas velas, la brisa fresca y al fondo, el río.

Extremadura es la región española con más kilómetros de costa interior y también es rica en restaurantes fluviales. Este verano, hemos recorrido con En Salsa las gargantas de la región, deteniéndonos en los mejores chiringuitos extremeños. Ahora, nos disponemos a despedirnos del buen tiempo con una cena romántica a la orilla del Guadiana, del Jerte o del Alagón.

Sí, estamos de acuerdo. Sabemos que cada vez anochece antes. Pero no hay que desanimarse, pues tenemos en Extremadura en general, y en Badajoz en particular, uno de los atardeceres posiblemente más bellos de toda España. Uno de los restaurantes con una ubicación privilegiada para disfrutarlos es Manaos River Club, en el Paseo Fluvial de la capital pacense. En este inmenso local (tiene capacidad para 380 personas en interior y unas 200 en su exterior) comer o cenar es algo multisensorial, ya que el objetivo es armonizar la gastronomía con una actuación, normalmente musical. De hecho, hoy se retoman los conciertos.

La carta de este establecimiento es algo informal y está pensada para compartir. En ella llaman la atención sus hamburguesas premium, con carne de retinto y una salsa secreta; también su pulpo extra jugoso y el crujiente de langostinos. Aunque está todo bueno, ya que las cuatro personas que trabajan en cocina le ponen mucho amor a todas sus preparaciones, ya que normalmente los cocineros están en un habitáculo cerrado y aquí tienen las mismas vistas que los clientes: al río Guadiana y al Puente Viejo. Trabajar así es menos trabajar. Otro de los grandes atractivos de Manaos es que cuenta en su plantilla con Manuel Jiménez, que fue campeón de coctelería clásica de Tokio en 2016. Por lo tanto, después de la comida o la cena, hay que probar sus cócteles de premio.

Y de premio, o mejor dicho, de altura, es el paisaje que ofrece el restaurante de Medellín Quinto Cecilio, situado en el núcleo de la Ribera Alta del Guadiana. Por la noche, las vistas del Castillo de Medellín iluminado son el atrezo perfecto para una conversación profunda. O no, que a veces el silencio es la mejor de las compañías. Además, tendremos la boca ocupada degustando sus maravillosos arroces o una de sus especialidades: las criadillas de tierra. Sus platos son bastante elaborados y tienen una presentación bonita e impecable. También trabajan el 'tardeo' con cafés y copas.

Uno de los puntos más potentes de Marina Villareal es su puerto deportivo. Los clientes tienen la opción de dar un paseo en barco por el Guadiana y después, comer entre rosales y geranios frente a la fortaleza medieval de Juromenha. ¡Menuda experiencia! Este restaurante rayano tiene una excelente relación calidad-precio. En pescados, destaca el bacalao y el pulpo à lagareiro. En carnes, la presa de matanza y el solomillo al ajo-tostado. Y es que proponen una fusión entre gastronomía extremeña y lusa que atrae a turistas, portugueses, oriundos de la zona... especialmente en verano, aunque abre durante todo el año.

En la Siberia extremeña se halla La Barca del Tío Vito, cuyo nombre rinde homenaje a Víctor Serrano Gómez, Tío Vito, uno de los personajes emblemáticos de la Siberia.Era barquero, carpintero, pescador y violinista. Se trata de un lugar especial lleno de paz y tranquilidad, idóneo para desconectar frente al pantano. Elaboran principalmente carnes a la parrilla y fritura de pescado, pero su plato típico es el escarapuche, una especie de ensalada de tomates, pimientos y cebolla, que puede hacerse con carne asada, peces del río o conejo. Es propio de esta comarca declarada Reserva de la Biosfera en 2019.

Relativamente cerca (a 50 minutos), teniendo en cuenta que hablamos de la provincia más extensa de España, en Orellana la Vieja, se encuentra El Velero. Tiene una gran terraza con vistas al club náutico y al embalse de Orellana y además, el local está climatizado con ventanales, por lo que desde dentro también es posible contemplar la masa de agua, que tiene el poder de evadir la mente y de recargarnos de energía, así que es la parada perfecta para olvidar el trajín que llevamos durante la semana y simplemente disfrutar. Su especialidad son las paellas y otros arroces.

Viajamos hacia la isla, pero no la de las tentaciones (por suerte para nosotros), sino al establecimiento ubicado en el parque con el mismo nombre, en Plasencia. El restaurante La Isla cuenta con una gran terraza repleta de vegetación natural y se asienta a la orilla del río Jerte. Se trata de un 'chiringuito de lujo', con mantel de hilo en sus mesas y sillas de rafia; nada de los típicos asientos de plástico que dejan huella y dolor al levantarnos de ellos, sobre todo en verano, cuando se pegan a la piel. Este sitio nos regalará momentos y sensaciones muy agradables en el paladar.

María Castaña es uno de los locales de moda en Mérida. Presenta su cocina creativa a través de cuidadas elaboraciones, colocadas milimétricamente sobre una vajilla atractiva e informal. Pero esto no es sinónimo de falta de calidad. Al revés, en María Castaña ofrecen unos embutidos de categoría (imperdible su lomo de caña), entre otras propuestas. Además, entre semana, su chef César Perdigón elabora un menú ejecutivo que tiene mucho éxito.

Del mismo estilo que el anterior es Pan de Muerto. De hecho, está en la misma avenida, por lo que las vistas también dan al Guadiana y al puente de Lusitania. En este caso, su carta es más liviana: nachos, perritos, patatas, sushi... Pero organizan una iniciativa muy especial: una cata maridaje con cócteles al atardecer. ¡Buen provecho!