

Secciones
Servicios
Destacamos
En España hay 292 restaurantes con Estrella Michelin. Solo 19 están pilotados por mujeres (un 6,5% del total). Este porcentaje sube al 12,3% si tenemos en cuenta los 17 establecimientos distinguidos por la guía con liderazgo mixto. En Extremadura hay dos restaurantes con este distintivo: Atrio con tres en Cáceres (regentado por Toño Pérez y José Polo) y Versátil con una en Zarza de Granadilla (con los hermanos Hernández Talaván al frente). Todos son hombres. La única excepción es Marga Roselló, copropietaria junto a su padre de Hábitat Cigüeña Negra, en Valverde del Fresno, y que cuenta con una Estrella Verde por su proyecto rural basado en la sostenibilidad.
Es habitual cuando se le pregunta a un chef que de dónde le nace su pasión por los fogones se refiera a su madre, tía o abuela. Está claro que no se puede comparar la cocina casera con la profesional (a pesar de que en las escuelas de cocina hay igualdad en los pupitres), pero ¿podría ser que cuando ellas cocinan, no son valoradas y cuando lo hacen ellos, son considerados artistas, emprendedores y visionarios?
Para dar respuesta a esta y otras cuestiones sobre la falta de mujeres en el sector, hablamos con tres cocineras que son líderes en su negocio, madres y auténticas referentes en la región.
Mercedes Rincón, dueña de Macarraca (Villanueva de la Serena), comenzó profesionalmente en los fogones hace 18 años. Al principio de su andadura, la destinaron a postres y entrantes fríos, algo que también le sucedió a Alba Sánchez, propietaria de Pan Frito Restobar (en Badajoz). «Era lo habitual, a las mujeres nos relegaban a esos puestos y tenías que estar todo el tiempo reivindicando que sabías y querías hacer otras cosas. A veces, para que te tuvieran en cuenta en una cocina llena de tíos, tenías que hablar como ellos, a voces y con palabras malsonantes», confiesa Alba.
Algo similar cuenta Mercedes: «estás rodeada de hombres y adquieres los comportamientos que ves para camuflarte y para seguir viva en el sector. Además, tienes que trabajar el doble para ser vista y valorada e, incluso así, a mí me han hecho bullying, diciéndome que no valía, tirándome una sartén, etcétera... Y eso que yo soy una tía con carácter, pero eso, día tras día, y en diferentes restaurantes, hace mella, por lo que es difícil no tener síndrome de la impostora».
Por su parte, Ruth Vicente, es la chef y responsable de Al Norte (Jarandilla de la Vera), un restaurante que fue pionero en la comarca en ofrecer una cocina más elaborada y fusionada con productos de aquí y de allá. Es su forma de entender la vida y la cocina, sin embargo, a sus oídos llegaron comentarios como: «¿Dónde va esta?». Pero ocho años después de su apertura, y con unas cuantas barreras derribadas, Ruth ha sido ejemplo para otros negocios que han abierto después en la zona. Esto le valió el pasado año la 'T de Oro' que la guía nacional Tapas otorga al que considera el o la chef revelación de cada comunidad autónoma.
«En mi caso han sido cosas sutiles», comenta Ruth. «Me dicen que salga el dueño o el cocinero, no se imaginan que pueda ser yo. Pero ahora no tengo la energía puesta ahí, sé cuál es mi lugar y no me apetece estar todo el tiempo explicando cosas», apostilla. Sin embargo, Mercedes cuenta varias anécdotas bastante amargas: cuando descubrió que un compañero de su misma categoría cobraba 600 euros más, cuando sus inferiores no la obedecían «por ser mujer» o cuando un compañero suyo tuvo un problema y se lo solucionaron sus superiores, mientras que a ella le ocurrió exactamente lo mismo y su jefe le lanzó un rollo de cocina como respuesta mientras ladraba: «deja de llorar».
«Si te están machacando, no te puedes ni quejar, porque te señalan o te ponen en puestos inferiores a los que te corresponden», opina Alba. En su caso, estuvo trabajando año y medio en prestigiosos restaurantes de Londres y en todos se seguía el mismo patrón. Alba encontró la solución en el autoempleo. No estaba en sus planes emprender tan pronto, sino que quería viajar trabajando y conociendo más cocinas, pero no estaba dispuesta a ser invalidada más veces.
A la pregunta de por qué no hay más mujeres en los concursos, showcooking, charlas... Ruth confiesa que en estos momentos no le apetece, prefiere invertir su tiempo en otra cosa. Mercedes cree que a los hombres se les ha reforzado más en el triunfo, mientras que muchas mujeres tienen el síndrome de la impostora. Ella asegura que se pone «nerviosísima», pero actualmente lleva unas semanas cocinando en directo en Canal Extremadura con una soltura propia de quien lleva toda la vida haciéndolo.
Las exigencias horarias y la intensidad del trabajo de una cocina dificultan la conciliación, afectando más a las mujeres debido a los roles tradicionales de género. «Si eres cocinera y tienes un hijo, tienes que decidir. Ellos no, solo se dedican a trabajar. Esto no sucede en las cocinas, sino en toda la sociedad en sí. A nosotras se nos exige ser una madre perfecta, una gran cocinera, tu casa impoluta.... Te dejas la piel para llegar a todo», manifiesta Alba.
La próxima vacuna, la reunión con la maestra, pero también la cita médica de tu padre, hacer la lista de la compra o llevar al perro al veterinario porque cojea un poco... La Encuesta de Población Activa del INE de 2020 muestra que un 94% de las personas trabajadoras que redujeron su jornada laboral para cuidar a dependientes son mujeres: 286.000 frente a 19.500 hombres.
«Todo depende de los objetivos que tengas. Si quieres una Michelin, tienes que trabajar siete días a la semana», detalla Ruth. Ella actualmente ha conseguido un feliz equilibrio entre su vida laboral y personal. En invierno abre los fines de semana y en verano amplía el horario varios días más a la semana, pero en agosto cierra sábados y domingos. «Querer que tu negocio esté siempre arriba y estar en todo momento con los hijos es inviable, te pierdes a ti misma».
Ella es un faro para sí misma. Se fue cuatro meses a Bolivia cuando su hija tenía cuatro años. «Me costó muchísimo, pero pensé en mí. La mujer que vino era mucho más auténtica». Independiente y con una actitud muy positiva, considera que por tener hijos no hay que dejar de ser una misma. «Todo esto empieza por un cambio personal. Sé que no es fácil, pero no hay que dejar de creer en una misma».
Este reportaje, que no es un cuento con final feliz, muestra la realidad de muchas mujeres en la cocina. A Mercedes le habían prometido un ascenso, pero cuando se enteraron de que estaba embarazada, se lo dieron a otro. «Hay un antes y un después cuando tienes un hijo. ¿Cómo van a ascender a una mujer que tiene un niño, que se pone malo, que ella no descansa bien, que se niega a echar ya 16 horas en una cocina porque quiere verlo...?».
Como dice la cocinera y divulgadora catalana Maria Nicolau, «la igualdad real en lo profesional tiene que empezar en casa. Hay que repartir esas responsabilidades, pues hay más hombres en la alta cocina porque están a hombros de las mujeres. No por eso de que fueron influenciados por la cocina de sus madres y sus abuelas, esa cosa melodramática, folclórica y un poquito ramplona o rancia».
Publicidad
Álvaro Soto | Madrid y Lidia Carvajal
Cristina Cándido y Álex Sánchez
Lucía Palacios | Madrid
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.