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Estos días se celebra la XXV Semana de la Torta del Casar, un ejemplo de cómo llegar a la excelencia desde la artesanía. Hoy, cuando en una conversación se quiere hablar de exquisitez, se mencionan las almejas de Carril, el vino Pingus, las gambas blancas de Huelva, la Torta del Casar...
Para entender la calidad artesana de la torta, basta decir que la quesería más grande de Extremadura nació en un garaje. Fue en 1985 cuando Engracia y Adrián Blasco empezaron a hacer quesos artesanos en un garaje de 40 metros cuadrados de Casar de Cáceres. Su hijo, Mario Blasco Rey (Casar de Cáceres, 1963) produce hoy en su empresa, Quesos del Casar, 350.000 kilos de torta en Denominación de Origen (DO).
En busca de la fiabilidad y la delicia, la DO casareña ha trabajado duro aunando la exigencia al elaborar, la eficiencia al comercializar y la solvencia al comunicar. En ese punto, la comunicación, hay que situar esta Semana de la Torta, que cada año crece en prestigio y ofrece un programa de actividades denso y atractivo.
Pero en el origen de estos 25 años de actividades, catas, premios y difusión eficaz, hay que destacar la existencia de pioneros como el abuelo de Mario Blasco Rey, que fue pastor y hacía tortas. O su padre, que tras emigrar a Madrid y trabajar en Marconi, regresó al pueblo y retomó la tradición haciéndose quesero. Asegura Mario que Adrián, su padre, era un aventurero, pero también era un emprendedor con inteligencia que supo acometer la iniciativa, complicada y burocrática, de convertir su quesería de garaje en la primera con registro sanitario de Casar de Cáceres.
Tuvo el don de la oportunidad porque fue en ese tiempo, mediados los 80 del pasado siglo, cuando apareció el problema del aceite de colza, sin registro ni control, que provocó decenas de muertos. La consecuencia fue la prohibición de los productos que se vendían a granel y sin registro. Los fabricantes y vendedores de quesos casareños desaparecen y como los Blasco Rey eran los únicos con registro sanitario, se encontraron con un mercado abierto de par en par. Si ellos no hubieran dado ese salto hacia la regulación sanitaria, las tortas se habrían convertido en un producto marginal y clandestino.
«Entre 1985 y 1987, en Casar quedan tres familias haciendo quesos en casa y la torta del Casar está a punto de desaparecer, pero en el 89, presentamos nuestras tortas en Gourmet, en Madrid y en Barcelona, y con la ayuda de técnicos queseros como Mariano Sanz y Enric Canut, la torta da un salto nacional. Canut era responsable de compras de Vino Selección y la introduce en los mercados. Sanz la lleva a El Corte Inglés, donde se empezaban a interesar por los quesos artesanos», me contaba Mario Blasco hace unos meses los primeros pasos del triunfo rotundo de las tortas casareñas.
«No hay ningún otro pueblo en el mundo donde haya un queso de pasta blanda hecho con leche cruda de oveja. Solo en los Alpes suizos y franceses se elabora uno parecido con leche cruda de vaca, el Mont-d'Or, que también se abre por arriba», detallaba Mario, que reconoce a Enric Canut la idea de meter las tortas del Casar en un cincho o cacerolo de madera en 1990 y así poder cortarlo fácilmente por arriba, una manera de comer la torta que ha triunfado y se ha convertido en imagen de marca.
En 2019, se celebra el XXV aniversario de la Semana y el XX aniversario de la DO. Buen momento para recordar a las cuatro personas que lucharon denodadamente desde 1989 por conseguir la Denominación de Origen y proteger así la torta de las imitaciones: Juan Andrés Tovar, Isidro Fernández, Ricardo Regalado y Mario Blasco. Llegó a haber once queserías en la Denominación. Hoy son siete: Iberqués, Los Casareños, El Castúo, Doña Francisca, Quesos del Casar, Pastovelia y Quesos Artesanos Extremeños. Cien ganaderos producen leche de oveja para ellos y miles de consumidores disfrutan con la culminación de esta historia: la Torta del Casar.
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Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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