Ocho restaurantes para acertar en Cáceres

Si la pasada semana hacíamos un repaso por los clásicos de Badajoz, en esta ocasión nos desplazamos a Cáceres para reunir a esos restaurantes en los que comer o cenar sin fallo alguno. Aquellos que han construido una reputación basada en la calidad, siendo conocidos y respetados en la ciudad y alrededores. Pueden ser lugares recomendados por varias generaciones o aparecer en guías gastronómicas, ya que estos establecimientos no se definen solo por los años que llevan abierto, sino también por su capacidad para conservar la esencia de sus propuestas, respetar la tradición y ofrecer una experiencia que fusione el pasado con el presente.

Ya que hablamos de permanencia, es obligatorio mencionar al Figón de Eustaquio, que data del año 1947, aunque previamente, el matrimonio compuesto por Eustaquio Blanco y Francisca Rosado ya habían ofrecido comidas en el Arco de la Estrella y en la calle Roso de Luna. Se trata de un lugar con muchísima historia, cuyas paredes están cuajadas de recuerdos y su carta –bastante amplia– se enorgullece de mantener los sabores de toda la vida: guisos lentos, carnes bien cocinadas, sopas contundentes y pescados frescos preparados de manera sencilla, pero con esmero. Como broche final, una importante cantidad de postres caseros, con clásicos como la leche frita, el tocinillo de cielo, el biscuit de higos pajareros o la sopa de miel de la abuela Paca. Es, en definitiva, un lugar donde el tiempo parece detenerse, ofreciendo la seguridad y confort de lo conocido.

Igual de reconocible es el que fundó uno de sus hijos, Eustaquio Blanco, que pasará a la historia por ser uno de los grandes cocineros extremeños. En 2007 montó con 67 años su restaurante homónimo en el que ofrecen platos que, aunque pueden actualizarse con el tiempo, conservan elaboraciones icónicas que forman parte de la identidad del restaurante, como los judiones con perdiz de tiro o la propia perdiz estofada. Según dijo Don Poleo en su crítica: «La elaboración y la salsa son un resumen de la cocina de Extremadura, la región que, desde monasterios de Alcántara y Guadalupe, ha enseñado al mundo a cocinar la perdiz».

También plasman y modernizan sin fallo la gastronomía extremeña Javier Martín y Borona Bistró. El primero, ubicado en la barriada de Nuevo Cáceres, se ha consolidado como uno de esos lugares en los que cada plato sorprende por alguna particularidad, ya sea la forma de presentarlo, ya sea la manera en que debe comerse. En su amplio y luminoso comedor, se ofrece una experiencia donde cada detalle es cuidadosamente atendido, desde la iluminación hasta los emplatados de nivel sin descuidar la base tradicional. De la ostra y el percebe al tuétano de buey y el cabrito. «Mi objetivo es adaptar la cocina de Pilar, mi madre, y convertirla en alta cocina. Partir de las vivencias, los recuerdos y las raíces... Que un plato de alta elaboración me recuerde a las tardes en que iba al río, pisaba el poleo y me llegaba su aroma», dijo hace algún tiempo. Conseguido con éxito.

Por otro lado, Borona Bistró está en continua búsqueda de la excelencia. Sus propietarios, Víctor Corchado y Rocío Rey (cocina y sala),han estrenado esta semana el nuevo menú de otoño con productos como setas, frutas, verduras de hoja, pescados salvajes y carnes de Extremadura. Aunque es de los más recientes en incorporarse a esta lista de restaurantes cacereños infalibles, ir a Borona Bistró siempre es un acierto seguro.

El restaurante del Parador de Cáceres se encuentra enclavado en un palacio medieval. El comedor es un salón elegante con artesonado de madera y cuenta con una terraza evocadora y romántica donde las cenas son inolvidables. Desde la mantelería 100% algodón hasta el servicio impecable y profesional, todo invita a disfrutar de una agradable ceremonia gastronómica.

También en la Ciudad Monumental se ubica Torre de Sande. Pergeñado con la intención de complementar la experiencia de Atrio, este proyecto apuesta por una propuesta más casual y divertida. Ofrece una cocina sencilla pero llena de sorpresas, destacando en su carta las carnes ibéricas y las verduras, preparadas en el horno Josper. Tampoco faltan los embutidos y quesos de la región, mientras que los postres se distinguen por su delicadeza. La carta de vinos, cuidadosamente seleccionada, completa la oferta, siendo una elección ideal para disfrutar de una comida relajada y sin pretensiones, pero siempre de gran calidad.

Homarus es un negocio muy frecuentado por los 'catovis', ya que no se encuentra dentro del circuito turístico. Pero nadie dijo que en la periferia no se coma bien. Mari Luz Martín y Eleuterio Sánchez llevan bastantes años ofreciendo lo mejor de sí mismos para sacar adelante este proyecto de cocina fiable y reconocible en la que el arroz con bogavante se lleva todos los aplausos, pero el resto de la carta está al nivel.

Por último, y aunque cambió de gerencia recientemente, Oquendo es uno de los grandes clásicos de Cáceres. El chef vasco Pablo Medrano se encargó de dejar huella con su cocina de mercado, con los pescados frescos como producto emblemático. El verano de 2023 el matrimonio se jubiló y vendió el negocio a tres empresarios que han sabido mantener la filosofía y la calidad del mismo. De hecho, tras visitarlo recientemente, nuestro crítico Don Poleo le subió un punto respecto a su reseña anterior.

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