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Jessica Alcaraz, voz autorizada de vinos con poca o nula intervención, observa uno de los que ofrece en su negocio 'Dalboroque'.
Extremadura se suma al auge de los vinos naturales

Extremadura se suma al auge de los vinos naturales

'Dalboroque', una tienda-bar de Guadalupe, ha sido el primer establecimiento de la región centrado en estos vinos artesanales, que tienen máximo respeto a la uva, al viñedo y al futuro del mismo

Viernes, 21 de febrero 2025, 19:39

En el mundo del vino, la vuelta a los orígenes ha dejado de ser una tendencia pasajera para convertirse en un movimiento sólido. Extremadura ha tardado un poco más que otras regiones como Cataluña (la cuna del vino natural), Castilla-la Mancha o Andalucía en incorporarse, pero ya hay un grupo de pequeños productores que apuestan por él.

En Guadalupe, Jessica Alcaraz Britos ha sido pionera con 'Dalboroque', una tienda-bar que es todo un templo para estos vinos y las cervezas artesanas. Con ella exploramos qué hace especiales a estos vinos y quiénes los elaboran en la región. Pero antes, empecemos por el principio. ¿Qué es un vino natural?

Los vinos naturales buscan la mayor autenticidad posible, eliminando al máximo la intervención humana. Un vino natural parte de uvas ecológicas o biodinámicas, cultivadas sin químicos sintéticos. La fermentación ocurre de manera espontánea con levaduras autóctonas, sin aditivos como sulfitos, azúcares o clarificantes artificiales. Esto da lugar a vinos con más carácter y, a menudo, un aspecto más turbio.

Hay que diferenciarlos de los vinos de mínima intervención, que sí permiten una pequeña cantidad de ajustes, como el uso de sulfitos en dosis mínimas. No obstante, el objetivo sigue siendo respetar el carácter del viñedo y la uva.

Para Jessica, lo esencial es que reflejen el suelo, el clima y la variedad de uva. «La uva y el viñedo son los únicos protagonistas y deben expresarse, hablar de la zona. Si añades clarificantes o ácido tartárico, estás haciendo una receta», detalla. Frente a la producción industrial, los vinos naturales son elaboraciones pequeñas y laboriosas. «Las producciones de vinos naturales son pequeñitas, requieren mucho trabajo de viticultura y bastante técnica». Por supuesto, la vendimia se hace manualmente, racimo a racimo.

Su carácter impredecible es parte del encanto. «A veces, un vino cambia dentro de la propia botella. A mí esto me resulta más divertido que un vino siempre perfecto y estático», confiesa Jessica, quien incluso sostiene que en luna llena saben mejor: «porque el vino está vivo».

Más allá del método, los dueños detrás de cada proyecto no son grandes inversores interesados en producir la máxima cantidad de botellas y ganar dinero, sino que son familias o apasionados que, a menudo, llevan generaciones cultivando los mismos terrenos y esforzándose por preservar variedades autóctonas. «Personas con una filosofía o modo de vida sostenible, que miran al futuro, cuidan el suelo y quieren transmitir algo, pero sin olvidar la técnica», define.

Cuatro vinos naturales extremeños

Bajo el nombre de 'Prelvm' se encuentra Juan Leandro, perteneciente a la tercera generación de viticultores y gran amante del vino honesto. En 2017, decidió reinventarse y apostar por vinos de mínima intervención, dejando que las variedades locales se expresasen con total libertad.

La bodega está situada en El Raposo y sus viñedos, con más de 30 años de edad, cuentan con certificación ecológica desde 2002. En ellos cultiva variedades autóctonas como Eva-Beba y Alarije, junto a otras como Gewürztraminer, Macabeo... En bodega, 'Prelvm' apuesta principalmente por la tinaja de barro extremeña como recipiente para fermentar y madurar sus vinos.

La elaboración sigue una filosofía de mínima intervención: la fermentación es espontánea con levaduras indígenas y en algunos vinos no se añade sulfuroso, mientras que en otros solo en dosis mínimas. «Hablar de vino natural es dejarse sorprender por los sabores y el saber hacer de su creador; es hacer menos vagos a los consumidores; es entender que el protagonista es la naturaleza y no el hombre; es crear un vino más próximo al arte que al gran consumo», manifiesta Leandro.

Jesús Recuero es viticultor y enólogo también por tradición familiar. Hijo, nieto y bisnieto de viticultores, para él, el vino es «cultura, arraigo, paisaje, sensibilidad, elegancia y emoción», una forma de vida que ha marcado su camino. Su búsqueda se centra en la elaboración de vinos auténticos, por lo que trabaja con viñas antiguas de variedades locales, algunas de ellas al borde de la desaparición.

El proyecto ' Recuero' comenzó en Villanueva de Alcardete (Toledo), donde su familia cultiva viñedos desde generaciones y donde se encuentra su bodega, que data de 1873. Sin embargo, su trabajo se ha expandido hacia los viñedos históricos de la Sierra de Gata, en Extremadura, y otras zonas cercanas, siempre con la misma filosofía: mínima intervención y respeto absoluto por la vid. ¿El resultado? Sus gamas Antier y Mélangé.

Felipe Cerro fue todo un descubrimiento para Jessica. El que le abrió las puertas de su casa y de los vinos naturales extremeños. La nanobodega (elaboran unos 2000 litros de vino al año) 'Felipe Cerro Audije' trabaja solo dos tipos de vino: blanco y clarete. Uno de los que ella vende en su tienda, ahora que los vinos naranja están tan de moda, es 'Sara Broncano', en honor a la primera dueña de la bodega, abuela de Felipe. Se trata de un monovarietal de Alarije despalillado y fermentado en depósitos de acero inoxidable con sus pieles, de ahí el color anaranjado.

La bodega 'Hozatel' surgió de una pareja que hizo el Camino de Santiago y se enamoró de Extremadura. Su viñedo, de dos hectáreas, está situado en Las Planas, a dos kilómetros de Villanueva de la Vera. Fermentan los vinos en tinajas resinadas tradicionales de 250 litros, elaboradas en Torrejoncillo. Todo el proceso es lo más natural posible: la fermentación ocurre con las levaduras propias de la uva, sin intervención de levaduras comerciales ni sulfitos añadidos. Producen 4.000 botellas al año.

Mínima intervención

En cuanto a bodegas que ejercen una pequeña intervención sobre sus caldos, Jessica destaca los de 'Castúo Wines', 'Valdealto','Pentateuco' y 'Gaia'. «Es muy chulo poder probar paisajes diferentes a través de una botella», comenta. Se refiere a que no es igual un vino elaborado en Badajoz que uno en La Vera.

Para todos los adeptos a este vino más libre y honesto, Jessica va a crear un club de vinos naturales en marzo, enviando cada mes varios ejemplares a su domicilio con sus correspondientes notas de cata. «La fama que tienen mis vinos es que no dan dolor de cabeza, sientan genial y, al día siguiente, una está estupendamente, lo cual es una forma indirecta de hablar del producto», puntualiza.

Además, cree que Extremadura es una estupenda región para que predominen estos vinos. «Es un clima agradecido para controlar el viñedo, ya que hay poca humedad. A mí me encantaría que hubiese muchísimos más», apostilla.

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