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¿Qué ha pasado hoy, 8 de febrero, en Extremadura?
El impuesto del petisco

El impuesto del petisco

Portugal multa con 300 euros los aperitivos cobrados y no pedidos

Jueves, 1 de octubre 2015, 14:38

De todas las conferencias que he impartido, la que más gente reunió fue una del Aula HOY celebrada en el salón de actos de la Sociedad Económica de Amigos del País de Badajoz. No cabía un alfiler y se quedó gente en la puerta. ¿Sería porque trataba sobre el futuro de Extremadura, sobre la cultura autóctona, sobre la historia secreta de la región? No, qué va, el tema de la charla era comer en Portugal.

Por la calle, no me felicitan por artículos que yo entiendo que son sesudos, profundos y trabajados, sino por aquellos en los que hablo de restaurantes portugueses y provocan el agradecimiento de los lectores porque, me han llegado a decir, los recortan y les dan la vida el fin de semana. Los únicos artículos de los que escribo que han retuiteado o comentado profesores de la facultad de Periodismo de la Universidad de Navarra versan, lo han adivinado, sobre restaurantes portugueses.

Comer en Portugal es algo más que comer. Comer en Portugal es una fiesta, un juego, una ilusión de fin de semana que ayuda a soportar los lunes y los jueves. Comer en Portugal es una ceremonia con sus rituales: descubrir un restaurante desconocido, no contárselo a nadie y presumir de la comilona el lunes en el trabajo haciendo hincapié en el precio y en las guarniciones. Comer en Portugal significa sentarse a una mesa el sábado a las dos y levantarse cerca de las cinco bien entonado con las bicas y el Beirão tras un montón de aperitivos, tres platos de arroz y un buen bacalao. Y el domingo, mientras el hijo ve la tele en el sofá, abrigando la resaca con una manta escocesa, nosotros hacemos lo mismo abrigando el empacho con una manta zamorana. Y los dos, el de la resaca y el del empacho, dale que te pego a la manzanilla con anís.

No crean que en Portugal entienden este hábito de invadir el Alentejo cada fin de semana para ponerse hasta arriba de marisco y bacalao dorado. Para empezar, en Lisboa o Setúbal se hacen cruces cuando les cuentan que los extremeños van a comer marisco al Alentejo. Para ellos es como si nosotros nos enteráramos de que miles de cordobeses van a comer marisco a los pueblos de Ciudad Real.

El marisco, en Portugal, se come en la costa y en la Raya extremeña, donde desde El Cristo en Elvas hasta O Rei do Camarão en Montalvão, las marisquerías se suceden. El caso de El Cristo es único. Yo no conozco ningún otro restaurante que tenga vallas publicitarias frente a la entrada, un guardia municipal ordenando el aparcamiento y el orgullo de ser parada y fonda de miembros de la familia real española.

Otro detalle de nuestra afición a comer en Portugal, que sorprende mucho en Lisboa, es la cantidad de aperitivos que ponen a los comensales en los restaurantes cercanos a la frontera. De hecho, a medida que uno se adentra en Portugal, los aperitivos obligatorios se reducen a un plato de aceitunas y el resto, simplemente lo sugieren y usted decide.

Estos aperitivos, como saben, son cobrados en la cuenta y, a veces, salen más caros que un plato. Yo los llamo el impuesto del petisco. La Associação Portuguesa de Direito do Consumo (APDC), harta de este impuesto revolucionario, denunció la pasada semana el comportamiento ilegal de algunos restaurantes, que cobran 'couverts', entradas o petiscos, que no habían solicitado los clientes. Esta práctica está prohibida y conlleva una multa de 300 euros.

La ley portuguesa lo dice bien clarito: ningún plato o bebida puede ser cobrado si no ha sido solicitado por el cliente. En la Raya, lo habitual es poner un montón de petiscos sin consultarnos. Así que ya saben: la próxima vez que les cobren paté de sardinas sin pedirlo, rechácenlo, es ilegal.

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