Patatas fritas con gaseosa

El aperitivo extremeño. Unas patatas gallegas triunfan en Corea, pero aquí ganan las nuestras

Viernes, 30 de abril 2021, 20:39

Arteixo es un municipio limítrofe con su capital de provincia: A Coruña. Lo más famoso de Arteixo es su polígono industrial, donde conviven, entre otras empresas, el periódico más leído de Galicia, la firma de ropa que más vende en España y las patatas fritas de moda. A veces iba de visita a la redacción de ese periódico y recuerdo que, después de comer, me asomaba con algunos colegas a las cristaleras para asistir a la llegada de dos autobuses donde viajaban las chicas y los chicos que hacían de modelos para la firma de ropa, que no era otra que Zara. Tomábamos café tras los ventanales admirando la belleza y retornábamos a nuestros quehaceres. El mío era volver a casa no sin antes pasar por la fábrica de patatas fritas, donde me hacía con un par de bolsas. Esas patatas se han puesto de moda y se llaman Bonilla a la Vista.

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El nombre proviene de que su fundador, Salvador Bonilla, en los años 20 del siglo pasado, cuando era cabo de maniobras en el puerto de Ferrol, desde los barcos le preguntaban: «¿Quién va?» Y él, como si fuera una contraseña, respondía: «Bonilla a la vista». De hecho, el anagrama de la empresa es un barco azul sobre unas olas del mismo color.

Pero lo importante de esta historia es que esas patatas aparecen en 'Parásitos', el largometraje coreano dirigido por Bong Joan-ho que ha conseguido recientemente el Óscar a la mejor película. En Corea, estas patatas son una señal de lujo y tomarlas como aperitivo indica que quien las come pertenece a la clase alta. En A Coruña, sin embargo, las patatas y los churros Bonilla son interclasistas y muy populares: se venden en cualquier tienda de chucherías, en cualquier supermercado o en cualquiera de las seis churrerías de la marca.

Cada sitio tiene sus patatas fritas como antes cada pueblo tenía su gaseosa favorita. Era difícil catar gaseosas y distinguirlas, pero en Torrejoncillo solo se tomaba La Torrejoncillana o la Dux, en Gata, La Esperanza, Cano en Jarandilla, La Vaquero en Eljas o La Exquisita y Álvaro Casas en Navalmoral. En Valencia de Alcántara había dos marcas de nombres inolvidables: La Antoñita y La Verdadera Familia y en Cáceres, la primera fábrica de gaseosas la abrió el farmacéutico Joaquín Castel en la Casa del Sol. Este localismo gaseoso se mantiene como recuerdo en las colecciones de botellas de restaurantes como 'Us Cazadoris' de San Martín de Trevejo o 'An Ca Milio' de Aceña de la Borrega (Valencia de Alcántara) y en museos como el etnográfico de Zarza de Granadilla.

Ahora ya no hay gaseosas locales, pero sí se mantienen las patatas fritas, que también tienen un componente sentimental que las relaciona con sabores de infancia y nos hacen adictos no a cualquier patata frita, sino a las patatas de toda la vida. A los gallegos, les vuelven locos las patatas Bonilla y a los coreanos también, pero en Cáceres, los grandes hipermercados saben que como no tengan patatas El Gallo, la clientela se irá a comprar a otra tienda donde sí las vendan. Algo semejante pasa en muchos pueblos y ciudades de Badajoz con las patatas fritas Los Coritos de Feria, que se distribuyen por toda la provincia y son un emblema pacense.

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Las patatas fritas locales tienen detrás una historia entrañable. Las Bonilla, que empezaron a hacerse en 1932, además de la graciosa contraseña marinera que les da nombre, se repartían por los bares con la ayuda de una moto Guzzi. Las patatas fritas El Gallo se llaman así porque Nicolás Condón, abuelo del actual gerente, José Miguel, ya las vendía en los años 20, en cucuruchos, anunciándolas con una voz potente que dio lugar a que lo apodaran con ese mote, El Gallo, que acabó convirtiéndose en marca. Ni Los Coritos ni El Gallo han llegado a Corea, pero en Cáceres y en Badajoz son imbatibles.

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