![Grupo de niños saharauis que llegó ayer al parque de las Siete Sillas de Mérida para encontrarse con sus familias de acogida.](https://s3.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2024/07/05/192576291-krUD-U220636632448yZE-1200x840@Hoy.jpg)
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Poco antes de la una aparcaron los autobuses en el parque Siete Sillas de Mérida. Los voluntarios de la asociación Nur acompañaron desde el Sahara a 135 niños residentes en los campos del desplazados que estarán en la región hasta el 4 de septiembre. El ... movimiento Vacaciones en Paz ha implicado a más de 130 familias extremeñas. Entre nueve y diez años tienen los acogidos. Juan Eusebio, portavoz de Vacaciones en Paz, explica que este desplazamiento ya habitual de cada verano no es un trámite sencillo. Hay que resolver visados y permisos con Extranjería porque afecta a menores que viven en unos campamentos de refugiados en el exilio, en un país que no es el suyo. El gobierno del Frente Polisario no tiene territorio, pero sí una administración que responde por este tipo de acuerdos internacionales para autorizar el movimiento de menores no acompañados a la antigua metrópoli desde la que fue la 53 provincia española (hasta 1975).
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Y desde el lado de la acogida hay que estudiar también la idoneidad de las familias para que pasen dos meses bajo su responsabilidad. Los trámites suelen empezar en enero y terminan justo cuando los niños vuelven en septiembre a sus campamentos. Salen los niños de una zona muy castigada por el calor en verano, con más de cuarenta grados casi a diario, y de un entorno inapropiado para la infancia porque viven como refugiados de guerra en el desierto. «Sus abuelos tenían pasaporte español y tuvieron que huir hacia el desierto en el 75 por la invasión de Marruecos. Estamos, por tanto, ante la tercera generación de refugiados». Recuerda el portavoz que ya es habitual encontrarse con niños que son hijos de los primeros acogidos por el movimiento Vacaciones en Paz que se inició hace treinta años. Las familias son voluntarias. Asumen la responsabilidad del menor y también parte de coste del viaje. Y estos dos meses les llevan a las consultas y exámenes médicos.
En el campo de refugiado la atención sanitaria es muy limitada y aprovechan la colaboración de las administraciones para hacerles revisiones estos días. «Lo primero es un reconocimiento a los niños y cotejar el control de las vacunas que traen desde su campamento». Gracias a este programa, algunos enfermos se han podido tratar en Extremadura.
Pone Juan Eusebio el ejemplo de un menor que llegó el verano pasado y ha estado todo el año tratándose tras la operación. Otro tiene un encharque de pulmón y se le vigilará la evolución de la enfermedad estos dos meses. Lo habitual es que cada uno viaje tres o cuatro veranos seguidos a la familia de acogida. Esta relación intermitente, pero continua, hace que muchos de los participantes en el programa estrechen lazos casi familiares. «Ahora tenemos una comunicación constante.Nos mandamos mensajes durante todo el año. Para nosotros hay una familia allí y ellos también sienten que la tienen aquí».
También son comunes las visitas que hacen luego a los campamentos de refugiados en vacaciones de Semana Santa o Navidad. Juan Eusebio lleva acogiendo niños desde 2017. Y, como muchos, el paso lo dio tras conocer la situación en la que viven las familias saharauis. «Los que conocen un poco cómo es la vida en el Sahara Occidental se implican en movimientos humanitarios de este tipo. Necesitan nuestra ayuda». Por eso anima a seguir ayudándoles.
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